Cuando Ernesto cerró con llave la puerta de la casa alquilada de Lidia, ambos comenzaron a caminar por la plaza de la pequeña fuente en dirección a la modesta comisaría del pueblo. Iban ambos uniformados, preparados para un nuevo, frío y aburrido día de trabajo en aquel destartalado lugar, aunque Ernesto se empeñara en mirar su viejo y cojo escritorio con un cariño especial, igual que miraba el resto de aquel pueblo remoto. Como siempre, Lidia tenía una opinión diferente, pero había aprendido a ocultarla, al menos, mientras estuviera Ernesto delante. Había pasado poco más de un mes desde que tuvieron aquella peliaguda discusión en la que la agente Cisneros acabó prometiendo que dejaría de lado el caso del doctor e intentaría ver su nueva vida en el pueblo con buenos ojos. Lo había intentado de verdad, pero tras un mes viendo casi a diario los lentos e ineficaces avances en la búsqueda de la hija del doctor y del asiático que le revelaban los telediarios del mediodía desde la pequeña y vieja televisión de la comisaría, comprendió que no sería capaz de hacerlo.
- Estás muy callada. – Apuntó Ernesto con una sonrisa en los labios mientras se sujetaba la correa del cinturón de su uniforme con una mano y caminaba despreocupadamente al lado de Lidia.
- Que no me ría no significa que me pase algo. – Respondió ésta visiblemente más seria de lo normal.
- Pero te pasa algo, te conozco lo suficiente como para saberlo. Venga, ¿de qué se trata?
La agente Cisneros ignoró la sonrisa de su pareja y centró su vista al frente, hacia la esquina tras la cual se ocultaba la pequeña comisaria donde ambos trabajaban, sin saber qué responder. Se trataba de lo mismo que se trataba siempre, de la desconocida realidad acerca del doctor y su familia. Intuía que cada paso que daba el equipo de agentes de la ciudad era en falso, al igual que lo habían sido cuando investigaron el más que sospechoso accidente de su esposa. Estaba segura de que su hija estaba implicada en algo, nadie huye sin más sin tener culpa de nada. O tal vez estuviera muerta, en ambos casos los agentes de la ciudad estaban haciendo un trabajo nefasto. Y ella no estaba allí para echar una mano, no, estaba metida en aquel pueblucho clasificando casos en los que no había tenido opción de participar bajo el mando de un hombre con fama de maltratador. Sencillamente frustrante.
- Sigo sin poder dormir bien, es solo cansancio. – Mintió.
La sonrisa de Ernesto se volvió más pícara y la miró de reojo antes de pasarle un brazo por los hombros y situar los labios muy cerca de su oído.
- Esta noche procuraré cansarte más, a ver si así duermes mejor. – Susurró con tono tentador.
Pero Lidia no estaba para juegos, así que le apartó el brazo todo lo amablemente que su mal humor le permitió y alcanzó a Lorena justo cuando ésta sacaba las llaves de la puerta principal de la comisaría de su bolso con ambas manos enfundadas en guantes de lana color naranja, como su pelo y sus labios.
- Cómo se nota el frío mañanero, ¿eh? – Comentó la pelirroja mientras abría la puerta de bisagras parcialmente oxidadas y echaba un vistazo a sus compañeros, fijándose en la ausencia de bufandas, gorros o guantes. – Demasiado ligeros habéis venido vosotros dos.
Ernesto sonrió de medio lado con picardía.
- Calor corporal.
- Vale, no me digáis más. – Le cortó Lorena entrando la primera en la modesta comisaría para ir directa a encender el viejo pero sorprendentemente eficiente sistema de calefacción.
Lidia la siguió al interior y se paró tras su escritorio para quitarse el abrigo de su uniforme, pero, al bajar la cremallera y sentir el frío que la noche había asentado en la sala de trabajo de los agentes, decidió dejársela puesta hasta que las estufas caldearan el ambiente. Por el contrario, Ernesto se deshizo de su chaqueta y la colocó en un perchero doblado que se sujetaba a duras penas en la pared de detrás de su propio escritorio.
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Mientras llueva©
Mystery / ThrillerAVISO: PUBLICACIÓN ESTANCADA. La historia continuará, pero por ahora permanecerá en stand-by mientras dure su edición :) Tras el día de su decimoctavo cumpleaños la vida de la hija del doctor cambiaría para siempre. El regalo de su padre sobrepasarí...