Capítulo 4.- La cita

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Darren POV.

Una vez afuera de casa de Rachel, me preparé mentalmente para lo que venía. A decir verdad estaba algo nervioso. Pues esta no era una cita cualquiera, era una cita con el amor de toda mi patética existencia.

Recuerda que solo es una apuesta, no terminará como un cuento de hadas.

Solte un suspiro decepcionado al recordar aquello, que todo es una farsa. Solo una simple apuesta que tenía que cumplir, aunque en el fondo sabía que  no solo por eso lo hacía. En realidad quería estar con ella, pero soy un maldito cobarde que solo le importa su estúpida reputación o quizás era un cobarde por miedo a ser rechazado.

Me di por vencido y por fin bajé de mi auto decidido a ir por ella, una vez frente a su puerta toqué el timbre y mi estomago no paraba de mandar alertas de que las enchiladas de esta tarde estaban apunto de salir por donde entraron.

La puerta se abrió dejando ver a la que supongo es amiga de Rachel con una espléndida sonrisa a la que yo correspondí.

–¡Hola! Pasa– dijo ella y me adentré a la casa, una sensación de paz se apoderó de mi, comencé a recorrer con la mirada cada rincón de ella, era una casa muy bonita, con solo aspirar su aroma era como sentirse en casa, sentías el amor  y tanta tranquilidad, era como ser parte de ella.

Con que tu eres el idiota con quien saldrá mi hermana– Escuché una voz masculina  a lo que mi cuerpo se alarmó de inmediato, me di la vuelta lentamente y observé al dueño de aquella voz.

Andrew Hodson, lo conocía, claro. Igual de mujeriego que yo, capitán del equipo de baloncesto y el hermano "gemelo" de Rachel.

–Mira pequeña salamandra, ¿Ves este puño?–Asentí tragando duro– Pues con este te daré en las pelotas si algo malo le pasa a mi hermana, ¿Entendiste?– Asentí de nuevo pero ahora de cierta forma con algo de temor. –Estas advertido, Wilde.

Cuando él se entere de la verdad creo que no alcanzaré ni a presentar un examen para la universidad. Escuché como alguien carraspeo y mi mirada se concentró en ese pequeño cuerpo que me tenía poseído.

Era como estar viendo al mismísimo ángel caído del cielo. Por la madre que te parió, esta mujer si que me volvería loco.

Su vestido blanco hacía que su cabello castaño que caía por sus hombros se viera glorioso  y sus ojos color miel  resaltaran a más no poder, su vestido se ceñía perfectamente a su cuerpo, no era tan pegado pero tampoco tan suelto. Simplemente era perfecto en ella. Sin duda se veía preciosa mi pequeña princesa.

Mientras ella se despedía de su hermano y su mejor amiga yo trataba de recobrar la razón, me había embobado con su belleza pura por demasiado tiempo.

– Hey Wilde, te recuerdo que en las noches también hay moscas, cierra tu hocico–  dijo Andrew trayéndome de nuevo a la realidad, sacudí mi cabeza y me recuperé. Caminé hacia la puerta para esperarla y después me siguió. Salimos de su casa con dirección a mi auto.

Me acerqué a ella y le abrí la puerta. Miré su perfecto rostro algo confundido. Lo que daría por saber lo que pasa por aquella cabecita. Coloqué las llaves para arrancar de una buena vez pero en vez de eso mi boca no aguantó mas.

–Por Dios Rachel, estas preciosa. ¡Que va! Estas más que hermosa.– me giré para verla a los ojos. Ojalá pudiera besarla ahora mismo. Me gustaría probar esos preciosos labios, apuesto a que sabe a fresitas tal y como ella huele. 

Mi Apuesta Favorita (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora