La campanilla de la puerta sonó y Lola dejó sus guantes en la mesada, para atender al recién llegado.
—¡Pero qué cosa más bonita! ¡Feliz primer año, belleza! —exclamó, acercándose a Mauro y a Matilda.
—Era hora de que se conocieran. Después de todo, son lo más importante que tengo —Lola le sonrió con picardía y complicidad.
—No deberías decir eso —le recriminó con una sonrisa.
Lola tomó a Matilda en sus brazos y comenzó a jugar, haciéndole caras, logrando que las suaves carcajadas de la beba resonaran en el local.
—Hablaré con Fernanda, mi mujer —explicó, pues nunca le había dicho cómo se llamaba, antes.
Ella dejó de hacer morisquetas y lo ametralló con la mirada.
—No tienes que hacerlo por mí —negó con la cabeza, abrazando a la beba—. Además, Matilda debe tener una casa con una familia feliz. Unida.
—Lo hago por nosotros dos y también por ella... no merece un padre infeliz.

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Bajo la piel
RomanceHay quién recomienda no hablar de trabajo en la primera cita. En el caso de Dolores, es ahí por donde debería empezar.