Capítulo 30 - Presentimientos

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Narra Sarah:

Abrí los ojos con un poco de miedo, tuve una noche de pesadillas terribles después de mi berrinche con Wesley. Cuando desperté totalmente su mano rodeaba mi cintura con firmeza. Yo me aferré a ella. De solo pensar que anoche pudo haber terminado todo se me caía el corazón a los pies y sentía que algo en mí moría. 

Se que no estaba bien lo que hice, se que no debo interponer nuestra relación por sobre su vida, ¿acaso estaba loca? me estaba haciendo demasiado dependiente de la atención de Wesley y la estaba cagando, incluso hasta lo hice llorar, de solo recordarlo mi corazón duele. No puedo seguir actuando como una niña, tanto me la paso pidiendo que me traten como un adulto y me estoy pasando mis propias palabras por el suelo. Creo que visitaré a un psicólogo por el bien de los dos.

Cuando Wes abrió sus ojos mí sonrisa fue enorme. Esos ojos eran la razón de que mi corazón latiera y su sonrisa era el aire que respiraba. Nos abrazamos fuertemente y comenzamos a tener una charla muy normal como si no hubiese pasado nada. Entre tanto hablar Wesley y yo habíamos decidido salir a la ciudad para luego pasar la noche en su apartamento. A pesar de la pequeña molestia que había sentido toda la noche decidí dejarlo pasar porque estaba estropeando el poco tiempo que tendría con él, el cuál últimamente era menos, lo que producía una especie de enojo, ansias y tristeza en mí, debía controlarme. Así que, decidí dejarme de tonterías y enfocarme en pasar un lindo rato con el amor de mi vida. 

Después de decirle a mí padre que no volveríamos para cenar Wes me llevo a conocer la ciudad. Visité un lindo parque donde comimos un delicioso helado bajo un árbol, caminamos un rato hasta llegar al centro, donde él me obsequio unos lindos aretes dorados con pequeños cristales, nada baratos, a los cuales armé un berrinche porque eran demasiado costosos para comprarlos así nada más. A lo que él contestó que su trabajo se lo permitía y que yo lo merecía. Sin embargo no dejé que eso me afectara porque hice lo mismo. Entramos a una tienda de ropa para caballeros y le compré una hermosa camisa azul mar con pequeños estampados entre grises y negro. Reaccionó mal, pero le dije que así mismo como se sintió lo sentí yo. Por lo tanto dejamos de lado tanta estupidez para concentrarnos en el lindo día que nos esperaba.

Fuimos a cenar a un lindo restaurante, acogedor, íntimo. Justo el que necesitábamos. La charla fue fluida, directa y fácil. Resolvimos aquello que nos había causado molestia anoche dejando claro que seríamos ahora más honestos que antes y que no podíamos dejar que nuestros sentimientos nos cegaran solo por no querer estar separados, el tema lo cerramos de momento con un profundo y apasionado beso. 

Su apartamento nos llamaba, así como las ganas que tenía de comérmelo a besos. Al salir del restaurante la noche ya caía, aún con el deseo a flor de piel seguimos caminando por la linda y brillante ciudad de Ontario, hacía frío, pero el brazo protector de Wes me mantenía caliente. Él había dicho que su apartamento no estaba lejos, que podíamos llegar caminando, así que fue lindo conocer ciertos lugares románticos.

En dos ocasiones pasamos cerca de una pareja que discutía, pero la segunda en particular me dejo desconcertada. Una chica salió corriendo llorando desde el lugar donde estaba y el chico caminó al lado contrario. No fue tras de ella. Me preguntaba si había sido tan grave la pelea como para no poder resolverlo. Wes respondió.

- No sé si era algo muy grave, pero al menos tuvo que haber sido algo irreparable.

- Pero si amas a alguien lo suficiente para demostrar que lo irreparable tiene reparo no huyes. Afrontas la situación aunque sea difícil - respondí con seguridad.

- Tienes razón amor, en mí caso, si tuviera que afrontar algo irreparable al menos intentaría poder repararlo. No huiría del problema - dijo él besando mi cabeza mientras seguía caminando.

El destino nos trajo aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora