Hacía tiempo que había dejado de preguntarse si había hecho lo correcto, dos años atrás, en aquél aeropuerto. Sin embargo, aún pensaba en ella, de vez en cuando. Parado de traje, esperaba pacientemente, frente a toda la concurrencia, con una expresión de serenidad que no reflejaba su estado interior.
El moño le apretaba el cuello, lo asfixiaba, y podía sentir físicamente la presión de la mirada de su madre y su padre, llegados desde hacía apenas unas pocas horas, del campo.
Plenamente consciente de que aquello no era una buena señal, se mantuvo allí, de pie, con rostro tranquilo, mientras, desde el otro extremo del recinto, Fernanda caminaba lentamente, bella y blanca como nunca.
La amaba, su vida era lo que él esperaba, desde que estaba con ella. Sin embargo, el estómago no dejaba de revolver su desayuno.

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Bajo la piel
RomantikaHay quién recomienda no hablar de trabajo en la primera cita. En el caso de Dolores, es ahí por donde debería empezar.