Capítulo 11.- Heridas abiertas

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Los lunes en la mañana son los peores días que pueden existir o al menos para mí.

A excepción si son vacaciones. Pero este no es el caso, son las 6:00 am, tengo clase y las vacaciones están demasiado lejos de mi calendario de actividades.

Mi amiga la alarma empezó a ser su trabajo tan molesto que por ese mismo motivo llevaba cinco alarmas rotas en dos meses.

Tenía unas tremendas ganas de aventarla a cualquier lugar ahora mismo. Pero esas malditas cosas no son nada barata.

–Vamos, solo 5 minutos más.– gruñí dando vueltas en mi cama y poniendo una almohada sobre mis oídos. Solté un gran suspiro al estar un minuto con él estúpido sonido y saqué la almohada de mi rostro aventándola hacia mi alarma. Logrando que esta cayera al suelo y se hiciera añicos.

Corrección, ahora es la sexta alarma en dos meses. Por la santa mierda, era mi alarma último modelo.

Traté de salir de mi cama pero como era de esperarse mis pies se enredaron en las cobijas y caí de cara al suelo.

–Maldita sea.

Me levanté de una vez por todas, escupí el poco de cabello que tenía en la boca y caminé hacia el baño.

Después de una larga ducha para quitarme la pereza y el sueño, salí del baño para poder cambiarme, cepillé mi cabello y me puse algo de desodorante. Me eché una miradita, di una vuelta para ver cómo estaba y sonreí falsamente.

–¡Que va! No es que vaya a impresionar a alguien.

Cepillé mis dientes, me coloqué algo de perfume y tomé mis cosas. Baje a la cocina decidida a desayunar algo, pero no había ido de compras así que por lo tanto no tengo tantas provisiones.

–Lo siento preciosa, hoy no pude hacer el desayuno. Hoy tengo un parto y ya se me hizo tarde. ¿Nos vemos en la noche?– Me pregunta mi madre colocándose su bata mientras toma un sorbo de su café, asiento y suspiro resignada.

Opté por tomar la única pera que quedaba e irme al instituto.

Al parecer así seria mi vida de foránea si no aprendo a cocinar y si me voy a la universidad en otro lugar. Moriré de hambre.

Estando en la puerta para salir de mi casa mientras me ponía una chaqueta, vi una foto que estaba en la mesita de entrada. Una foto preciosa de mi familia; Andrew, yo, mamá y papá. Una foto que me daba unos buenos recuerdos de un día muy divertido.

Solté un suspiro y por fin salí de casa.

Una vez en mi transporte personal de lujo y tomando mi ruta, mi mente comenzó a invadirse de recuerdos felices y al mismo tiempo melancólicos. Pensar en como mi vida era antes, era pequeña, sin preocupaciones, disfruntando de cada día que pasaba, cuando realmente era feliz.

(....)

–¡Hey! Ratoncito– dice de Derek divertido.

Derek es parte del club de "Los imbecil que se creen cool" (Yo les puse ese nombre) y de la bolita de Darren. Esos estúpidos chicos con el cerebro del tamaño de una bellota.

–¿Qué quieres?

–Mi tarea, gordita – dice mirándome de pies a cabeza– Aunque tu cuerpo no esta nada mal para ser gordita. Eso también me gustaría tenerlo. Tienes lo tuyo, tiene razón Darren. ¿Podrías aceptarme una noche en el motel como pago por mi tarea?– Me dice mirándome de pies a cabeza haciéndome sentir incómoda. ¿Qué le pasa a este grandísimo idiota?

Mi Apuesta Favorita (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora