Noche peculiar

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"Querido Camus:

Primero que nada te pido disculpas por no haberte dicho nada en su momento, se que hice mal y que tenias derecho a enterarte por mi boca y no así pero sinceramente creí que esto era lo mejor sobre todo para ti.

Yo se que en aquel momento te alejaste de mi para protegerme y siempre te voy a estar agradecida por eso y por haberme regalado a Shiori, pero si tuviera que elegir lo haría de nuevo.

Lo más seguro es que te cueste congeniar con ella al principio, es una niña muy terca y orgullosa cuando quiere pero en el fondo es muy dulce, buena y sobre todo sensible, solo le cuesta entrar en confianza.

En esta caja te dejo un álbum de fotos, unos videos caseros de los cumpleaños y momentos importantes de Shiori. Además de un diario donde he escrito todo lo que ha hecho durante estos años día a día.

Tendrás que disculparme por la falta de fotos del embarazo, pero a decir verdad hay solo una foto por

Mes por obligación de mis padres ya que durante ese periodo estuve muy triste, pero cuando me pateaba y una vez que nació nuestra hija cambio todo: ella me devolvió la alegría al parecerse tanto a ti.
Mis padres creyeron que ocurriría todo lo contrario, por suerte se equivocaron. Gracias a ella ya no pude estar triste, así que espero, no estoy segura que te pasara lo mismo.

Se que sabrás cuidar bien de mi, perdón de nuestra princesita.

Te pido perdón nuevamente por no decírtelo antes pero lo creí mejor así.

Te ame, te amo y te amare por siempre.

Sophia

PD: De veras no te preocupes si Shiori te trata de manera fría o hasta descortésmente, es parte de su coraza. Tampoco te sientas en la obligación de cuidarla, estas en todo tu derecho de no querer hacerlo, por lo que no debes hacerte problema si esa es tu decisión. Shiori tiene excelentes amigos que se harán cargo de ella hasta que sea mayor de edad y yo le he dejado todo lo que necesitara hasta ese entonces y más también. ¨

Camus terminaba de leer estas líneas con gran pesar, solo dejando escapar una de las tantas lágrimas que querían salir y muchas dudas en su cabeza: ¿que debía hacer ahora? ¿Quedarse con Shiori en el santuario? ¿Irse con ella? ¿Dejarla con sus amigos y tal vez visitarla de vez en cuando o tal vez nunca y hacer como si este encuentro jamás habría sucedido?

La mente del caballero era un hervidero de preguntas que por el momento no tenían respuestas. Suspiro y volvió a dejar la carta dentro de la caja para luego dejar esta debajo de su cama; por último se dirigió hacia la entrada de su templo para sentarse en las escaleras y ver si la noche y las estrellas le ayudaban a encontrar una respuesta, ya era sabido que no dormiría esa noche.

Al mismo tiempo, en el templo de Athena, todos sus ocupantes dormían plácidamente con acepción de alguien...

-Mami...ma ­ se revolvía incomoda en la cama mientras soñaba-mami no por favor...¡ Mami! ­grito Shiori, despertando sobresaltada a causa de la pesadilla que había tenido-otra vez tuve esa pesadilla -murmuro en voz baja con la respiración agitada al tiempo que cerraba los ojos y se aferraba con fuerza al pequeño muñeco de peluche en forma de pingüino que la acompañaba en las noches a pesar de la edad que tenia ­ es la tercera vez que la tengo desde que todo ocurrió ­ recordó abriendo los ojos ­ -y la segunda vez que me despierto esta noche, lo único que falta ahora es que me digan que voy a tener que quedarme aquí y empiece a sufrir de insomnio- ­ dio un suspiro de resignación con los ojos cerrados para luego abrirlos y posar su vista en el pequeño animal.

Una dulce y apenas visible sonrisa se dibujo en su angelical rostro, la cual se desvaneció enseguida.

­ Nunca me ha gustado dormir sola y ahora menos ­ admitió en tono apagado.

De casualidad había llevado el peluche con ella en el bolso donde llevaba las cosas para Camus, además de un pijama y una muda que sus amigos insistieron en que llevara por si debía quedarse allí por alguna causa. Finalmente tuvieron razón, volvió a sonreír al darse cuenta de ello.

Se levanto y se asomo a la ventana de la habitación. La vista de aquel lugar era impresionante: podía apreciarse perfectamente todo el santuario cubierto por un manto de incontables estrellas. Para ella solo le faltaba estar en otra situación y que el mar también se pudiera ver y escuchar, como ocurría en su casa.

Cuantas veces se había subido al techo de su cuarto para poder observar la costa y las estrellas al mismo tiempo, cuánto tiempo pasaba allí buscando todas las constelaciones que sabía, hasta que la atrapaban y prácticamente la obligaban a acostarse alegando que era muy tarde para que estuviera despierta, claro que en varias ocasiones cuando eso ocurría ya casi amanecía.

Ya no podría hacer eso si se quedaba en ese lugar, pero aunque no quisiera, si Camus aceptaba debía vivir con él. Como se arrepentía de haber hecho esa promesa ahora pero de inmediato se reprimió ese pensamiento, eso fue lo último que su madre le pidió y aun que le costara lo iba a cumplir. No había roto una promesa nunca y no iba a empezar ahora además que son 6 meses estaba segura que cuando se quisiera dar cuenta estaría viviendo con Christian felizmente como hasta hace unos días.

Suspiro y poso su vista en la hermosa luna llena que adornaba e iluminaba el firmamento con ayuda de una estrella fugaz que lo surcaba en ese momento. Sin querer y casi por inercia comenzó a entonar una canción que le venía a la mente.

Esa dulce y melodiosa voz apenas si podía escucharse alrededor de ella pronunciando una triste melodía que le traía a su mente bellos momentos.

Cerró los ojos y una solitaria lágrima rodó por su nívea mejilla hasta su boca apagando por esa noche su dulce voz.


La princesa del hielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora