Bajo la piel

22

—Uno creería que estarías subido de peso, una vez casado. Pero tienes una tabla de lavar —rió ella, aún desnuda y sobre la mesa.

—Siempre me sentí acomplejado. Soy socio de un gimnasio, voy todos los días —contestó él, a su lado.

Lola se estiró para alcanzar su bolso y revolvió hasta sacar dos chupetines. Le entregó uno a Mauro y desenvolvió el suyo. Él se dijo que había cosas que no cambiaban.

—Es mejor que fumar —explicó ella, con una sonrisa—. ¿Así que ahora eres el bombero sexy?

—No —carcajeó—, conseguí trabajo en un banco.

—¡Pero tu amas ser bombero!

Si bien sonreía, no era una expresión sentida. Se encogió de hombros y recostó la espalda contra la pared.

—Quiero darle lo mejora mi hija —suspiró.

Al ver la felicidad y la tristeza arremolinadas en su rostro, Lola se incorporó y se sentó a horcajadas sobre él, para amarlo una vez más.