Capitulo 11

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Capitulo 11

Nos detuvimos frente a una moto negra que era realmente hermosa. Recordé a mi hermano, quién en sus tiempos libres con sus amigos intentaban construir sus propias motocicletas para poder salir de viaje. Sentí como lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos e inmediatamente miré hacia el cielo.

Cerré mis ojos con fuerza y solté un largo suspiro. La mano de Justin dio un leve apretón sobre la mía y volví a bajar mi mirada. Le sonreí con tristeza y él me tendió un casco negro y azul.

Me coloqué el casco sobre la cabeza, algo que me ponía un poco incómoda ya que sentía que me faltaba el aire, y luego subí tras él. Enrosqué mis manos en su chaqueta y sentí una leve risita de su parte.

-No me tires la chaqueta -dijo divertido-. No puedo conducir si lo haces.

Blanqueé los ojos pero le hice caso. Introduje mis manos por debajo de su chaqueta e hice un nudo con mis manos en su musculoso vientre. Apoyé mi cabeza contra su espalda a medida que avanzaba por el estacionamiento.

-Para -exclamé.

La moto patinó unos segundos y luego paró. Me quité el casco con brusquedad para percatarme de la mirada furiosa de Justin.

-¿Cuál es tu problema? -exclamó.

-No me siento cómoda con esto en la cabeza -contesté con timidez.

Soltó un largo suspiro y luego tomó el casco de mis manos. Lo colocó en su brazo y luego posó su mirada en la carretera. Volví a abrazarlo por la cintura y él volvió a encender el motor.

El viento chocó contra mi rostro y nuevas lágrimas se formaron en mis ojos. Apoyé mi cabeza contra su espalda, nuevamente, y cerré los ojos. Solté un leve sollozo y el agua salada comenzó a desprenderse de mis ojos.

Sabía que Justin no podía escucharme por el sonido del motor, algo que era bueno. No me gustaba sentirme débil y tampoco que él me mirara sin saber muy bien que hacer o decir.

Desde la muerte de mi hermano yo no era igual, y eso me molestaba como nunca. Era como no si no me conociera a mí misma, como si mi verdadero yo hubiese muerto en el mismo momento en el que el general apareció en la puerta de mi casa con el uniforme de mi hermano doblado sobre sus manos.

Nos sabía cuánto tiempo había pasado desde que abandonamos el reformatorio pero de pronto Justin se paró. Sequé mis ojos con el puño de mi buzo y miré a mi alrededor. Nos encontrábamos en la ciudad, detenidos frente a un semáforo cuya luz estaba en rojo.

No pregunté a dónde íbamos ya que sabía que él no respondería. Me diría "es una sorpresa" como hace unos minutos. ¿O acaso ya había pasado una hora? No lo sabía, me había perdido en mi mundo y el tiempo había dejado de importarme.

Arrancó nuevamente y el viento volvió a chocar contra mi rostro pero esta vez no me escondí en su espalda. Miré todo lo que nos rodeaba, yo conocía dónde estábamos y algo dentro de mí me decía que también sabía hacia donde nos dirigíamos.

Nos detuvimos en el estacionamiento de la cafetería Ellen's justo frente al cementerio donde el cuerpo de mi hermano se hallaba tres metros bajo tierra. Me bajé de la moto y miré a Justin con el ceño fruncido.

Apagó el motor y ató el casco al asiento. No me miró ni me dijo nada, se dirigió hacia la cafetería y se sentó en una mesa con vista hacia el cementerio.

Solté un largo suspiro y luego entré para encontrarme con él. Me senté frente de él y observé su rostro. Estaba serio pero sus ojos estaban preocupados. Y yo sabía muy bien el por qué. Él estaba preocupado de que lo odiara después de esto.

Había considerarlo hacerlo, de hecho, pero no podía. No con alguien que se preocupaba tanto por mí. No con alguien que arriesgaba su trabajo para traerme a la tumba de mi hermano fallecido.

-Su nombre era Derek -le dije entrelazando mis manos. Estaba segura de que él sabía eso pero aún así me sentí bien diciéndoselo-. Era el mejor hermano del mundo -continué-. Siempre me ayudaba en todo y siempre me defendía. Él me enseñó a manejar y cuando estropeé el Mercedes de mi padre el puso la mejilla por mí. Una noche, después de que volví de una cita, entró a mi habitación y me dijo que se había alistado en el ejército. No lo entendí en un principio, él tenía sólo 20 años y estaba cursando abogacía. No me dijo el por qué pero creo que ahora lo sé. Odiaba nuestra vida, odiaba que nuestros padres nos ignoraran y quería un tiempo. Lo único que lo unía a Nueva York era yo y, lo peor de todo, es que yo nunca lo supe. No fue hasta que murió que entendí que él no quería ser abogado, tampoco un militar, el quería viajar por el mundo y mandar al demonio a nuestra familia.

-No debes contarme estas cosas... -comenzó.

-Quiero contártelo -lo interrumpí-. Al menos que no quieras escucharlo.

-Estoy seguro que tu hermano no quiere que llores a mares por él -tomó una de mis manos sobre la mesa y le dio un leve apretón-. Él querría verte sonreír.

Sonreí ampliamente ignorando las ganas de llorar. Iba a decirle que en todo este tiempo él había sido el único que me había hecho sonreír y sentirme querida pero no pude, las palabras no me salían y el valor había abandonado mi cuerpo.

Abrí mi boca para decirle algo, agradecerle por su gesto o cualquier cosa pero una mesera se acercó a nosotros y rompió nuestro momento y se llevo consigo todas mis oportunidades de decirle que él me importaba.



Say No More |Justin Bieber| |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora