Aquella calurosa tarde tan sólo se percibía un sonido en toda la capital de Whërtia. Las campanas llenaban el aire con su música, sonaban por los reyes caídos, por Marieia y Camildor Dranile. Por sus almas que ahora acompañaban al Gran Dragón Durmiente en su vigilia.
El funeral había terminado y ahora sólo Luxia permanecía allí junto a las placas de mármol con los nombres de sus padres grabados y un montón de lágrimas que mojaban la piedra fría. La joven princesa se tumbó sobre ellas y cerró los ojos. Las paredes del mausoleo real protegían su cuerpo y a aquel triste espectáculo de ojos curiosos y chismorreos. Tomó una de las flores, que algún invitado a la ceremonia había dejado allí para los difuntos, la acercó a su nariz y aspiró su dulce aroma. Era una alledah azul, la flor favorita de su madre.
Había llegado a Dracania tres días atrás y los había pasado junto a aquellos ataúdes blancos. Oscandra había tenido que retenerla entre sus brazos cuando los Hijos Susurrantes habían tratado de llevarse los cuerpos para prepararlos. La dulce e indefensa Luxia nunca había estado lista para vivir algo así, para despedirse.
También había sido duro presenciar la ceremonia pues se había encontrado rodeada de rostros llorosos que no habían contribuido a hacerla sentir mejor; aunque peores eran los ánimos falsos y los abrazos que ocultaban posibles puñaladas. Whërtia necesitaba una nueva cabeza, un gobernador fuerte, decidido y poderoso. Oscandra había defendido que ambas debían ocupar los tronos, reinar juntas la herencia de sus padres. Juntas, como siempre habían estado desde que fueron engendradas. Sin embargo esta idea había quedado descartada de inmediato. Todos los gobernadores de cada una de las provincias de Whërtia habían votado y dictaminado que únicamente Oscandra debía reinar, sólo los völcanios eran capaces de tomar las riendas, pues así había sido desde que el dragón había comenzado su vigilia. Y todo rey necesita una pareja, un compañero, alguien con quien impartir justicia y tener herederos. Por este motivo los preparativos para la boda de Oscandra eran ahora lo más importante, en treinta días ella y Shaith unirían sus almas y serían coronados como trigésimo terceros reyes de Whërtia. Al pensar en el joven pelirrojo, su rostro no pudo evitar contraerse en una mueca de dolor y todo su cuerpo se encogió, trató de abrazar la piedra sobre la que yacía buscando un calor materno que no estaba allí. Su voz salió ronca y rota, incapaz de elevarse ni ser más que un triste susurro.
—Vosotros sois los únicos que nunca me disteis la espalda, que nunca me juzgasteis ni me dejasteis de lado porque mis ojos no brillasen dorados. Los únicos que nunca deseasteis que fuera distinta porque me queríais aunque el Dragón no confió en mí. Oscandra intenta ocultar su decepción, pero sé que en el fondo siempre ha sabido que desde que cambió ya no somos tan parecidas. Sé que me quiere, sé que ella me protegerá en vuestro nombre, sin embargo, siempre habrá algo de rechazo tras su iris brillante como el oro. Y Shaith...
Rompió a llorar una vez más, aunque había pensado que no podría hacerlo. Les contó que lo amaba, que siempre lo había amado. Les contó que de pequeña soñaba con casarse con él y vivir años a su lado. Les narró el dolor que sentía su corazón cuando le veía rodear a Oscandra con sus brazos y besar su pelo blanco o sus labios. Cómo echaba de menos el tacto de su mano agarrando con fuerza la suya cuando la gente miraba, en aquellos tiempos en los que había sido un gesto inocente entre niños. Confesó que le amaría sin descanso por siempre.
Cuando su boca se quedó seca y no hubo más palabras que pronunciar, se levantó despacio y caminó hasta la enorme puerta de piedra. Se giró al llegar a esta para observar una última vez aquella estancia dedicada a esas dos personas que la vida tan cruelmente le había arrebatado. Les sonrió, pues era así como ellos habrían querido verla, y les susurró lo orgullosa que estaba de ser su hija. Pronunció una plegaria para cada uno de los cinco dioses y deseó que el viaje de sus padres por el otro mundo les estuviese resultando ameno y agradable, ellos merecían la felicidad eterna que allí les aguardaba, merecían un hermoso trono en la cima del divino Volcán.
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La Vigilia del Dragón
FantasyLos reyes de Whërtia han sido asesinados de forma misteriosa en la sala del trono en la capital del reino, Dracania. Sin testigos sólo quedan preguntas y recelos. Las princesas Oscandra y Luxia Dranile cargan ahora con el peso de encontrar al c...