Capítulo 22

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-Actualidad-

-Narra Amaia-

La tormenta de afuera me acompaña en mi soledad en la habitación de Pablo, desde que vino a casa hemos decidido compartir la misma habitación y eso conlleva la misma cama, cuando se lo dijimos a su hermana nos sonreía con las cejas bien alzadas, se lo imaginaba, ella quería esto, que acabásemos juntos. 

Las ventanas se abren por el fuerte viento que les golpeaban y la hoja suelta que estaba leyendo acaba medio mojada por las gotas de agua que le han transportada a la pared, allí queda, pegada, es como si la pared recordase todo este diario porque aunque no lo parezca, parte de esta historia han sucedido en estas habitaciones. La melancolía, la incertidumbre, el amor. Puede que yo sea el final de este tormento, puede que no les caiga bien a estas estructuras por ser la extraña, por tener una presencia que nadie sabe, directamente estoy delirando.

Cierro la ventana y recojo el papel cuando, de repente, la puerta se abre con una rendija donde yo puedo ver a Casilda discutir con su hermano, Pablo tiene los brazos cruzados con el ceño fruncido y ella con la misma cara, no me extraña que sean hermanos.

-No puedes irte-comenta Casilda sin hacer mucho ruido, por la hora que debe ser seguro que ya están todos dormidos-Y menos con ella ¿Y si te hace daño?

-Si me hago a la idea de que enamorarme nunca me harán daño acabaría solo hasta mi muerte. Hasta la convivencia daña hermanita-la veo llorar mientras Pablo la mira con cariño con los ojos cristalizados-No discutamos por esto por favor y no ahora-Casilda pasa su mano por el hombro de él y este le acaricia su mano.

-Lo siento hermanito-y con un "adiós" una lágrima de él cae en el suelo y con ello un llanto débil de la persona que tengo delante.

Me acerco a Pablo sin que se de cuenta de mi presencia, al estirar mi brazo intento tocarle pero lo único que consigo es aire, extrañada vuelvo hacerlo de nuevo pero no consigo nada ¿Cómo? me pregunto asustada, me acerco para darle un abrazo pero a quien se lo doy es al suelo que al acercarme tanto al borde de la cama me he caido de culo.

-¡Ay! ¿¡Pero qué!?-grito sin entender nada, sigo donde estaba antes y el papel sigue en mis manos, ni las ventanas se han abierto ni los dos hermanos discuten en el pasillo.
Me levanto acariciando el lugar donde me he hecho daño, guardo el diario bajo la almohada y me dispongo a ir con los demás cuando dos voces me detienen en mi camino. En el hall están de nuevo los dos hablando en voz baja pero a Casilda se le va más animada que en mi flash back o lo que haya sido eso.
-¿Entonces estáis juntos?-él levanta la mirada y yo me escondo bien en las escaleras para que no se den cuenta-¡Me alegro tanto!-le da uno de esos abrazos donde no te suelta nunca hasta que se lo tengas que decir o pase algo, Casil es así-No te veo muy convencido-y se separa preocupándome-¿La quieres?
-No lo sé-y esas tres palabras producen un nudo en mi garganta y un intenso dolor-En la clínica me obligaron a que hiciese una nueva vida, que estuviese con alguien ¿Pero como puedes hacerlo cuando no te olvidas de la persona a la que de verdad quieres? Me siento tan mal por engañarla que ya no se ni lo que siento, ni quien soy-me tapo la cara para evitar que llore y me descubran.
Dicen que no les da importancia a las cosas hasta que las pierdes Me dijo y yo lo acabo de perder teniéndolo tan solo unos pocos días, tuve que darle por perdido hace mucho, no, no, tuve que haberme ido de esta casa hace tiempo.
-Dale una oportunidad-ella sigue con la misma monserga, ve esperanzas donde no las hay.
-Pero no quiero hacerla daño-muerde su labio inferior justo en el momento que me ve aparecer.
Bajo las escaleras y los dos se quedan petrificados al darse cuenta de que he escuchado todo.
-Ya me lo has hecho-digo enfadada a su lado y antes de irme por la puerta me sujeta del brazo-¡No me toques!-y de un portazo cierro.

~Narra Pablo~
Piso los charcos con cuidado para que no se de cuenta que la sigo, maldigo mi mala suerte por haber hecho esto, no la quiero perder, claro que no, tal vez si me guste pero con las dudas me han hecho cerrar los ojos, ya debo reaccionar, ya va siendo hora que levante la cabeza, que tanto dolor tenga un arco iris.
Los dos acabamos en el famoso mini puente donde solo pueden circular peatones. Se sienta en uno de los escalones y el viento remueve su pelo mientras seca las lágrimas que caen de sus ojos. -No puedo verte así-ella se da la vuelta para fijarse en mi, me siento a su lado con un brazo en su cintura-Y más por mi culpa.
-¿Por qué me dijiste que me querías?-me reprende, cabizbaja sigue llorando-¿Qué te he hecho yo para que me trates así? Solo provocas ilusiones-y una parte de mi interior se destruye de nuevo, justo le dije eso una vez a Salomé.
-Lo decía con verdad ¡Yo te quiero!
-Basta de mentiras Pablo, basta-intenta levantarse pero yo la detengo.
-Escuchame por favor-cojo su cara para que me mire a los ojos, para que se de cuenta de que soy sincero-Tenía miedo, miedo de vivir otra vez lo mismo, de volver a querer a alguien y esta semana me arrepentía de lo que te dije pero me equivocaba. Tú no eres ella, tú eres única y fui un estúpido al no darme cuenta antes.
-No se si creerte Pablo-y esta vez soy yo el que se levanta con el pensamiento de que he perdido esta batalla y la última de muchas.
-Te veré en la cena-pero eso nunca se cumplió porque no volvió.

Una Estúpida Ilusión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora