—Te propongo un juego —dijo Mauro, sentado frente a Lola en el piso flotante del mono-ambiente.
Louis Armstrong sonaba de fondo, con la compañía de Ella Fitzgerald. El sol bañaba todo el departamento y la coneja de Dolores comía caramelos para conejo en la terraza.
—¿Un juego? —preguntó ella, dejando de lado su vaso descartable de café helado, repleto de crema y caramelo.
—Sí, te va a gustar —sonrió.
Lola rio y miró esa cara repleta de pecas, acompañada por un par de ojos buenos. Con los años, había aprendido a leer la esencia de la gente, a través de sus ojos. Los ojos de Mauro decían "inocente" por todos lados.
—Okey. ¿Qué hacemos en este juego?
Él se sonrojó y sonrió. Lola levantó las cejas, pícara, en respuesta.
—Levanta la mano, así, pon la palma frente a mí —explicó, mientras tomaba la mano de Lola y la acomodaba—. Ahora cierra los ojos.
Ella acató.
—¿Vas a violarme, Mauro? —lo escuchó carcajear.
—No, me gustan mis mujeres dispuestas.
—Bien —sonrió ella, sin abrir los ojos—. ¿Qué hacemos ahora?
—Dime en dónde está mi mano ahora —ordenó en voz baja.
Ella iba a hacer un comentario ácido, haciéndose la graciosa, pero decidió jugar. Tomó aire y trató de prestar atención. No la estaba tocando, pero sentía en la palma elevada el calor de un radiador.
—Está en mi mano —contestó.
—Perfecto, puedes bajar la mano. Ahora, deberás adivinar de nuevo en dónde está mi mano —ella asintió, se cruzó de piernas y enderezó la espalda.
Sintió un calor intenso en la rodilla y eso dijo. Luego lo sintió en el hombro y a aquello, por algún motivo, su cuerpo respondió inclinando la cabeza hacia el lado contrario, dejando su cuello a la intemperie.
Comenzó a sentir el perfume de Mauro, que era suave, probablemente no fuera un perfume propiamente dicho.
Por unos segundos, no sintió nada más que la brisa fresca que entraba por la ventana. Se preguntó si el juego había terminado y a punto estuvo de abrir los ojos, pero sintió calor. Un calor intenso y abrasador en su rostro, seguido de un aroma ligero a pasto recién cortado y árboles de corteza oscura y fuerte.
Entreabrió los labios y se acercó, hasta apoyarse en la boca de Mauro en un beso diminuto y suave.

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Bajo la piel
RomanceHay quién recomienda no hablar de trabajo en la primera cita. En el caso de Dolores, es ahí por donde debería empezar.