Capítulo 10

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~Narra Pablo~
Sentado en la escalera de la cafetería que suelo visitar varias veces toco varios acordes de la guitarra. Llevo toda la semana sin salir de mi casa dándole vueltas a la gran discusión que tuvimos Salomé y yo y la única manera de desahogarme es con la guitarra. Aquel sueño que provocó que mis ansias por que todo fuese más rápido ha provocado una discusión con ella y una gran inspiración para crear La Escalera. Temo que se hagan polémicas varias frases de la canción pero al fin y al cabo el amor se trata de eso, de una maldita casualidad y de un grave error.
-¿Quieres tomar algo?-me pregunta la camarera admirando lo que estoy cantando, puede parecer de locos pero llevo meses viniendo aquí y aún no se ni su nombre.
-Si no te importa, señorita...
-Alba
-Bonito nombre-titubeo, ella se pone colorada y entra en la cocina a prepararme algo.
Entonces, cuando solo estábamos mi guitarra y yo, un fuerte ruido nos interrumpe, una chica acaba de abrir la puerta de un portazo y rápidamente se sienta en una silla, quejándose del dolor que le provoca cerca de su pie.
-¿Salomé?-pregunto al reconocerla-¡Salomé! ¿Qué te ha pasado?-ella se da cuenta de mi presencia y entre lágrimas me da una sonrisa.
-¡Pablo! ¡Por favor ayúdales!-comenta desconcertada-¡Necesito tu ayuda! ¡Por favor!
-¿A quién tengo que ayudar? ¡Tranquilízate! Y explícame-intenta levantarse pero cae al suelo en el intento, veo su tobillo hinchado y la vuelvo a sentar en la silla.
-Necesito indicarte el lugar-ahora la comprendo, lo que me intentaba decir era el sitio donde necesitan mi ayuda.
Se me ocurre una idea un poco descabellada, me agacho para que ella se sujete a mi espalda, como un juego de niños, rodea sus brazos en mi cuello y coloca sus piernas sobre mi cintura, se las sujeto, una imagen muy graciosa para cualquiera que nos viese.
-¿¡A donde va!?-pregunta la camarera, ninguno de los dos damos explicaciones, sé que dejo mi guitarra en buenas manos.
-¿Me vas a explicar que te ha pasado?-le pregunto mientras que Salomé me indica el lugar con señales.
-Yo salía del instituto y unos matones intentaron pegarme, entonces mi ex me protegió pero cuando pude escapar lo veía en el suelo medio insconciente. ¡No quiero que le pase nada Pablo!-y en cierto modo sus palabras me duelen, por el simple hecho de saber que su corazón le pertenece a otro.
Llegamos a la entrada de su instituto donde varios coches de policías y ambulancias aguardan los dos cuerpos que hay en el suelo. Varios alumnos y profesores rodean el lugar de la pelea y observan como trabajan los enfermeros para salvar alguno de los dos. Lo que más me llama la atención es la navaja que tiene en la mano el chico del piercing.
-¡Luis!-grita al ver a su ex con una gran herida en su estómago-¡Oh Dios!-la dejo en el suelo y ella se arrastra al lado de su cuerpo.
-Tranquilícese-le dice el hombre que le está atendiendo-La herida no es grave, pero ahora déjenos trabajar por favor-la recojo y la alejo de aquel lugar de la misma manera.
Oculta su cabeza sobre mi hombro y llora desconsoladamente, varias lágrimas caen de mis ojos pensando en el dolor que tiene que estar guardando.
-Lo sigues queriendo ¿verdad?-aprieta fuertemente mi chaqueta de lana.
-No-sentencia-Son los recuerdos los que me atormentan, no su persona.
Llegamos a mi casa, por suerte no hay nadie de mi familia, la llevo directa a mi habitación y la tumbo cuidadosamente en la cama, sin ningún éxito, ella se sienta en el borde de mi cama sintiéndose incómoda.
Bajo las escaleras de dos en dos escalones buscando el botiquín, subo las escaleras de la misma forma y me la encuentro con el pelo echado a un lado, una acción que me sorprende de ella.
Descalzo su zapato y calcetín y muestra unos pies finos con las uñas pintadas de color azul marino, muevo varias veces su pie y ella se queja, masajeo la parte dolorida y no encuentro nada roto, no es que sea un experto en la medicina pero esto me ha pasado varias veces con mis sobrinos.
-Tenía diez años-comenta llamando mi atención-Tenía diez años que...-echa una fuerte respiración cuando finalizo el vendaje, me siento a su lado acariciando su espalda.
-Si no quieres decírmelo no lo hagas, no te obligo, perdoname la otra vez por intentar meterme en tu vida.
-La culpa es mía, tenías razón, dejame que te cuente-se tumba definitivamente en mi cama y yo a su lado, todo oídos-Tenía diez años cuando sucedió el peor momento de mi vida. Mi madre trabaja en una gran sucursal y mi padre como guardia forestal. Yo quería muchísimo a mis padres, pero tenía más predilección por mi padre que por mi madre. Todos los domingos me llevaba a ver patos y animales que no te sueles encontrar por la ciudad. Pero ese domingo no pudo por una emergencia, al día siguiente, la policía nos dio la noticia de que se habían encontrado su coche desperdigado por un barranco. Desde eso mi madre se tuvo que poner más horas de trabajo y tomar más tranquilizantes, tantos que un día tomó una sobredosis y casi muere junto con el bebé que iba a tener-se me forma un gran nudo en mi garganta viendo sus ojos cristalizados-Y por eso siempre he sido tan cerrada y tan rara, porque tengo miedo que me vuelvan hacer daño.
-Escúchame-le susurro-No temas porque nunca te dejaré sola-ella encuentra mi mano y los dos entrelazamos nuestros dedos-Te lo prometo.
-Te quiero-me susurra al oído.
-Y yo-le susurro también acariciando el mechón que tapa su ojo-Ahora descansa-le doy un pequeño beso en la frente y cierro la puerta tras de mí, apoyándome en ella y suspirando al pensar en lo que acaba de ocurrir.
Claro que la quiero, muero por ella.

Una Estúpida Ilusión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora