Mauro se miró al espejo y, por primera vez en su vida antes de una cita, no evaluó sus músculos o su barriga. No podía dejar de verse la cara en el espejo. No se reconocía bajo esas ojeras pronunciadas y el rostro demacrado. No era él, quien siempre había tenido una personalidad alegre y positiva.
Había pasado más de cuatro meses desde aquel día en el aeropuerto, pero aún había noches en las que no podía dormir, con la vista clavada en el techo, sin poder borrar el rostro suave y sonriente de Lola de su mente.
Ese día no saldría con la frescura de Dolores, sino con la normalidad de Fernanda. Simpática, dulce, previsible...
Pese a que le gustaba, aún amaba al recuerdo de aquella muchacha con lentes de sol y capelina; y no lo emocionaba Fernanda, pese a todas sus buenas cualidades. No lo emocionaba nadie. Había accedido a salir con ella, ya que sus amigos estaban preocupados por él.
Temía estar roto de por vida. Lo horrorizaba pensar que no volvería jamás a ver en colores.

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Bajo la piel
RomanceHay quién recomienda no hablar de trabajo en la primera cita. En el caso de Dolores, es ahí por donde debería empezar.