Capítulo XXI

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Melinda nos contaba su plan atropelladamente. Era sencillo, sólo teníamos que atraer a un zombie a la trampa y ya era nuestro. Antes de que saliéramos, Antonio nos cortó el paso.
-¿Qué pasa? -pregunté extrañada.
-Antes de que salgáis, dos personas se tienen que poner el suero para ser un zombie un par de horas.
-Me presento voluntaria -dije rápidamente.
-Ana, puede ser peligroso -me dijo mi hermana con ojos suplicantes.
-No le ocurrirá nada -dijo con voz suave mi madre.
-Pues entonces yo también me presento voluntaria -dijo mi hermana.
-Vale, acompañadme -nos dijo Melinda.
Le seguimos por un pasillo largo y blanco que nos condujo a una sala muy luminosa. Estaba llena de agujas,sueros,aparatos....
-Sólo os dolerá un poco -dijo Melinda mientras cogía una aguja larga y puntiaguda.
Tragué saliva, era demasiado grande y no creía que sólo doliera un poco como nos dijo Melinda.
Se acercó a mí apuntándome con la aguja.
-¿Preparada?
Asentí, inmediatamente me clavó la aguja en mi cuello y sentí como el suero pasaba por mis venas y por todo mi cuerpo. Me quedé paralizada, sentía que mi cuerpo estaba cambiando. Mi nariz detectaba un olor horrible, como había olido hace unos meses antes. Mi cuerpo se movía muy lento. Notaba que me pesaba cada milímetro de mi cuerpo.
-¿Cómo te sientes? -preguntó Marina.
-Cansada -respondí lentamente.
-Bueno ahora te toca a ti -dijo Melinda refiriéndose a mi hermana.
Asintió y se quedó quieta mientras le clavaba la aguja. Vi impresionada como mi hermana cambiaba y olía tan mal como yo. Su color de ojos se escurecieron al igual que su pelo y su piel se pegaba a sus huesos. Me miré lentamente, estaba igual que ella, parecía un esqueleto.
-Venga vamos.
Nos movimos por el pasillo muy despacio. Notaba que mis piernas no daban más de sí. Después de estar unos minutos caminando que para mí me pareció una eternidad, llegamos donde estaban todos. Sus ojos curiosos se posaban en nosotras.
-Dios, dais asco -dijo Diana con una mueca.
-No os acerquéis a mí -dijo Marta mientras se alejaba.
-Ana, cielo, te quiero pero no te acerques a mí -me dijo Bruno.
-Os odio -dije lentamente.
Miré a todos lentamente, tenían una expresión asqueada.
-Venga, vámonos —dijo Sara rápidamente.
Todos salieron disparados por la estrecha puerta para salir fuera del recinto. Mi hermana y yo nos movíamos súper lentas y arrastrando los pies. Al final, conseguimos salir. Todos estaban en sus posiciones. Cogí una barra de hierro y la dejé caer entre mis manos, haciendo un ruido estruendoso. Esperé en silencio unos minutos hasta que llegó un zombie. Lo miré atentamente. El zombie se estaba acercando a mí muy despacio, le había atraído el estruendoso ruido.Esperé unos segundos a que se acercara más. Cuando ya lo tenía a 10 centímetros de separación, le agarré del cuello y de las muñecas. Rápidamente Bruno y Ricky lo atraparon con la cuerda que llevaban en las manos. Marta y Sara le taparon la boca con un fugaz movimiento. Diana llegó con la furgoneta para transportarlo. Con la ayuda de Bruno y Ricky, lo metieron en el maletero de la furgoneta. Nos metimos todos dentro de la furgoneta y fuimos hasta el laboratorio. Sacamos al zombie que se retorcía debajo de las cuerdas. Lo dejamos encima de la mesa del laboratorio y lo atamos a la mesa para que quedase inmovilizado. Melinda cogió una aguja del cajón que tenía al lado y se la clavó en el brazo al zombie. Esperamos curiosos a ver la reacción del zombie. Mientras lo observaba notaba cómo mi olor se me iba desapareciendo de mi cuerpo. Me volvía otra vez en humana, en mí. Miré atentamente al zombie, ya no se movía, estaba quieto como una momia. Unos minutos después vimos como se transformaba en una persona normal. La sala se llenó de júbilo y una sonrisa recorría mi cara.

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