13. Bajo el puente de Brooklyn

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-¿Segura que ya no quieres nada más?

-No, no gracias...

Empecé a buscar mi cartera y mi tarjeta del metro.

-Demonios

-¿Perdón?- se volteó después de dejar mis platos en el fregadero.

-Me robaron la cartera y mi tarjeta del metro.

-Bueno..., ¿quieres que....?

-No, no importa. No traía mucho dinero en la cartera, ya me lo había gastado y la tarjeta pues ya ni modo puedo comprar otra después, al fin y al cabo tengo dinero en mi casa.

...el problema era que no tenía idea de cómo demonios me iba a regresar a mi casa...

-Yo te puedo llevar a tu casa.

-No no, a la mejor y un taxi me cree y me deja pagarle cuando llegue a la casa.

Me saqué una solución absurda porque un favor más de ese hombre y... no sé... simplemente sentía que ya era ser demasiado aprovechado de mi parte.
Vio que me quedé pensando demasiado tiempo.

-Enserio, por mi no hay problema, solo dime dónde vives y te llevo.

-No, no, es que me da pena, siento que ya hiciste mucho por mi y nada de esto es tu culpa ni nada.

-Bueno, no es mi culpa, pero de todas maneras yo no me hubiera podido permitir que una mujer como tu anduviera bajando por la calle borracha, ni ahorita, después de haber estado en mi casa regrese a la suya a pie.

Creo que esa fue la primera vez que alguien en la vida me había llamado mujer de aquella manera.
Me sonronjé y él se dió cuenta.
Creo que nunca había sentido tanta pena. Este hombre pensaba de forma anticuada, y gracias a eso me hacia favores...
Noté que yo miraba al piso, así que levante la mirada y vi sus ojos marrones.

-...vivo en Brooklyn...

-Bien, te llevo.

-Enserio, muchas gracias.

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Recogí mi bolso y mi chaqueta. El ya me esperaba afuera. Al principio me saqué de onda por que no vi ningún carro al salir de su casa, pero después me pasó un casco y fue a cerrar la puerta con llave.

-Nunca me he subido a una motocicleta.

Él se puso otro casco y se subió a la moto.

-Bueno siempre voy muy lento así que no te tienes que preocupar mucho.

Su comentario me causó gracia. Por unos segundos me pregunté si estaba soñando o algo así.

Entonces me acerqué a la moto, abrí las piernas y me arrimé a él

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Entonces me acerqué a la moto, abrí las piernas y me arrimé a él. Antes de arrancar, sentí como sus grandes manos tomaban delicadamente las mías y las jalaba para que mis brazos rodearan su torso. Y empezamos a avanzar.

Al principio sentí un poco de miedo, porque aunque quizás no había exagerado mucho con su comentario, yo si sentía que iba bastante rápido. Me olvidé de los carros, del los cláxones, del ruido, de los semáforos, del tràfico; en ese momento solo me concentré en aferrarme a él, su perfume que era del mismo olor del de las sábanas. El momento duró bastante lo suficiente para estar a punto de llegar al puente de Brooklyn. Entonces pensé que nunca, en el tiempo que llevaba viviendo en Nueva York, nunca había pasado sobre él, si lo había visto demasiadas veces, pero nunca estado en él.

Levanté la mirada y empecé a admirar el panorama entero. Sentí el viento y el sol dominguero, el firme torso de Colin y los cables que sostenían el puente pasando a lado mío tan rápido que se difuminaban el cielo.

 Sentí el viento y el sol dominguero, el firme torso de Colin y los cables que sostenían el puente pasando a lado mío tan rápido que se difuminaban el cielo

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Cuando llegamos a Brooklyn le di indicaciones de como llegar a mi casa. Honestamente no quería que me dejara en mi casa por que me daba la sensación de que estaría más  aburrida y sola ahí que con él, pero me engañé a mi misma pensando que nada de eso sentía.

Llegamos afuera del edificio de mi apartamento y busqué mis llaves en el bolso, gracias a Dios esas si las tenía.

Le entregué el casco.

-Creo que no pararé de decírtelo,pero, gracias.

-Entonces creo que tendré que acostumbrarme a esa palabra.

-Gracias.

Sonrío mostrando sus hoyuelos.

Mi corazón, la verdad ya no lo sentía, por que los latidos se habían agotado tras esa acción de cara

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Mi corazón, la verdad ya no lo sentía, por que los latidos se habían agotado tras esa acción de cara.

Esperó a que entrara a mi casa y se fue lentamente, entonces volví a salir y me quedé viendo su silueta haciéndose mas chiquita en el horizonte

Esperó a que entrara a mi casa y se fue lentamente, entonces volví a salir y me quedé viendo su silueta haciéndose mas chiquita en el horizonte

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Treinta y Cuatro AñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora