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Como todo ser humano, podemos perdonar, a pesar de que a algunos se les facilite más que a otros. Es una de nuestras grandes virtudes y habilidades. El perdonar, olvidar y volver a comenzar. Poder olvidar el rencor e iniciar una nueva etapa sin resentimientos, ¿verdad? Entonces, ¿de dónde salían los argumentos de algunas personas para tratar de cierta forma a personas que se habían equivocado?

En realidad no quería ponerle nombre y apellido, pero no podía evitar pensar en Draco Malfoy al momento de intentar resolver aquella interrogante. Todos, como niños, crecen bajo la influencia externa de otros, y el rubio seguro no se hallaba exento de esto. Así, ¿cómo era posible que la mayoría lo incriminase con base a lo que su familia lo había orillado a hacer?

Sin embargo, ¿sería él capaz de reconocer que no había sido su culpa? ¿Podría "perdonarlo" aunque lo que hubiese hecho no le afectara de manera directa? ¿En verdad había algo que debía ser perdonado siquiera?

Harry divagaba la mirada entre toda la oscuridad del patio y el establecimiento de Hogwarts mientras distintas cuestiones fluían por su muy vivaz mente. Era increíble como el ambiente lúgubre y se atrevería a decir que algo tétrico le daban la habilidad de reflexionar sobre todo y nada a la vez. No había nada fuera de un plano óptico apagado a excepción de un pequeño punto que se movía hacia él. Era nada más y nada menos que el causante de tantas preguntas en su cabeza.

Draco Malfoy.

Se acercaba hacia él con la mirada fija, y por la expresión pasiva en su rostro, podía asegurar que no se había percatado que también él le observaba. No quería admitirlo, en verdad se negaba rotundamente a hacerlo, pero no podía dejar de observarlo. No sabía hace cuanto había dejado de mirarlo con ojos de estúpida rivalidad, pero debía reconocer que aquel muchacho de mirada grisácea era todo digno de admirar. Incluso había olvidado pestañear al observar sus dóciles movimientos... Pero algo lo hizo reaccionar de forma inmediata.

Una de las fuertes y grandes ramas del Sauce Boxeador se dirigía al rubio y no supo precisar en qué momento su corazón había comenzado a latir de aquella forma tan desesperada. Harry juró que jamás había corrido tan rápido como en ese momento, y a pesar de lo extraño que sonaba, estaba intentando salvarlo ―¡por favor! Ya era ridículo que la gente aún pensase que eran "enemigos"―, pero... Llegó algo tarde.

Aquella rama había dado de pleno en la cabeza de Draco y, ahora, se hallaba tendido en en suelo mientras la rama remataba en su cuerpo delgado. Logró llegar antes de que la rama volviese a golpearlo, y arrastrar su ahora frágil cuerpo. No se salvó de unos golpes, sin embargo, pero no se arrepentía de haber sido quien presenciaba el acto del Sauce. No sabía porque un sentimiento de angustia le llenaba el pecho al pensarlo, pero lo que sí sabía era que, si cualquier otra persona hubiese estado allí, seguro se hubiese regocijado ante esa cruel situación. Y ahora que lo pensaba, no lograba comprender cómo es que aquel inerte cuerpo fuese tan liviano. No recordaba que antes lo fuera tanto, aunque, siendo realistas, nunca había tenido la oportunidad de tenerlo en sus brazos.

El pelinegro ni siquiera se tomó el tiempo de verificar lo ridículo que eso había sonado en su cabeza. Debía llevar a su "enemigo" lejos del árbol sagrado. Esquivó varias ramas y se detuvo cuando estuvieron lo suficientemente alejados del árbol. Intentó despertarlo con una bofetada, más no logró zamparle la mano a ese rostro tan... Angelical. Su cara estaba llena de rasguños y su ropa totalmente desaliñada, lo que, viniendo del señor 'perfecto', era bastante inusual. Su rostro amoratado y sus párpados cerrados le daban una imagen pacífica, y aunque el pensamiento era, tal vez, algo sádico, Harry consideraba que eso era digno de ver; el gran Draco Malfoy relajado.

Tenía todo el tiempo que quisiese para seguir analizando los detalles ―¿o defectos?― del Slytherin, pero cayó en cuenta de que había un herido y debía llevarlo con Madame Pomfrey. Cómo llevarlo sin sentirse incómodo, no estaba seguro, pero al final decidió poner una de sus manos en la cintura de Draco. Era bastante curioso, e incluso se atrevía a decir que alarmante, la delgadez que el más pálido poseía, y a pesar de todo su esfuerzo, no podía evitar pensar en ello más de lo necesario. Ya debía estar acostumbrado a que las cosas jamás le saliesen bien.

𝘍𝘰𝘳𝘦𝘷𝘦𝘳 | ʰᵃʳᶜᵒ (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora