Cristinne y sus reglas

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-Yo no quiero irme de aquí... Me divertí muchísimo ayer... ¿podemos quedarnos un día más?-suplicó Smiley.

-Si queréis ver cuanto antes a nuestra guardiana tendremos que salir temprano. Pero no te preocupes, cuando quieras podemos volver-la animó Juliette.

-¿Pero de nuevo vamos a tener que cruzar todo el camino de vuelta?-me quejé.

-Si queremos volver tenemos que cruzar el camino de vuelta, obviamente. Normalmente los habitantes del Reino de los Ángeles viene hasta aquí volando, pero como vosotros no tenéis alas os vais a tener que aguantar yendo por el camino difícil-explicó ella-. ¡Venga, vamos! ¡Tenemos que darnos prisa!

Después un largo rato caminando Julie nos llevó hasta un castillo parecido al Palacio de Versalles, hermoso sin duda.

Tras subir unas largísimas escaleras llegamos a una enorme estancia. Un gran pasillo con una alfombra roja granate con detalles en dorado y unas columnas blanquecinas conducían hasta una jovencita sentada en un lujoso trono dorado. Tenía el cabello corto y castaño, atado con dos pequeñas coletas florales en ambos extremos de la cabeza. Sus ojos eran marrones profundos y brillantes. Llevaba un vestido blanco con ciertas tonalidades en azul y rosa. Era corto, apretado por la parte de arriba y vaporoso y con volantes por la de abajo. Su vestido estaba repleto de bellas flores blancas y rosadas. Sus calcetines eran blancos y llevaba uno atado con un lazo rosa mucho más largo que el otro. Tenía unas grandes alas blancas, se veía una gran diferencia entre las suyas y las de los demás ángeles.

-Encantada de conoceros. Soy Cristinne, guardiana de la Gema de la Tormenta y dueña absoluta de este reino-se presentó con arrogancia.

-Nosotros quere...

-¡Para!-interrumpió Cristinne a Paolo. Se acercó a él y lo miró fijamente durante unos segundos.

-¿Pasa algo?-pregunté.

-Oh, no, nada. Debo haberme confundido. Las divinidades como yo también se confunden. En fin... Antes de nada, debéis conocer las reglas de mi reino-chasqueó los dedos y uno de sus escoltas nos dio un pergamino.

El libro mágico nos lo leyo en voz alta:

-En el Reino de los Ángeles hay una única regla. Queda terminantemente prohibido: sonreír, reír, llorar, asustarse, emocionarse o cualquier cosa similar. En caso de que alguien haga una de estas cosas o incite a hacerlas quedará expulsado del reino de por vida.

"¿Habla en serio?" me pregunté.

Todos quedamos realmente sorprendidos, pero Juliette parecía acostumbrada a esa regla, por eso no expresó ningún tipo de emoción desde que entramos en el palacio.

-¡Qué regla más absurda!-exclamó Smiley ofendida-. ¡Con lo que nos divertíamos en el parque de atracciones!

Julie le tapó la boca, pero al ver que todo el mundo escuchó lo que dijo se le heló la cara.

-¿¡Como!?-exclamó Cristinne enfurecida, levantándose de su trono-. ¡Repíteme ahora mismo lo que acabas de decir!

Smiley se escondió tras Paolo, asustada.

-He dicho que me repitas lo que acabo de dedir-dijo la guardiana intentando aparentar tranquilidad.

-Di-dije que nos lo pa-pasamos muy bien en el par-parque de atracciones-balbuceó aún escondida.

-¿Y en qué momento di yo permiso para que se construyera algo así? Un parque de atracciones es para divertirse, ¡y en este reino esta prohibido divertirse!

Aquello pintaba muy mal...

-¡Y tú!-dijo señalando a Julie-. ¡Tú lo sabías todo! Te consideraba una persona de confianza, ¡pero me mentiste! ¡Todos me habéis mentido! ¡Llevaos a esta gente de aquí, a los calabozos! Ya pensaré el castigo para todos los que incumplieron la regla...

~*~

-Podrías haberte callado la boca...-se protestó Juliette mirando a Smiley.

-¿Y yo que sabía? Si Cristinne es una amargada insoportable no es mi culpa-contestó ella.

-Cuidado que pueden oirnos-dijo Paolo tapándole la boca.

-No, tranquilos, si aquí no hay ni cámaras ni nada de eso. Pero podrías haber preguntado antes de decir cosas así por las buenas.

-Yo no sabía nada de que Cristinne no tenía costancia de la existencia del parque de atracciones-argumentó Smiley.

-Al ver la regla del reino podrías haberte hecho una idea. Ahora destruirán el parque y adiós a la felicidad que nos quedaba-dijo a punto de llorar.

Smiley la abrazó. Sé que ella no tiene la culpa, pero que en el fondo se siente culpable.

-Pero no es justo. No puede prohibir tener emociones a los habitantes de su reino. Nadie puede hacer eso, es algo inhumano-me quejé.

-Lo sabemos, pero nadie puede contradecir lo que dice. En ese caso lo encierran en una cárcel como esta. Por eso construimos un sitio dónde poder divertimos-respondió Julie.

-Tenemos que hacer algo para destituir a Cristinne de su cargo y nombrar a otra guardiana-intervino Paolo.

-Eso es imposible... Nos prohibió tener contacto alguno con Nayar-suspiró Juliette.

-Pero aquí estoy yo-dijo el libro mágico. Durante el último día estuvo algo callado-. Enviaré un comunicado a Nayar alertando de esta situación. Lo que está claro es que no podéis continuar viviendo así.

-¿En serio?-dijo Juliette emocionada.

-Por supuesto, se encargarán de destituir a Cristinne tras comprobar su incapacidad para el cargo de guardiana de una Gema del Poder.

Todos sonreimos. Todo se iba a solucionar. El libro mágico nos dijo que se haría una especie de juicio contra ella. Si ganáramos la llevarían a Nayar y enviarían a otra guardiana para que la sustituyese.

-¿Pero cómo vamos a mandar ese comunicado? No podemos salir de aquí-observé.

-No importa la distancia. Es cuestión de horas que Europa cambie de guardiana.

Julie sonrió satisfecha. Qué feliz se la veía. Ahora ella y todos serían felices al fin. Pero... tenía una extraña sensación...

La mágica aventura de AriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora