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Fernanda no había dejado de hablar de las flores que había visto en el vivero y de las muchas ganas que tenía de arreglar todo el jardín, llenándolo de color y alegría. Mauro, por su lado, aún se encontraba afectado. Había viajado en el tiempo, tres años y medio atrás, en menos de un segundo.

Llegaron a la casa y su mujer se apuró a dejar el regalo en la entrada, pues tenía que bañarse y arreglarse para la cena de esa noche, en casa de sus amigos. Se llevó a Matilda, para bañarla también y aprovechar mejor el tiempo.

Tirado en el sillón, su mirada se encontró con la maceta. Reconocía las gardenias, pues Lola había tenido aquellas flores en su terraza y siempre le habían gustado mucho. La había visto cuidarlas con ternura y cariño.

Mientras recordaba cada momento rodeado de gardenias, notó la etiqueta floreada que nacía de la cinta decorativa, rodeando la maceta. Se puso de pie azorado y levantó el cartoncito, mareado.

"El jardín de Helena".

Miró a su alrededor, las fotografías de su familia, su nuevo hogar, tomó las llaves del auto y salió de la casa, sin pensarlo.



Bajo la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora