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Se miró al espejo, en su habitación. De frente, no era tan terrible. Ahora, de perfil... ¿qué había pasado con su abdomen marcado como una caja de ravioles? Pensó en Lola y en lo segura que estaba de sí misma. Tenía con qué. Era hermosa y besaba como los dioses.

Quería decirle a sus compañeros bomberos que había hecho el Kama Sutra completo con ella y que era una muchacha que lo acosaba y a la cual le había dado el gusto. Sin embargo, no estaba en su naturaleza mentir.

Sólo podía decir que la había besado tiernamente, durante unos veinte minutos. Sin parar. Pero, más allá de lo que fuera a pensar el resto, le hacía sentir inseguro que alguien como Lola no hubiera dado señales de querer nada más.

No porque fuera promiscua, sino porque no parecían importarle las opiniones ajenas ni los mandatos sociales.

*

Dolores paseaba por una pradera de pastos verdes y suaves. El vestido era largo hasta sus pies y bailaba; y el sombrero de paja la protegía del sol. La brisa le movía el cabello y una canción dulce y romántica vibraba entre los cientos de dientes de león.

—Cariño, no cantes. Me desconcentra.

Bajo la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora