Los cascos de los caballos resonaban al chocar contra las piedras del camino más allá del Muro de Runas. Había sido sellado con una de magia perdida siglos atrás, pero si conocías el encantamiento adecuado podías atravesarlo como si de una cortina de humo se tratase, y eso hicieron. Ymar Naa debía llevar a Kräke la capital de Runaria: Jöten. Mientras cabalgaban él iba rememorando aquella conversación que tuvieron tras la batalla.
—¿Qué necesitas? —había preguntado él para saber cómo llegar a un acuerdo en el que no fuera necesario derramar más sangre.
—A ti.
—¿A mí? Explícate.
—Eres el único svërd que ha conseguido derrotarme, eso te hace digno.
—¿Svërd? ¿Digno? ¿De qué estás hablando? —Cuanto más trataba de entender, menos entendía.
—Necesito que la semilla crezca y sea fuerte porque mi tiempo en este mundo se acaba, lo dicen los astros, está escrito en los cielos.
—¿Cómo puedo ayudarte? —preguntó, aunque ya imaginaba cuál sería su respuesta.
—Debemos enlazarnos y entonces, bajo la atenta mirada de los astros, debes tomarme y llenarme de vida —contestó.
—¿Esto pondrá fin a los derramamientos de sangre?
—Lo hará y además tendrás a tus órdenes a la nueva Maestra de la Guerra, Kaehlan Naa.
—¿Bajo mis órdenes? Sería más probable que Coppel me jurase lealtad eterna y rindiese a Ustat bajo mi mando que eso. —Se echó a reír.
—¿Coppel?
—Olvídalo.
La voz de Kaehlan le sacó de su ensoñación. Habían llegado a su destino, ante ellos se alzaba Jöten. Construida en la ladera del Monte Nella. Todo lleno de vegetación en la base y seguramente de blanca nieve en su cima. La ciudad estaba formada por edificios con forma de prisma construidos en piedra negra. Parecía estar de gala, era previsible pues Ymar había mandado un ave mensajera días atrás para avisar de su «triunfo». La ceremonia debía esperar al día en que las tres lunas se viesen con mayor claridad en el cielo.
Tras su conversación con Ymar Naa durante la batalla, no había vuelto a cruzar palabra con ella. Sí lo había hecho con Kaehlan y con sus Jinetes de la Plaga. Por el momento todo estaba marchando bien, pero el verdadero problema residía en su vuelta a Nossantra, las familias de los caídos en batalla no lo asimilarían tan rápido e incluso podrían ponerse en su contra, pero si eso significaba evitar más muertes, correría el riesgo.
Anuros había accedido a regresar a Dögrath y transmitir la situación, su compañera de alma lo haría en Ladesh y Vergerius lo haría en Enys, que ya estaba allí. Por otra parte, estaba seguro de que Coppel ya había informado a Ustat con su propia versión de los hechos. Kräke sabía que no era un hombre de confianza, pero él no los elegía.
«¿Cómo le irá a Nagan? ¿Habrá llegado ya a Whërtia?» se preguntó para sí. En cierta manera le preocupaba por la relación que ambos reinos tenían desde el asesinato de los reyes.
Cruzaron el arco de piedra que señalaba la entrada y las gentes de las calles les abrían paso para que la caravana pudiese avanzar. Formaron una fila con Ymar a la cabeza, seguida de su mëister svërd, Skadi, y después venía Kaehlan. Tras ellas, Kräke y sus dos Jinetes. El resto de su ejército estaba de regreso a sus provincias. Confiaba en la palabra de la Maestra de la Guerra, pero por si algo se volvía en su contra Guerra y Muerte podrían sacarle del apuro si fuese necesario.
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La Vigilia del Dragón
FantasiLos reyes de Whërtia han sido asesinados de forma misteriosa en la sala del trono en la capital del reino, Dracania. Sin testigos sólo quedan preguntas y recelos. Las princesas Oscandra y Luxia Dranile cargan ahora con el peso de encontrar al c...