QUINTA HOJA

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La nueva misión

Ya ha pasado un mes con Guillermo en mis intereses.

Estoy escribiendo en clase de química. Prefiero hacer esto antes de hacer estallar el laboratorio, porque esta asignatura no es mi fuerte. Además la profesora me tiene mala y aunque haga las actividades me reprobará igual.

He descubierto nuevas cosas sobre el chico de mejillas abultadas. Aspectos que tal vez sean muy comunes, pero en Guillermo todos se vuelven especiales y sinceramente aún no le hallo una lógica razón.

Le gusta dibujar y es muy, muy, muy inteligente. De igual manera, sigue siendo muy tímido y callado con todos. Es muy reservado, quizás esa es una de las razones por lo que me llama tanto la atención.

Me gusta verlo concentrado mientras escribe o como escucha atento lo que dice el profesor durante la clase, porque generalmente muerde su labio y maldición, es muy encantador.

Hasta ahora, solo se ha hecho un amigo en la escuela. Un pequeñajo llamado Alejandro. Siempre lo hace reír y sí, a mí me fascina escucharlo. Y me da envidia no poder ser el que provoque su risa.

Sigo yendo a sus entrenamientos. Nada excelente, es muy ágil y veloz. Se ve tan feliz y lindo en el agua, que es inevitable no encantarse viéndolo nadar.

Por lo mismo, hace un par de días vi como una chica se acercaba a donde él estaba y le coqueteaba. Sentí mi sangre hirviendo en ese momento, pero el alivio llegó de golpe cuando él, sonrojado, la rechazó de buena manera. Guillermo no trata mal a nadie. Y eso es demasiado adorable.

El café se ha vuelto una adicción. Voy día por medio a la cafetería donde él trabaja... Y, aunque me cueste creerlo, se ha convertido en una necesidad el verlo con su delantal y camisa blanca, que a Guillermo le queda impecable. Todo le quede impecable, perfecto.

Borja se ha dado cuenta de mi forma de mirar al chico de ojos achinados y cuando me pilla viéndolo, simplemente palmea mi espalda y me dice: "Estás jodido amigo." Yo lo golpeo. Más por vergüenza que por enfado, porque en el fondo sé que realmente estoy perdido.

Guillermo... es lindo escribir su nombre.

Ahora me siento como un pringado.

Quisiera entender cómo y por qué me gusta un chico que ni siquiera sabe que existo.

Sí, obviamente me ha visto un par de veces. Pero... yo lo veo todos los días. O bueno, lo espío todos los días. Eso no es justo.

Ahora no sé qué hacer. No quiero arriesgarme a hablarle y que me mande a la mierda. Bueno, Guillermo nunca haría eso. Él es gentil y dulce. Me gusta también eso.

Podría mover el culo (como me dice Borja) y empezar por hacerme su amigo, luego saber si tengo una oportunidad con él. Y así, terminar de aclarar todos mis sentimientos. Aunque ya sean más que evidentes.

Mejor dejo de escribir que la profesora me está mirando feo.

Recordar: conquistar a Guillermo.

O al menos lograr hablarle que eso será lo más complicado.






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