Capítulo 13

377 32 0
                                    

~Narra Amaia~
Me desvelo dentro de la cama observando el vacio que tengo a mi lado, levanto un poco la cabeza para encontrarle pero no lo veo dentro de la habitación. Vuelvo a hundir mi cabeza sobre la almohada aspirando fuerte el olor de la tela, huele tan bien, huele a Pablo Alborán. 

Mi mente me exige que me levante de una vez ya que tengo que continuar con mis prácticas pero mi cuerpo me exige que me quede otro rato más. Si soy sincera he dormido poco, me ponía nerviosa el hecho de volver a dormir otra vez con él, ayer parecía tan decidida y él tan indeciso pero ahora la situación es al revés. He abierto tantas veces los ojos que he visto todas las posiciones que ha tenido esta noche Pablo para dormirse, estaba tan mono... Debería alejarme de esos pensamientos, es mi paciente... Y se supone que tu amigo... Para Amaia.

Otra vez vuelvo a tener esa pesadilla, Pablo me tiene cogida de las caderas y no puedo escapar de su ira pero yo se perfectamente que él no es y que estoy envuelta en un sueño que no se como escapar. Abro los ojos sobresaltada con la respiración entrecortada y dándome otro susto al ver a Pablo despierto mirándome.

-Tranquila-me susurra acariciándome el brazo, aparto rápidamente su mano de mi piel, me asusta incluso su presencia después de todo lo que acabo de vivir-Lo siento-me susurra dandome la espalda.

-Perdoname, he tenido una pesadilla-intento arreglar el acto reflejo que he realizado hace unos minutos, pensaba que me iba a volver hacer daño.

-¿Conmigo?-el silencio responde a esa pregunta-Lo comprendo, descansa-intento que se de la vuelta para hablarle cara a cara pero no se deja-No te preocupes, estoy bien.

Resoplo al recordar ese momento, ya no se si querrá venirse de compras como acordamos ayer, tal vez haya aprovechado el momento que yo dormía para marcharse, he de levantarme y responder todas mis dudas de una vez. Me dirijo al baño y por el pasillo me encuentro a Helena que me saluda con una gran sonrisa, suspiro de alivio, eso significa que Pablo no ha cometido ninguna locura. Al entrar me cambio rápidamente y encuentro una nota pintada en mi brazo que no me había dado cuenta. Apoyo mi brazo sobre el mueble que rodea el espejo y leo lo que me ha escrito Pablo: Si mis ojos son perfectos, los tuyos superan la perfección. Rio entre lágrimas, este chico es una caja llena de sorpresas, significa que estoy haciendo bien mi trabajo y me alegra muchísimo que mi primer reto se esté cumpliendo. Me lo quito pero antes le hago una foto por si en algún momento he de recordar este momento. 

Todos se encuentran en la cocina comiendo sus tostadas con mermelada excepto Pablo, entonces al preguntarme donde se encontrará escucho de nuevo su piano. Su familia me dan los buenos días y he de agradecer el cariño que están teniendo conmigo, llevaba tanto tiempo estudiando afuera que ya no me acordaba del cariño de la gente de Málaga. Cojo las tostadas que me ha preparado Casilda y corro hacia el garaje. Toco varias veces la puerta y esta vez no me pone ningún impedimento, entro entregándole sus tostadas y él me lo agradece con un gran sonrisa. 

-Veo que hoy te has levantado con el pie derecho-digo sonriente sentándome cerca de él que toca varias teclas de su gran piano.

-Vuelvo a creer en los ángeles-me pongo roja ante su halago, él ríe como nunca lo había visto.

-¡Pablo! ¡No me halagues más!-comento mostrándole mi brazo con un borrón negro, borrón creado por la tinta que he intentado quitar pero que ha sido imposible.

-¿Lo has leido?-asiento y de sus labios sale una sonrisa picarona-¿Te ha gustado?

-¿Qué si me ha gustado? ¡Me daban ganas de darte un achuchón y no soltarte nunca!

-¿Y por qué no lo haces?-y tiene razón, es solo un abrazo, no hay porque alarmarse, me tiro en plancha hacia Pablo apoyando mi cabeza sobre su pecho.

¿Qué clase de abrazo es ese? Se preguntaría cualquiera pero nadie pone impedimentos, él acaricia mi pelo y yo me quedo adormilada de esta manera hasta que su mano toca una melodía con el piano, suena tan perfecto-Escucha-le dejo hueco para que se pueda mover con facilidad en el instrumento.

Comienza a cantar una melodía melancólica pero que tiene mucho que ver con la situación de ahora, me quedo embobada escuchándole, si decía que su carrera estaba estancada se equivocaba, suena tan bien que incluso algunas lágrimas salen de mis ojos.

-¿Cómo lo vas a llamar?-le preguntó cuando finaliza la canción-Es preciosa.

-Ecos-y me da una sonrisa amarga-Y estoy en medio de uno que me está costando bastante.

-Seguro que te sale otra maravilla como esta canción.

-Para maravilla ya estás tú-me vuelvo a poner colorada, que osadez.

-¡Pablo! ¡Para!-le doy un pequeño golpe en el hombro y los dos acabamos riendonos de nuestras estupideces.

-Varias horas después-

Después de estar toda una tarde de tienda en tienda buscando ropa que le gustase a Pablo y prohibiendole ropa oscura acabamos cansados de la larga caminata. Justo en ese momento se me ocurre una idea muy descabechada y que puede funcionar.  Me dispongo a caminar por una calle que él conoce perfectamente, su cara cambia y se pone blanquísimo al pasar por aquí.

-¿Estás bien?-él aterriza a la realidad y asiente pero se pone intranquilo y acaricia sus manos una y otra vez, hasta que yo le cojo una de ellas-Podriamos quedarnos aquí-sugiero señalando la cafetería que tengo delante, el lugar donde se conocieron Salomé y él.

-No-me dice al contado-No, por favor-le pongo cara de confusa aunque sé perfectamente su negación.

-¿Por qué? Si me han hablado perfectamente de este sitio-le comento intentando que entre en razón.

-¡He dicho que no!-grita y por acto reflejo separo mi mano de la suya apartandome unos centímetros de él, recordando el sueño de esta noche-No puedo, lo siento-y se marcha sin darme más explicaciones.

Resoplo, por lo menos se intentó, entro dentro de esta sala tan famosa en su vida y me siento en una de las mesas observando como la camarera también vestida de color negro habla con un hombre regordete. Ella se da cuenta de mi presencia y con cara de tristeza se acerca a mi pidiéndome la nota. Nunca pensé que para investigar tendría que perder dinero, aunque sean dos euros, quien sabe cuando los podré necesitar.

Saco de mi bolso el cuaderno y la chica se queda mirándome reconociendo el objeto que tengo en mis manos aunque no comenta nada al respecto dejándome tranquila leer.








Una Estúpida Ilusión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora