Capítulo 31 - Cuesta Abajo

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Narra Wesley


Mi rostro ardía y las lágrimas no dejaban de caer. Creía que si caminaba más rápido todo pasaría pero no fue así. Cuando oí cerrar la puerta del ascensor me detuve y salí corriendo hasta él. No llegué a tiempo de detenerlo así que caminé hasta las escaleras. No podía dejar que se fuera y mucho menos con lo que le había dicho. Estaba enojado por haberse rendido, pero luego entendí que yo debía hacer lo necesario para que ella no se rindiera. Corrí lo más rápido que pude escaleras abajo y cuando llegué Bob estaba subiendo a su auto, corrí hasta él pero cuando me vio, hizo la señal de alto con su mano, estaba enojado, se le notaba. Pero no era mí culpa, yo también estaba en la misma situación. Intenté acercarme pero el cerró la puerta del auto y se acercó a mí.

- ¡Aléjate de mí hija! Agradece que no te despido ahora mismo. Todo éste dolor que le estás causando te lo voy a cobrar mil veces. Tenía cierto respeto por ti, por su relación, pero el corazón de mí hija vale más. La encontré tirada en el ascensor y no deseo verla jamás así, y mucho menos si fue porque su novio embarazó a otra. ¡Aléjate! – no me dejó hablar, se dio la espalda y se fue con ella. Ahora el dolor era más real, veía como se escapaba de mis manos la oportunidad de intentarlo. Ahora ni su padre quería verme, no me dejo explicar nada, yo también estaba mal, yo también estaba sufriendo.

No quiero ni imagina que va a pasar cuándo se entere Brandon.

Caminé derrotado al ascensor. Mi alma estaba abandonando mí cuerpo lentamente, el ascensor se movía más lento y sentía que no podía respirar. Salí de este agarrándome de las paredes, al llegar a mí apartamento y ver tanta soledad me llenaba de rabia. Comencé a tirar todo lo que encontré. Todo lo que estaba en el comedor lo aventé al suelo, vasos, platos, tasas. Los cuadros, las fotos, los objetos de la decoración. Todo. Sentía la necesidad de gritar y lo hice. Desgarré mí garganta varias veces y solté todo lo que contenía. Golpee la pared del pasillo oyendo tronar los huesos de mí mano y no me importo. Estaba muriendo lentamente.

¿Cómo podía lidiar con la situación? Acabo de descubrir que seré padre. Voy a ser papá, y no sé lo que significa. Ahora mí vida dependerá de salvaguardar la de él, de protegerlo a todo a costa. Se supone que debo estar feliz, se supone que debo tener ese susto en el estómago que me dice ¡Vaya, serás papá! Pero no está. No está, porque este mismo día perdí a la mujer de mi vida. Perdí a la mujer que estaría feliz conmigo por ser papá, perdí a la mujer con la que quiero tener hijos. Perdí a la única mujer que he amado ciegamente y sin límites.

Necesito detenerme a pensar. Pensar que pasará con mí vida de ahora en adelante. Pensar en cómo viviré sin Sarah a mí lado. Por dios, esto no está pasando. No puede estar pasando. Oigo que tocan a mi puerta. Me volteo rápidamente y corro, puede ser ella.

- Wesley, ¿todo está bien? Oí golpes y cosas caerse.

- Hola señora Clinton. No se preocupe, fui yo - le dije mientras que con el brazo secaba mis lágrimas.

- Dios mío hijo, estás sangrando. Déjame ayudarte.

- No señora Clinton está bien.

- No seas testarudo, ven a mí casa. Camina.

La señora Clinton, mi vecina, fue a la primera persona que conocí cuando me mudé. Siempre que la veía le ayudaba con sus compras o simplemente me quedaba conversando con ella todo el tiempo que pudiera. Cada que la veía me hacía recordar a Isis, mi abuela. Es por eso que la respetaba tanto y trataba de mantenerme siempre con ella.

- A ver, siéntate aquí. Iré por el botiquín.

- Señora Clinton, de verdad estoy bien, es solo un golpe.

El destino nos trajo aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora