El comisario llegó con una extraña sensación de alivio al depósito de pruebas de la policía. Hacía tanto tiempo que no se sentía bien que se sorprendió a sí mismo tarareando una de esas canciones pegadizas que ponían en la radio a las que la fama rozaba tan solo unos meses y que luego caían en el olvido. No le llevó mucho tiempo entregar los objetos requisados a aquella pareja de ladrones que tantos problemas les causaban a los agentes en la comisaría. Cuando terminó de ayudar a los trabajadores del depósito a descargar todos los objetos del furgón policial, volvió a ponerse al volante de éste y retomó su camino hacia la comisaría, dejándolos clasificando su nuevo material de investigación.
Sin embargo, aquella sensación de haberse quitando un gran peso de encima se fue diluyendo poro a poco conforme se acercaba a la comisaría. ¿Cuánto tiempo se suponía que había estado entregando esos objetos requisados? Miró el reloj del salpicadero del furgón. Entre el tiempo que había tardado en ir a casa del doctor y cargar el sillón, llevarlo hasta la mansión, entregarle a la hija del doctor su inoportuno capricho y volver se le había ido toda la mañana y una buena parte de la tarde. Genial. Al comisario se le agotaron del todo las buenas sensaciones y cerró los puños con nerviosismo en torno al volante. Puede que algún agente le preguntara por su tardanza... ¿Y qué diría? En el depósito de pruebas quedaban registrados el día y la hora de la entrega de cada objeto requisado, por no hablar del testimonio de los trabajadores... si mentía diciendo que había estado allí todo ese tiempo podrían descubrir que no había sido así y quedaría en evidencia.
El comisario se pasó los diez minutos al volante que le quedaban hasta llegar a la comisaría exprimiendo su prácticamente nula imaginación con tal de idear una excusa válida que no le dejara en evidencia. Pero no había forma, si le preguntaban le tocaría decir que se había encontrado con algún conocido, que se había distraído con algo... en definitiva, que había sido un irresponsable que había pasado de su horario laboral por ocio. Por muy mal que sonara siendo quien era, era mejor que el hecho de que le pillaran mintiendo. Contar la verdad no era una opción.
Condujo el furgón policial por la parte trasera de la comisaría y lo estacionó en el aparcamiento, al lado de otros dos furgones idénticos. Como de costumbre, comprobó que su coche seguía aparcado en el sitio de siempre y se encaminó, dando pasos pesados como si llevara zapatos de plomo, hacia la entrada de la comisaría. Por suerte, no había casi agentes en la recepción, tan solo un par de ellos que discutían en el mostrador sobre un informe erróneo o de una denuncia falsa. Sin ni siquiera saludar, el comisario esquivó el mostrador y se encaminó por el pasillo que finalizaba en los ascensores. Una vez las puertas metálicas se cerraron, se apoyó contra el espejo que había tras de sí y soltó un suspiro cargado de tensión. Entonces su estómago rugió en protesta y cayó en la cuenta de que no había comido nada en todo el día.
Finalmente las puertas del ascensor se abrieron y el comisario fijó su rumbo hacia la sala de descanso, donde se encontraba su amada cafetera y probablemente algo que comer. Cuando entró en la sala, descubrió al policía que le había entregado las llaves del furgón policial, Tomás, abriendo una caja de rosquillas glaseadas. Al verle, el agente le dedicó una sonrisa traviesa de complicidad.
- ¡Llegas justo a tiempo, camarada! Uno de los nuevos ha querido caer en gracia y nos ha traído un montón de cajas de éstas, ¡mira qué pinta! – Dijo Tomás extrayendo una de las rosquillas de la caja mientras la miraba como quien mira a su deidad y los ojos brillantes de deseo.
- Pues no se hable más, pasa la caja. – El comisario le siguió la corriente mientras sentía cómo su estómago se contraía, rogándole que se quedara.
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Mientras llueva©
Mystery / ThrillerAVISO: PUBLICACIÓN ESTANCADA. La historia continuará, pero por ahora permanecerá en stand-by mientras dure su edición :) Tras el día de su decimoctavo cumpleaños la vida de la hija del doctor cambiaría para siempre. El regalo de su padre sobrepasarí...