1. Madrugada en Brooklyn

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Ahora, quizás, sea momento de escribir esta historia; esta que forma parte de mi vida, lo que hay detrás de aquello que he logrado hasta ahora. Lo que les voy a contar es la historia de como aprendí que lo imposible solo es un prejuicio, una mentira, una maligna creencia y, que treinta y cuatro años no son una barrera lo suficiente fuerte para que no se pueda tener realmente amor.
Les contaré desde el principio...

Emma

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...Éranse ya mas de dos semanas después del 21 de marzo y empezaban ya a calentarse los días. El sol brillaba poco a poco, cada vez más fuerte. Me alegraba el hecho de que estuviera muriendo el frío y empezara a renacer el calor.

Por alguna razón también sentía que aquel día iba a terminar con algo viejo y empezar con algo nuevo.
Más bien no lo sentía, lo sabía, estaba segura: terminaría con Luke ese día.

Llevaba toda la noche anterior pensando en que podría decirle para no hacerle sentir mal. En realidad lo prefería  como amigo, no como novio.

Desperté quince minutos antes de que sonara la alarma (no era la primera vez que pasaba en la semana, era como si lentamente me fuera acostumbrando a despertarme tan temprano de forma natural). Me bañé, me puse unos jeans negros, una blusa al azar, mi chaqueta de cuero y mis converses de bota azul. Me cepillé el cabello y no me dedique a peinarme, después me puse crema en la cara y un poco de brillo en los labios.

Cuando hube recogido todo lo que necesitaría en el día, salí de mi departamento en la esquina de Pierrepont St con Henry St. La calle estaba oscura, por que todavía no amanecía. Mis clases empezaban hasta las ocho, pero aparte de que vivía en Brooklyn y en Manhattan había más lugares para desayunar, me gustaba madrugar.

Caminé dos cuadras hasta la estación del tren subterráneo  Borough Hall, me subí a la línea roja. Me quedé parada, sostenida de un tubo, ya que en otras ocasiones me había quedado dormida, mientras veía con repugna una pequeña cajita con un moño rosa de corazones que sostenía en la mano. Se lo iba a devolver a Luke.

En el largo camino seguí formulando todo lo que podría decirle al pobre chico con el cual terminaría, pero no se me ocurrió nada.

El tren frenó. Me estremecí. Bajé en la estación 66 St.- Lincoln Center. El sol ya había salido mientras estaba en el subterráneo . Tomé aire. Salí y enfrente, cruzando la avenida, vi por milésima vez la imponente Juilliard School.


Treinta y Cuatro AñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora