Capítulo 27

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-Actualidad-

-Narra Casilda-

En mis manos sujeto la comida de Pablo, con las manos temblando por el despertar tan inesperado que nos ha dado, los médicos no decían más que las probabilidades de que sobreviviera eran más pequeñas que las que muriese, ninguno de nosotros nos esperábamos que recobrase la razón tan pronto, si algún día veo a su ángel guardián, le daré todas las gracias que hagan falta y sé que no me quedaré corta.

Tumbado en la cama fija sus ojos en la comida con una gran sonrisa-¿Tienes hambre hermanito?-intenta reír pero tose, cuando lo sacaron de quirófano, la enfermera que le cuida nos enseñó la gran herida que tiene en el pecho derecho, era horroroso observar aquello.

-¿Y Amaia?-susurra-¿La encontrasteis?-sus ojos muestran preocupación, mi Pablito está loquito, loquito de amor.

-Acabas de sobrevivir de un accidente y ¿lo único que te interesa es Amaia?-asiente-Está descansando, lleva toda la noche velando por ti.

-Lo siento tanto por daros este susto.

-No tenías la culpa, el chico que conducía el otro coche en la autopsia dio positivo en alcoholismo y drogas-resopla y coge un trozo de pescado con el brazo izquierdo que es el único que puede mover-Ha llorado tanto...-susurro-Se sentía tan culpable, por un momento te dio por muerto pero si no hubiese insistido, ahora no estarías aquí.

-Le debo la vida por terce...-se para a pensarlo-Uf, desgraciado el que no quiera a esa chiquilla.

-Y desgraciado el que no te quiera a ti.

-¡Dame un abrazo! Que no me puedo mover-sin hacerle daño me acerco a él y con su brazo izquierdo me arropa, como si él fuese un koala y yo su árbol.

-Narra Amaia-

Llevo toda la mañana intentando dormir pero el pensamiento de que Pablo solo tenga un 45% de probabilidad para que salga de ese coma no es que me tranquilice mucho. Doy una vuelta en la cama, luego otra, me levanto para dar paseos para que me entre el sueño, escucho música, leo algún libro de filosofía, algo que me de sueño, pero nada lo consigue. Ya harta pateo varias veces la cama y me dejo caer en ella resoplando y con ello moviendo mi cabello despeinado.

Llegan las cuatro de la tarde, una hora muy apropiada para que su familia descansen y me ocupe yo, me llevo una revista para entretenerme en la espera de ver de nuevo sus ojos tan bonitos. Desde que le ocurrió eso a Pablo, no cojo casi nunca el coche por lo que me toca una larga caminata.

Paso por la calle de la cafetería donde la camarera ya no viste de negro si no de color con una gran sonrisa en sus labios, también paso por la escuela donde estudiaba Salomé, los motoristas que la intentaron pegar siguen en el mismo lugar, es como si estuviese viviendo dentro del diario.

Llego al hospital y a la primera persona que veo es a Salva que habla con un señor en la cafetería, le saludo y él hace lo mismo. El hospital siempre ha sido uno de los peores lugares donde yo he estado, ni la Romería del pueblo de mi padre lo supera. Siempre he sido una niña enfermiza y con nada ya estaba en el mismo lugar, no es que todos mis recuerdos sean negativos ya que conocí a mucha gente aquí, aunque esa gente ya está más tiesa de lo que yo creía que estaba Pablo. Gracioso Amaia, muy gracioso.

Abro la puerta y veo a un Pablo solitario con los cascos puestos en sus orejas escuchando música de su móvil y tatareando las canciones mientras que el chico que tiene a su lado se tapa las orejas con sus manos, vaya un idiota, no va a encontrar a alguien que canté mejor que él.

Me emociono al verlo tal y como era antes de que cayera en esa depresión-¿Pablo?-él al escuchar mi nombre, levanta la mirada de la pantalla del móvil.

-Amaia ¡Ven! Dame un abrazo que no me puedo mover-y por supuesto que me acerco, sin darme cuenta de sus heridas le apreto y él se queja-Cuidado.

-Perdona-me separo con miedo de hacerle más daño de lo que le he hecho-Pablo, perdóname por todo, no quería hacerte daño-lloro delante de él, me siento tan culpable de que ahora se encuentre en esa situación.

-Pero mi niña-estira el único brazo que puede y me seca con los dedos sus lágrimas-No tienes la culpa, la tengo yo por pensar en que no eres la persona de mi vida-siento mis pómulos calientes por el piropo-Te quiero tanto-me susurra-Si pudiese levantarme para darte un beso ahora mismo-con una sonrisa pícara, me acerco a sus labios y le doy un beso sintiendo que me atrapa con su brazo.
-¿Estoy soñando no?-noto un pellizco en mi brazo y me quejo-¡Vale! No estropes el momento.
-Túmbate conmigo-intento no enredarme entre los cables y me coloco a su lado, apoyándome en el pecho que no está herido, escuchando sus latidos y quedándome dormida sobre él.

Una Estúpida Ilusión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora