Capítulo 17

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-Pasado-
~Narra Salomé~
Entro a casa cerrando con suavidad la puerta por si se da el caso de que mi madre ya haya venido del trabajo, pero es algo imposible que a las diez de la noche haya terminado, como muy temprano viene a las doce de la noche.
En el espejo del hall me peino el cabello con mis dedos intentando disimular que es lo que ha pasado esta tarde, ni yo misma me lo puedo creer, hasta tengo una sonrisa tonta que por muy malo que sea mi suerte nadie me la va a quitar.
Sin embargo al entrar a la cocina se me cambia la cara, veo a mi madre riendo con un hombre, un poco más joven que ella, guapo, musculado, con el pelo moreno y los ojos verdes. Intento reconocerlo pero me es imposible, en mi vida he visto aquel tipo.
-¿Quién es?-las risas cesan y los dos ponen su mirada en mi persona.
-Hija-se acerca a mi para darme dos besos, yo me dejo pero me muestro fría observando al nuevo-¿Cómo estás? Me enteré que intentaron pegar a una chica de tu instituto y que un chico lo defendió ¿Los conoces?-río sarcásticamente.
-¡Era yo y Luis!-grito desesperada, estoy tan harta de que pase de mi, de que se preocupe más por su trabajo que por mi bien, si hubiese estado aquí papá, las cosas serían muy distintas.
-¡Mi hija!-grita alarmada-¿Estás bien? Pobre cariño mio-intenta besarme de nuevo pero la aparto-¿Y quién es ese Luis? ¿Un amigo tuyo?-pongo mi mano sobre la cara aguantando mi ira.
-¡Es mi ex novio! Pero claro, te es más importante el trabajo de los cojo...-el hombre me interrumpe, regañándome como si fuese alguien para decirme las cosas a la cara.
-Esas palabras niña.
-¡Tú te callas! No tienes nada que ver en esta conversación-mi madre calma la situación mandándonos a callar a los dos.
-Tienes razón-comenta entre el silencio incómodo que se ha producido-Si venía tan tarde o me iba tan temprano es para estar con él no por el trabajo-mi cara se pone blanquísima, no me lo puedo creer que lleve tantos años engañándome-Tu padre no tuvo un accidente, se suicidó al enterarse que le era infiel-y la gota colmó el vaso de agua.
Subo las escaleras corriendo, con lágrimas entre los ojos y de un portazo me encierro en la habitación. Me tiro a la cama en plancha ocultando mi cara entre la almohada, prefería cien mil veces vivir en la ignorancia que saber eso. No puedo vivir con la causante que causó que mi padre, mi ser más querido, se haya matado, necesito huir de aquí. ¿Y dónde puedo ir? No quiero molestar a la familia de Ainhoa y mucho menos a la de Pablo pero no me queda otra.
Meto mis cosas más preciadas dentro de la mochila y abro la ventana dejando pasar todo el aire que remueve mi pelo. Me fijo en la altura en la que estoy, si me tiro, está claro que me mato.
-¿Qué puedo hacer?-miro por última vez el retrato de mi padre y yo que nos hicimos en los montes de Toledo, ese día me enseñó a escalar y me dejó una cuerda por si alguna vez lo practicábamos de nuevo, entonces, en ese momento se me ocurre una gran idea.
Busco en los cajones hasta encontrarlo entre fotos de nosotros dos, un cajón que casi nunca abro, un cajón que quema los restos de mi sensible corazón. Hago un nudo en el escritorio que se sitúa delante de la ventana, me siento en el marco de la ventana y miro hacia abajo dándome vueltas todo. Entonces recuerdo las palabras de mi padre Nunca mires abajo, sientete libre, disfruta de la adrenalina. Y esto no es nada comparado con las montañas que ha tenido que escalar él.
-Allí nos vemos-susurro al viento por temor que no salga bien, agarro bien fuerte y dejo caer mi cuerpo estampándome contra la pared.
Me hago varios rasguños en mi piel, siento un gran escozor en mi rodilla pero no le doy importancia, voy bajando poco a poco agarrándome bien a la cuerda, sintiendo como mis brazos cada vez flojean más. Mis pies llegan a tierra y al soltarme caigo de culo, suspiro y me fijo en la rotura del pantalón junto con la sangre de la herida, molesta pero no he visto a nadie morirse por esto.
Me levanto recuperando el equilibrio y coja corro alejándome de aquel lugar que tanto me atormenta. Para ser tan tarde en pleno invierno hay mucha gente por las calles. Al llegar a la esquina de la cafetería me encuentro a Alba cerrando el chiringuito.
La saludo y ella me para-¿Estás bien?-asiento dándole una de las sonrisas más falsa que puede crear un ser humano-¿Y esa herida? ¿Te han vuelto hacer daño?-niego profundamente.
-No he visto la papelera y me he caído al suelo, una estúpida caída-mantengo la calma, no debo hacer que sospeche, no quiero que nadie sepa que es lo que de verdad hace que reaccione de esa manera.
-¿Necesitas ayuda?-niego.
-Bueno, tengo que irme a casa que me esperan-me despido de ella y sigo con mi camino pero vuelve a pararme.
-¿No vas en dirección contraria?-me quedo sorprendida cuando lo dice-Siempre te veo con tu amiga irte por otro lado.
-Pero es porque ella vive por allí-miento y esta vez si que me voy sin despedirme.
Por la calle, en la acera de en frente observo como una pareja se dan la mano como dos enamorados pero lo que más me sorprende de los dos es que la chica, la chica ¿Es Ainhoa? ¡No puede ser! Y va con mi profesor de fotografía ¿Pero que ven mis ojos? Ella se da cuenta de mi presencia y se oculta la cara con la capucha de su chaqueta. Mi profesor se fija en mi, no reacciono, su mirada hacia a mi tarda medio segundo y él también se oculta un poco con su chaqueta. Ahora comprendo ciertos comentarios de mi amiga. El churri del que tanto hablaba era ni más ni menos que mi profesor de fotografía.

Una Estúpida Ilusión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora