Capítulo 16

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~Narra Pablo~

Perdió la razón.
Tuvo un ataque de nervios.
Pudo costarle la vida.
Lo más seguro es que lo encierren en una clínica psicológica.
¡No!
Si es por su bien.
¿Qué dices?
Tal vez debería dejar la carrera de psicología.
No tiene cualidades para enfrentarse a gente así

Frases sueltas, perdidas en una oscuridad que veo todas las horas que llevo inconsciente, deberían saber que aunque no reaccione siento lo que hay a mi alrededor y más de una vez he escuchado un sollozo perdido en un fondo negro. Si pudiese levantarme y poder achuchar a quien llore, seguramente mi hermana que es la más llorona de la familia.
Llevo unas horas con dolores por todo el cuerpo y sin estar con la tranquilidad que hizo que me desmayase, algo me dice que estoy volviendo a la realidad y no quiero de que se cumpla mi presentimiento.
-¡Salomé! ¿Por qué no puedo a estar a tu lado?
Y buscando respuesta no la hayé en ese instante pero un No es tu hora mi ángel hace que abra los ojos de golpe enfrentándome a la luz natural que tanto me molesta.
-¡Pablo!-grita mi hermana apoyándose en la barandilla de la cama donde me sitúo en este momento.
-¿Donde estoy?-pregunto desorientado, este ambiente solo me produce melancolía-¿Qué me pasó? No recuerdo nada.
-Sufriste un ataque de nervios y te desmayaste-intento darle la mano pero algo me lo impide, veo mis manos atadas al cabecero de la cama, intento soltarme sin comprender nada.
-¿Qué es esto hermanita?-intento de nuevo soltarme pero es imposible, lo único que provoco es más dolor.
-Te van a meter en una clínica...-y no hace falta escuchar más, esta claro que las frases que oí eran certeras.
-¿Y Amaia?
-Despedida, ha decidido dejar la carrera, se ve incapaz de ser psicóloga.
Empiezo a llorar ¿Qué he hecho? No hago más que repetirme, no solo he destruido mi vida si no el de los demás también ¿Por qué eres tan injusto Dios? Yo solo amé ¿Qué tiene de pecado eso?

-Varias semanas después-
Por el pasillo me comunican que tengo visita, me encanta que mi familia se acuerde de mi y no me tomen por locos como los enfermeros. Estoy tan harto de pastillas que cuando puedo las oculto o las tiro al water, yo sé que no estoy mal de la chota como mi compañero de habitación que no hace más que autolesionarse. Aunque he de reconocer que me tratan muy bien e incluso me han dejado envíar mi trabajo a mi nuevo productor, estoy tan nervioso de saber si le gustará o no que hay días que ni duermo.
-Que guapo estás-me comenta Mari Carmen dándome dos besos-Por fin elijo a un paciente que merezca la pena-río, sin esta mujer no me hubiese podido recuperar, es como mi segunda madre.
-¿Y tú no estás guapa?-le piropeo-¿Quién ha venido?-ella me da una sonrisa picarona y me señala la silla que hay detrás del cristal indicándome que no puede decir nada.
Espero aburrido y juego con mis dedos mientras le dan permiso a mi visitante, tanto secretismo no puede ser nada bueno. Entonces la veo con el pelo recogido y no puedo evitar llorar al fijarme en su sonrisa que a mi tanto me encanta.
-No llores Pablo-me dice ella poniendo la mano en el cristal y yo la apoyo sobre la suya.
-Amaia-comento secándome con la manga las lágrimas-Perdóname por estropearte tu vida, me siento tan mal.
-¡Oh no! Me hubiese vuelto loca en ese mundo, estoy estudiando audiovisuales, Salva me está ayudando-río, con que era eso lo que tanto me ocultaba la semana pasada mi hermano-¿Cómo estás? Te veo con mejor cara.
-Bueno-digo frunciendo el entrecejo-Esto es peor que el instituto, no se pueden hacer pellas-ríe aunque no se porque su voz se distorsiona un poco, tal vez por el eco de la sala.
Ella se da la vuelta buscando algo en su bolso, saca el cuaderno que los dos conocemos tan bien, siento un gran nudo en mi garganta y me pongo tenso al tenerlo en mis manos.
-No volví a leerlo más, cógelo, escribe, haz lo que quieras con él-miro a mi alrededor buscando alguna cámara pensando en que nos están observando, no me puedo creer que Amaia también esté jugando en el juego de los psicólogos.
-¿Qué pretendes?-digo con tranquilidad pero me enervo-¿¡Qué pretendéis!? ¡No soy un mono de laboratorio!
-Pablo tranquilizate-intenta calmarme-Es por tu bien-me han dicho tantas veces esas palabras antes de las pruebas de los médicos que solo hayo dolor y miedo.
-¡Confiaba en ti!-Mari Carmen la sujeta de los brazos para sacarla mientras nuestras miradas se encuentran después de tanto tiempo, debilidad es lo que me produce sus ojos.
-¡Tienes que mentirles!-grita mientras la enfermera intenta sacarla de la sala.

-Pablo-me susurra una voz-¿Estás bien? ¿Te duele la cabeza?-abro los ojos encontrándome a Amaia con el cuaderno en sus manos, mi alteración solo ha sido un delirio.
Aún así me fijo en toda la sala y no hayo ninguna cámara como en mi delirio, le devuelvo el cuaderno y ella me mira sorprendida.
-Quiero que alguien sepa mi penar-recuerdo las palabras de Amaia en mi flash back, miente-Confio en ti-por el agujero de la ventana cojo su mano apetándola bien fuerte.
-Echo de menos tus disparates-suspira-Quiero que me vuelvas a poner de los nervios, que tus piropos me pongan roja... ¡Ya nadie me lo hace!
-Y el que te lo haga no va a tener calle para correr-bromeo y en mi mano cae una lágrima suya que intenta ocultar con una sonrisa-Nos veremos pronto, te lo prometo.
-No prometas nada sin exactitud. Las promesas duelen.
-Se acabó el tiempo, debe irse señorita Amaia-grita Mari Carmen, ella suelta mi mano y con otra mirada se despide de mi sin decirme nada más.

Una Estúpida Ilusión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora