Nuevo problema con acento italiano

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- Ni un solo favor más. Ni uno más, nada. Nada. Nunca. – Se murmuraba el comisario a sí mismo mientras miraba hacia la interminable carretera por la que conducía otra vez con expresión de perro rabioso.

          Era la tercera vez que recorría ese infinito trayecto hasta la mansión, y en ninguna de las otras veces, al igual que en aquella ocasión, había estado calmado. No era solo la desesperación por el tiempo que parecía detenerse en cuanto el vehículo comenzaba a recorrer aquel asfalto embrujado, sino porque siempre esperaba encontrarse algo malo al llegar a la mansión. Pero no volvería a pasar, no se dejaría manipular de nuevo... con suerte, aquella sería la última vez que se desplazaría obligado hasta allí, no habría más favores que cumplir.

          Miró el reloj del salpicadero de reojo. El último capricho de la hija del doctor le había llevado más de lo que pensaba, ya pasaban de las cuatro de la tarde. Se removió nervioso en el asiento, llevaba días llegando tarde a casa o saliendo demasiado pronto de ella, sin dormir ni comer bien. Su esposa se había dado cuenta, desde el principio supo que algo no le dejaba descansar o pensar con normalidad, ni siquiera relajarse. Y otra vez volvía a dejarla esperando sentada frente a un plato de comida que se enfriaba lentamente con la decepción reflejada en el rostro, todo por culpa de aquella chica desagradecida. Tenía que pensar en su propia vida antes que en la de ella, no podía sustituir su propio bienestar por el de la hija del doctor, por muchos sentimientos contradictorios que pretendieran obligarle a hacerlo.

          Suspiró con tal de tranquilizarse. Por fin estaba todo hecho, y, dentro de lo que cabía, estaba saliendo todo bastante bien. Aún no se había abierto la investigación, nadie había notado la desaparición de la chica y no creía que nadie pensara que pudiera estar oculta en un lugar como la mansión. Tan solo tenía que entregarle el sillón que tenía en la parte trasera del furgón policial y largarse de allí, ya no le debería nada... así que podría volver a centrarse en su vida y ocuparse de sus propios problemas, que no eran pocos.

          Aferrando con fuerza el volante y pisando inconscientemente el acelerador más de la cuenta, pensó en cómo quedarían las cosas una vez se despidiera de la hija del doctor. Ni de lejos volvería todo a la normalidad, tal vez nunca recuperara su antiguo ritmo de vida... En verdad, tan solo estaría sustituyendo unos problemas por otros, sería todo un reto superar la investigación del caso del doctor sin que le salpicara nada... Y, en el mejor de los casos, la chica se mantendría al margen y dejaría que todo pasara sin salir de su escondite, respirando en silencio. Tendría que aprender a vivir alejada del caso, de la cuidad, de absolutamente todo lo que pudiera delatarla, o delatarle a él. Tendría que aprender a vivir apartada del mundo, sola en aquel sorprendentemente elegante pero igualmente tétrico lugar que le había puesto el vello de punta.

          Respiró hondo y cerró los ojos unos instantes. No le gustaba nada a idea de tener que dejarla allí, pero ¿qué otra opción tenía? A pesar de las apariencias, la mansión realmente era perfecta, nadie la buscaría en un lugar así. Además, nada relacionaba a la hija del doctor con el pueblo, la investigación sobre su desaparición se centraría en la cuidad, no en un lugar tan lejano...

          El comisario apretó los dientes. Comprendía la posición de la chica, por supuesto que la comprendía, había perdido al único familiar que le quedaba con vida, la seguridad de su hogar y la confianza en los demás en una sola noche. Y eso no era ni muchísimo menos culpa de ella, no era justo que encima se viera obligada a quedarse sola en aquel lugar, pero no había otra opción... él no podía arriesgarse más. Así que iría, comprobaría que estaba a salvo una vez más, le entregaría el sillón y se iría, ya está, a pasar página... A veces las víctimas no dejan de serlo nunca, e, irónicamente, a pesar de que la vocación del comisario había sido siempre cambiar eso, ayudar a quienes se encontraran en esas situaciones difíciles e injustas... aquella vez tenía que dejar las cosas tal cual, no intervenir más.

Mientras llueva©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora