Capítulo 29

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-Pasado-

-Narra Pablo-

El reloj suena dando el indicio que es medianoche. Los únicos que quedamos despiertos son mi hermano Salva y yo. Él no hace más que pasar los canales de la televisión, aburrido sin saber donde dejarlo. Me levanto del sillón, despidiéndome de él, mañana tengo que madrugar para contactar con Eric y contarle las ideas que tengo para las dos canciones que me faltan para conpletar Terral. Llego a mi habitación y observo como está distribuido todo, se nota que en mi falta mi madre ha cuidado muy bien de mis cosas. Comienzo a inspeccionar todos los cajones encontrándome notas de hace años cuando no sabía que es lo que me iba a suceder al subir los vídeos en youtube, también encuentro un porta retratos sin ninguna foto en ella. ¿Qué foto puedo poner en él? De mi familia los tengo guardados en el álbum familiar, solo queda una persona... ¿Es necesario? me pregunto sacando una foto de Salomé y yo posando con una gran sonrisa. ¿No crees que así nunca la olvidaras? Tal vez esta foto sirva para pensar quien verdaderamente merece la pena y quien no y ella lo mereció para darme cuenta de que no todos las relaciones son iguales, que en cada uno el dolor no es igual, tal vez esa foto que estoy empezando a odiar sirva para abrir mi imaginación en los momentos donde tenga que componer.

Me tumbo en la cama observando el techo que tengo delante de mi, me acuerdo de aquella vez cuando soñé que los dos corríamos bajo un manto lleno de estrellas, que ella parecía un ángel con ese pañuelo, que eramos libres queriéndonos de una manera distinta cada uno, pero se quedó en eso, en un sueño, como todas las palabras que nos decíamos.

Sin pensarlo más, me pongo el abrigo y salgo de mi habitación encontrándome todas las luces de mi casa apagadas, me oriento con la linterna del móvil y me asusto al ver aún la televisión encendida, mi hermano se ha quedado dormido en el sofá viendo una película de misterio. No hago mucho ruido con la puerta y camino por las calles de Málaga para llegar a la casa de Salomé.

Al llegar a mi destino veo la luz de su habitación encendida con un llanto de fondo, intento mirar que hay dentro de la sala pero una cortina blanca me lo impide. Cojo mi teléfono marcando con dificultad su número, no estoy seguro de lo que voy hacer.

-¿Pablo?-dice con una suave vocecilla, observo el suelo que estoy pisando, lo más difícil ya lo he hecho, solo queda continuar mi decisión.

-Mira por la ventana-veo como arrastra la cortina y abre la ventana para asomar parte de su cuerpo, determino lo que están viendo mis ojos, veo a una Salomé con la cara marcada de señales, un moratón en el brazo izquierdo y con los ojos hinchados.
-¿Qué es lo que te han hecho?-mi visión se vuelve borrosa por las lágrimas que se me acumulan en los ojos.
-Nada Pablo-se seca con la manga sus lágrimas y desaparece de la ventana apagando la luz.
La puerta principal se abre y ella corre hacia a mi dándome un abrazo de koala quedándonos de esta manera durante un largo tiempo.
-Después de lo que te hice-me susurra-¿Para qué has venido?
-Te echaba de menos-confieso-Quiero que volvamos a ser amigos-ella da una sonrisa sarcástica-Olvidemos lo que ocurrió.
-¿Acaso tú puedes hacerlo?-se acaricia los brazos intentando darse calor, le ofrezco mi chaqueta y se la coloco encima de sus hombros.
-Claro que no pero es la única manera de poder curar este dolor-cabizbaja asiente a mi propuesta-¿Por qué no damos una vuelta?
El aire se levanta removiendo su pelo de un lado a otro, yo coloco mi mano sobre su cintura, ella no reacciona al movimiento que acabo de realizar, nunca la había visto de esa manera, tan triste, tan distante.
-¿Qué tal con tu novio?-escucho un pequeño sollozo-Oh, tal vez no debí haber sacado ese tema...
-No, tienes todo el derecho a preguntarme sobre él-me detiene en seco sujetándome los brazos-Prometeme que esto no se lo dirás a nadie.
-Salomé... ¿Qué es lo que ocurre?-me asusto al ver su seriedad en sus ojos, me temo lo peor y no es que me equivoque al escuchar la razón de sus ojos tristes.
-Él abusa de mi, lleva haciéndolo desde el día que te fuiste.
-No puedes permitir eso, necesitas la ayuda de alguien.
-¿Y qué ayuda tenía? Mi madre pasa completamente de mi y tú no estabas. Me encontraba sola ante esa situación.
-Pero yo estoy ya aquí, tienes que dejarme ayudarte.
-Ya es tarde Pablo, ya nadie puede hacer que olvide todo lo que me ha hecho.
-Lo siento-nuestras mejillas se empapan por nuestro llanto-Te prometí no abandonarte nunca y lo hice. Si no te hubiese dejado ahora no estarías sufriendo-siento su respiración muy cerca y sus labios sobre los míos, me aparto de ella-No Salomé, ya nada es como antes.
-Lo comprendo-de su mochila saca un cuaderno que reconozco perfectamente-He escrito en tu diario todo lo que hemos vivido-lo abro observando su letra tan bonita y sin querer mojo una parte de una de las páginas con una lágrima-Será mejor que me vaya de una vez.
-Cuídate.
-Adiós Pablo.

-Actualidad-
~Narra Amaia~
-Lo demás pasó muy rápido, ella iba a cruzar el paso de peatones cuando un coche a gran velocidad la atropelló. El/la conductor/a se dio a la fuga y su cuerpo cayó a 10 metros de aquel lugar. Intenté encontrarle el pulso, reanimarla. Sentía que me iba a morir como lo hacía ella. Por la brecha de su cabeza salía un río lleno de sangre, no sabía como curar la hemorragia, me sentía inútil. Cuando vinieron los médicos me confirmaron lo que tanto temía, Salomé había muerto-con los pulgares seco sus lágrimas y lo arropo en mis brazos.
-Tuvo que ser muy duro-le susurro acariciándole el pelo-Yo me volví loca cuando te vi tirado en el suelo-escucho una pequeña risa de él.
-Pero mi ángel guardián me salvó-sus ojos me miran con cariño y yo me pierdo en ellos y en su boca acabando los dos en un beso.
Me empuja para que me tumbe en la cama de la habitación, mi piel se tensa por completo poniéndome nerviosa-Pablo... Están todos abajo.
-¿Y?-me dice comiéndome a besos, cierro los ojos y mi respiración se vuelve acelerada.
-¡Qué nos van a oír!-él desabrocha poco a poco mi camiseta.
-¿Seguro que lo que te preocupa es eso?-me susurra al oído, acaricia mi brazo hasta llegar a mi mano-No hay que temer al querer y ser querido.

Una Estúpida Ilusión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora