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Aún sus toscas manos acunaban a la perfección los pechos de Dolores. Los besos todavía se sentían puros y sedosos como frutas de verano. La desnudó despacio, sin quitarse el anillo ni quitarle tiempo al acto. La luz intensa del sol los bañaba por completo, a través del techo descubierto.

Reconocía algunas marcas, ya casi inexistentes. Se arrodilló y volvió a acariciarlas, como el primer día, logrando que los diminutos vellos del vientre de aquella aparición perfecta se erizaran.

El aroma a jazmín era penetrante y sólo lograba vigorizarlo, recordando aquél tiempo en que sólo le importaba amarla.

La ropa se desvaneció, al igual que lo que hubiera estado sobre la mesada. Acomodó su remera en la superficie corroída y la sentó sobre ella. Su cuerpo sintió alivio, cuando estuvo en contacto con el femenino frente a él. Era su cuerpo, sus miembros, su mitad.

Mientras las gotas de sudor brotaban entre lospechos turgentes, que rebotaban ante cada embestida, hasta el ombligo en mediodel vientre chato, no pensaba en nada más que en el agujero negro quelentamente cambiaba de forma y color, hasta ser la luz que se lo tragabaentero. 


Bajo la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora