Dögrath estaba igual que como lo dejó, había temido que Coopel hiciera de las suyas, de nuevo. Aún había bullicio debido a la Semana del Comercio, que parecía haberse alargado debido a su ausencia ya que los líderes de los gremios comerciantes tenían por costumbre reunirse con él antes de su marcha.
Al atravesar las calles que conducían desde la puerta norte hasta el Bastión de los Susurros, las gentes les iban abriendo paso. Sólo eran cuatro personas: Muerte con su brillante armadura violácea, tras él se alzaba el imponente Guerra en su fornido garañón negro; a la cabeza de la marcha iba Kräke y tras él Ymar Naa, que lucía unos tatuajes azules que se enroscaban en sus brazos desnudos y su cuello, que junto a su expresión fría y sus ojos fieros inquietaban a más de un transeúnte.
Ya en el patio interior les recibió el mozo de cuadras para llevarse a los caballos hasta el establo. Fue fácil con tres de aquellos animales, pero la yegua de la nueva reina era tan indomable como su dueña. Ymar le dijo que la dejaran sin más, que ya encontraría sola el establo. Era una yegua blanca, de musculatura recia, crines blancas como las nieves del invierno y ojos rojos como el fuego de Cumbre Terror. El mozo aceptó aquello sin más y se llevó a los tres animales dejando a Vorágine a sus anchas.
En el interior se despidieron de los dos jinetes, y sin mediar palabras entre ellos, se encaminaron hasta la Cámara del Consejo. La intención de Kräke era preparar todo para la reunión con los líderes de los gremios, pero al entrar en la sala ya estaban todos allí, junto a Oläe Morken. Aquella mujer aparecía de la nada y de la misma manera desaparecía, pero siempre parecía saber cuándo se la necesitaba para no dar señales de vida. Sus ojos rosados, su cabello casi blanco y su extravagante personalidad la hacían ser objeto de desconfianza entre aquellos que no la conocían. Las ropas rojas que vestía parecían una espesa neblina carmesí que envolvía su cuerpo como una nube de tormenta.
—Llegáis tarde. —Oläe se deshizo en una nube de polvo para volver a unirse en uno de los asientos de la gran mesa rectangular—. Tomad asiento, he preparado uno para vos, alteza —dijo dirigiéndose a Ymar Naa.
Sentados a la mesa se encontraba, a la derecha de los reyes, Lenessia Anfisbaena, de ojos violetas y cabellos color plata, lideraba a las Hermanas de la Orden del Fuego. Iba ataviada con una armadura de cuero rojo y blanco con unas aberturas en la espalda por las que sus seis alas negras salían al exterior.
A la izquierda de los reyes se encontraba Ralhur'amass, el líder de los Hijos de la Noche. Iba vestido con una armadura de metal negro que escondía debajo de una túnica negra con capucha del mismo color con finas líneas moradas. La oscuridad que le brindaba aquella cobertura apenas dejaba ver sus ojos completamente rojos salvo por un iris violeta que apenas sí llamaba la atención. Era un hombre huraño y comedido, no solía participar en debates. Simplemente iba y venía de un lugar a otro como si fuera una sombra.
Por último, a la siniestra del Hijo de la Noche, aunque de pie, se encontraba Suplicio. Aquel hombre lideraba a los extraños Siervos de Turanth. Llevaba el torso al aire mostrando un cuerpo menudo y quebradizo azotado por el hambre pues aquella orden sólo comía si su dios les hablaba, cosa que sólo ocurría tras los delirios producido a consecuencia de los castigos que se infligían. Su piel era pálida como la leche y estaba surcada por numerosas venas negras de las que sólo la Providencia sabrá su origen. Cicatrices y quemaduras decoraban aquel ser salido de las pesadillas.
—Ivm utubm akattiës —dijo Ralhur'amass a modo de saludo con su voz etérea. Sólo Kräke y Oläe Morken sabían qué significaba realmente.
—Ess un placer esstar de nuevo en essta ssala. —Suplicio pronunció aquellas palabras como si fuera una serpiente que había aprendido a hablar.
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La Vigilia del Dragón
FantasyLos reyes de Whërtia han sido asesinados de forma misteriosa en la sala del trono en la capital del reino, Dracania. Sin testigos sólo quedan preguntas y recelos. Las princesas Oscandra y Luxia Dranile cargan ahora con el peso de encontrar al c...