DÉCIMA SÉPTIMA HOJA

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La hostilidad reemplazada por dulzura

Me encargué de investigar al idiota al que lamentablemente me tocó conocer antes de ayer en la piscina. Solo pude saber que está en el equipo de natación y se la mete a todo lo que se mueve. Y Guillermo está en esa lista. Lo que quiere decir que lo único que quiere es tener un polvo con él y adiós, si te he visto no me acuerdo; nada serio. A diferencia de Ismael, yo quiero una relación estable con el hermoso chico de ojos achinados; quiero enamorarlo, darle cariño, protección, mimarlo, hacerlo feliz. Siempre.

Ismael es un baboso que piensa que todos las personas son sus putas, a las cuales puede agarrar cuando quiera y usarla a su antojo para su propia satisfacción. Pero no amigo, no permitiré que le toque siquiera un pelo a Guillermo. A él no.

¡Ah! Escribiendo de, valga la redundancia, Guillermo, ayer en clases de matemáticas nos asignaron como compañeros para hacer unos cuantos ejercicios y tuve que pasar toda la tarde con él en su casa. Obviamente yo estaba muy feliz de poder pasar más tiempo a su lado y más si iba a verlo con su carita de concentración. Pero en su casa había alguien que no le gustaba mucho mi presencia...

No fue fácil. No fue jodidamente fácil.

Al principio, cuando recién estábamos viendo a que casa iríamos, yo iba a proponer ir a la mía para evitar un mal rato con la progenitora del chico (eso y porque me da miedo). Pero me retracté al recordar a mi madre. Estoy seguro que me pondría en vergüenza y no sólo a mí si no que también a Guillermo. Primero exclamaría "¡Por fin traes a un chico! ¡Ya era hora, gracias a Dios!". Preguntaría si somos novios, y comenzaría a toquetearle la cara al chico diciendo "Que adorable eres tesoro, Samuel se ganó la lotería contigo. ¿Cómo alguien así de lindo puede estar con mi hijo? Uh, ¿Eres pansexual verdad?". Es que lo veía venir chaval. Tal vez digáis "Ay Samuel, estás exagerando" No, no soy exagerando.

Desde esa vez que le dijo a un chico que todo lo que no tengo de voz masculina lo tengo entre medio de las piernas, no he vuelto a llevar a nadie a mi casa.

Además, no convenía que Guillermo entrara a mi habitación. No solo porque prácticamente todo fuera morado y tuviera miles de bonitos unicornios por todos lados, si no porque detrás de mi puerta tengo un collage con fotos de él, que tomaba cuando estaba distraído... Ajá como un jodido psicópata.

Así que no. Ir a mi dulce (extraña) morada no era una opción.

Por lo que le dije de inmediato que sí cuando ofreció ir a la suya. No podía ser tan malo estar una tarde con esa señora cerca mío... O eso creía.

Para que decir que la bienvenida no fue nada agradable. Ella abrió la puerta con una sonrisa, supongo que esperando encontrarse con su hijo solo, pero al verme hizo una mueca de desagrado que, Jesús, si hubiera habido un bebé por ahí de seguro habría llorado.

Saludó a Guillermo con dos besos en las mejillas, y se fue hacia dentro. Quedé con el 'Hola' atorado en la garganta. El chico iba a disculparse pero negué encogiéndome de hombros, diciéndole risueño "Ya me voy acostumbrando, no le gusta mucho saludar ¿o sí?". El rió levemente diciendo que no con un meneo de cabeza y me invitó a pasar.

Subimos al segundo piso, sintiendo la mirada de la señora a mis espaldas. El pasillo contaba de cinco puertas, dos a cada costado y una al final. Guillermo se encaminó hacia la segunda de la derecha. Yo le seguí mirando con curiosidad la habitación al lado de la suya. Tenia colores femeninos y unos cuantos pósters pegados en la pared. Recordé que Guillermo me había dicho que tenía una hermana. Carol si mal no recuerdo. Me parece que está en una especie de instituto privado lejos de Madrid, en el cual se queda toda la semana. Por eso nunca la he visto.

Entramos y comenzamos a hacer los ejercicios (de matemáticas). No puedo decir que pasó de todo ahí porque simplemente no fue así. No tenía ninguna intención de alterar la paz que se había creado. Así que solo me dediqué a trabajar y disimuladamente observar la preciosura de Guillermo.

Al acabar, ya eran más o menos las siete de la tarde. Él me invitó a cenar y yo quería decir que no para no pasar más incomodidades con su madre. Pero a Guillermo no se le puede decir que no, por lo que en un instante, estábamos los tres sentados en la mesa rodeados de un silencio sepulcral.

Yo me dedicaba a mirar mi plato y comer 'decentemente' para no causar la impresión de ser un cerdo. Aunque en mi casa por poco y comía con la mano. La señora me observaba detenidamente. Aún no comprendo que es lo que quiere lograr con eso.

Yo comenté que la comida estaba sabrosa, por cortesía y porque era la verdad. Y ella respondió un seco "Gracias." Mh, al parecer tenía un poco de modales.

Guillermo miró mal a su madre. Y volvió el silencio. Pero fue interrumpido con la suave voz de el chico preguntando por qué Lana había gritado en el almuerzo y yo le respondí que era porque sin querer yo había derramado jugo en su camisa. Llamó la atención de todos los que estaban ahí con el chillido que pegó. Guille rió y su madre pronunció "Imbecille" con una sonrisa de burla, haciendo a su hijo detenerse, fruncir el ceño y exclamar "¡Mamma!". Ella se encogió de hombros y se fue. Jamás entendería a esa señora.

Ambos nos quedamos en silencio y Guillermo me pidió disculpas. Yo le sonreí tomándomelo como broma, pero en el fondo me dolía no poder ganarme el respeto de su madre.

Espero poder entender alguna vez esa hostilidad.

Le dije a Guille que ya debía irme, que le agradecía por la cena y me levanté. Me acompañó a la puerta y sin previo aviso, me dio un cálido besito en la mejilla, dejándome con el corazón a mil por hora. Murmuró con sus mejillas enrojecidas "Nos vemos Samuel", y nunca antes se había escuchado mi nombre más dulce que en sus labios.

Hojas de libreta [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora