Ahh... chica difícil y tímida

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  Hoy es el día, hoy robaremos el examen de Historia. Anoche no pude dormir ni un rato pequeño por los nervios. Me dediqué a salirme a las escaleras del edificio por primera vez, después de que terminó mi amistad con Nicola. Hay algo en esas escaleras que me calma y no hay nada que me separe de ellas, ni siquiera mi resentimiento hacia lo que pasó.

Durante las clases no estuve concentrada y por si fuera poco también hubo examen de química, pero de puras teorías, así que sé que me fue bien.
Nicola no estuvo con nosotros en el almuerzo y Francesca hoy no vino porque según ella tenía que hacerse cargo de algo del alumnado. Solo espero que eso no nos traiga mala suerte o alguien nos juegue chueco. Cuando digo "alguien" hablo de la castaña de tacones que ayer dijo que no nos acusaría por ser nosotros.


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-¿Estás lista?- me preguntó Shey en la clase de deportes esa mañana- Tengo que confesar que estoy un poco nerviosa, ya sabes... no se puede solo entrar y tomar "eso" que tu ya sabes. Siempre hay obstáculos.
-Por favor no hables de eso hora- supliqué- Si tu estás nerviosa imagina cómo estoy yo. No sé por qué acepte hacerlo.
-Por venganza. Porque sabes que Nicola se molestaría si lo hicieras- y ahí es donde me doy cuenta de cuánto me conoce mi amiga- Sea como sea, ya aceptaste, no puedes echarte para atrás.
-Dile a la maestra de deportes que me disculpe, que tengo que salir- dije levantándome de las gradas-
-¿A dónde vas?- me preguntó la chica rubia-
-No lo sé.


Caminé hacia mi casillero para sacar mi bolso y marcharme. No iba a regresar hasta que ellos llamaran diciendo que la operación fue un éxito sin mí y que no me darán el examen porque no participé. Estoy resignada a reprobar. Sería menor decepción para Nicola.
Odio admitirlo pero aun me preocupa lo que el piense sobre mí. Ya se que no le importo pero si se que se molestó por mi manera de tratar con este asunto. Al cerrar mi casillero me encontré con su mirada seria, mirándome así desde la última vez en la cafetería.


-Dime que no lo vas a hacer- su tono más bien me sonó a súplica y no a regaño- Dímelo Angie dime que no me vas a decepcionar.
-Tú lo hiciste- dije seria. Tratando de soportar el nudo en mi garganta-
-¿Qué?- preguntó confundido- ¿Yo? ¿Te decepcioné? ¿Por qué?
-Olvídalo. No creo que te interese- abrí de nuevo el casillero para esconder con la puerta mis lágrimas- Nicola, yo hago lo que se me ocurra como y cuando quiera. Tú también lo haces ¿no? Tan solo piénsalo.
-No se de que me hablas.- frunció el ceño más molesto que cuando llegó- ¡Maldita sea Angie ¡ Si fue por el beso de aquel día perdóname. Fue una tontería.


"¿¡Una tontería?! ¿Acaso eso era yo para él? ¿Una tontería?"


-Ya sé que lo fue- al diablo. Si me ve llorando, que sepa que es por él- Desde que nos conocimos. Todo fue un error, una tontería.
-Angie Me estás lastimando- dijo dolido-
-Tú ya lo has hecho.


Sentí un nudo en la garganta cuando él pronunció mi nombre, mientras me alejaba del lugar. Salí de la escuela y comencé a caminar hacia mi casa. Escuché el motor de una moto detrás de mí pero no le di importancia. Continué caminando y el motor se seguía escuchando. Volteé con algo de miedo hacia atrás y me encontré con un rostro conocido: El mismo chico del otro día en la playa.


-¿Será que todos los días te voy a encontrar llorando?- me preguntó dulcemente- Linda, sea lo que sea que pase... no lo mereces.
-No me conoces.- contesté en un hilo de voz-
-Eso intento, pero me evitas cada vez que nos vemos.- dijo deteniendo la moto enfrente de mí, impidiéndome pasar- No soy una mala persona.
-En primer lugar, solo nos hemos visto dos veces, no lo has intentado mucho, que digamos. Y en segundo lugar, las malas personas dicen eso para despistar a la gente.
-Entiendo. No confías en mí.- sonrió. Su sonrisa y su mirada no transmiten más que seriedad y tranquilidad. Me gusta.- ¿Entonces está de más una invitación a tomar un helado? Dicen que es el mejor remedio para la tristeza.
-No, no está de más- sonreí- Está bien, vamos por un helado. Pero promete que no harás nada malo.
-Lo juro.- dijo poniendo su dedo meñique al aire hacia mí- ¡Vamos! No quiero quedar como tonto.
-Está bien- entrelacé nuestros dedos- Hecho. Espera... No subiré ahí.


Señalé la moto. El chico sonrió, se bajó de la moto y me ayudó a subir servicialmente. Se colocó delante de mí, y encendió la moto de nuevo.


-Abrázame de la cintura- me ordenó- O si quieres agárrate fuerte del sillín, tú eliges.
-Está bien- el se quedó quieto esperando que yo tomara su cintura, pero me aferré al sillín como si mi vida dependiera de eso. Y pensándolo bien... si depende.- Vamos.
-Ahh... chica difícil y tímida- rió- Eso está mejor.


Metió segunda y nos desplazamos por las calles en silencio. Ni una palabra. Solo duramos cinco minutos en el camino y llegamos a la fuente de sodas más genial de toda la ciudad. Mi favorita, ¡Vaya! Este chico tiene los mismos gustos que yo.


-¿Qué ordenarás?- me preguntó al sentarnos en una mesa que estaba a lado de la ventana-
-Bueno... por ahora solo un helado de chocolate, gracias.- dije amablemente-
-Está bien. Ahora vuelvo.- se levantó y fue hacia donde estaba la dependienta para ordenar nuestra chatarra.-


Suspiré y miré hacia afuera. ¿Estarán robando el examen ahora? No, es muy temprano aún. Tomé mi celular de mi bolso y lo apagué. No quería distracciones.
Aun sigo pensando en Nicola, es que... es como una maldición. No puedo estar ni un segundo sin recordarlo. Suspiré sonoramente y alcé la mirada hacia donde estaba el chico que me invitó un helado. No sé su nombre. Que gracioso.


-Un helado de chocolate para la señorita triste- se sentó en frente de mí con la sonrisa amable de siempre.- Y una rebanada de pastel para mí.
-Vaya, ¿Te gusta el pastel de zanahoria?- pregunté sorprendida- Creí que era la única de esta ciudad. A ningún amigo le gusta.
-Bueno, pues ya tienes a un amigo con tus mismos gustos en pasteles- cortó un pedazo y me lo ofreció con el tenedor.-
-No gracias- sonreí. Este chico es demasiado atento-


Platicamos de nuestros gustos en música, comida y películas. Coincidimos casi en todo, el se reía de las mismas cosas que yo, era muy contagioso. Es una de esas personas que está alegre en todo momento y tratan de hacer lo posible para hacerte sonreír a ti también sin ser mala persona, sin lastimar a nadie. En fin, pasamos una mañana genial. Cuando me di cuenta, en el reloj del lugar, ya eran casi las dos de la tarde. Tenia que regresar a casa.
El pagó todo, aun con mis quejas, me abrió la puerta del local caballerosamente y me ayudó a subirme a la moto de nuevo. ¡Se ofreció a llevarme a casa! Más lindo no podría ser.


-Angie- dije acercándome un poco a él con las manos aun clavadas en el sillín- Me llamo Angie
-Lindo nombre Angie- sonrió hacia el frente. No dejaba de ver el camino- Dime Alex.
-Está bien... Alex. Lindo nombre.


Llegamos a mi edificio y afuera estaban algunos amigos de la infancia .Las chicas me miraron divertidamente y algo extrañadas al igual que los dos chicos, porque ellas ya sospechaban que yo sentía algo por Nicola. En fin, de todas formas casi no hablamos con ellos desde hace tiempo. No terminamos mal... pero ya no hay tanta unión.
Me despedí de Alex y me dio un papel doblado a la mitad.


-Por si quieres volver a repetir nuestra pequeña excursión- me guiñó, arrancó la moto y gritó desde lejos- ¡No lo abras ahora!


Saludé a los chicos y esta vez tomé el ascensor. Allí estaba Martin y me vio con entusiasmo.


-¿A dónde siempre señorita?- me preguntó con amabilidad, a lo que yo asentí- Hace mucho tiempo que no la veía por aquí.


Desdoblé el papelito y estaba su nombre escrito con una letra preciosa, junto con su número telefónico. Solté una carcajada.


-¿Está bien señorita?- preguntó Martin con la misma cordialidad-
-Si. Lo siento, estoy muy bien- sonreí. En serio estoy genial-


Continuará...


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