Robo de identidad

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          Aquello iba mal. Muy muy mal. Si aquel camarero, Alfredo, estaba compinchado con Hunks y Linares, a saber quién más estaría al corriente de sus irregularidades como alto cargo de la policía de la ciudad. Aquel par de sabandijas lo habían metido en su trampa y ahora tan solo podía resignarse a seguir el plan, necesitaba más que nunca que Hunks le consiguiera el dinero del doctor, necesitaba que todo aquello mereciera la pena.

          Linares sacó una llave convencional de su pequeño maletín de piel marrón y, sin dejar de mostrar sus alargados y casi afilados dientes de tiburón, lo condujo por detrás de la barra de la mugrienta cafetería hasta una estrecha puerta metálica. El comisario le siguió a regañadientes, sintiendo sus nervios a flor de piel y el contacto metálico y frío de su pistola bajo el chándal. Linares abrió con algo de dificultad la pesada puerta y ambos comenzaron a ascender por un sinfín de oscuras escaleras ascendentes que hicieron que el comisario se alegrara por unos instantes de vestir aquel espantoso chándal en vez de uno de sus habituales trajes de trabajo. Subieron cada uno de aquellos sucios escalones sin apartar la vista el uno del otro, Linares reflejando una mal enmascarada intranquilidad en sus claros ojos azules y el comisario esperando una invitación para usar su arma contra él.

          La escalera cambiaba de dirección en cada recodo, adaptándose a la forma rectangular del edificio. Pronto el comisario perdió la cuenta de los pisos que habían subido. Finalmente, una estrecha y alta puerta oxidada puso fin a la larga escalera y Linares usó la misma llave que había usado anteriormente para abrirla. La puerta emitió un irritante chirrido en forma de protesta cuando Linares la empujó y al instante el aire frío del amanecer les alcanzó los rostros. Cuando ambos salieron a la azotea del edificio, el comisario no pudo evitar tomarse unos segundos para suspirar del cansancio mientras apoyaba las manos sobre sus rodillas. Linares, sereno como si hubiera subido en ascensor, le dio la espalda como si allí no hubiera riesgo de ataque. Tal vez porque estaba seguro de que alguno de sus socios acudiría a rescatarle si se diera la ocasión.

- ¿Y Hunks? – Repitió por tercera vez el comisario, jadeando por el cansancio, mientras la cuidad le regalaba unas increíbles vistas de su amanecer.

- Contactará con nosotros en el momento preciso, comisario. No se apresure. – El abogado de Hunks miró a su espalda para lanzar una mirada divertida al comisario con sus clarísimos ojos azules. – Debería usted frecuentar el gimnasio, está hecho un asco para tener la edad que tiene. Puede que tanta bollería industrial y tanto café azucarado...

- Vete a la mie... - Intentó jadear el comisario.

- Ah, ahí está. – Le interrumpió Linares acercándose al borde de la azotea, desde donde se percibía perfectamente la entrada a la sucursal.

          La curiosidad empujó al comisario a seguirle y tratar de localizar a Hunks desde las alturas. Para su total desconcierto, descubrió a un hombre idéntico al doctor salir de un lujoso coche deportivo aparcado en doble fila y acercarse caminando con soltura a la sucursal bancaria vestido con un elegante traje negro y gafas de sol. Era tan realista que el comisario tuvo que usar su sentido común para convencerse de que no estaba viendo a un fantasma. No, el doctor prefería un estilo de vehículo más clásico, no tan moderno, y jamás de los jamases llevaría gafas de sol. También reparó en los movimientos del actor que pretendía hacerse pasar por el doctor, caminaba como si estuviera preparado para comerse el mundo con su enorme ego, mientras que el doctor siempre había sido más elegante y despreocupado al moverse.

          Sin embargo, lo que sacó de quicio al comisario fue no reconocer al "artista", haciendo que sus músculos se tensaran y emitiera un gruñido involuntario que hizo reír con ganas a Linares. Estaba seguro de que aquel hombre que entraba en la sucursal no era Hunks. Ni siquiera era el camarero, ese tal Alfredo... ¿Pero cuántos cómplices podía tener aquel miserable? ¿A cuántos tendría que capturar para que no se disparara el rumor de que había hecho un trato con un delincuente en busca y captura desde hacía años?

Mientras llueva©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora