La valentía de una futura reina

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-¿De veras no nos hemos equivocado de verdad?-me quejé tras dos horas andando.

-No creo, no debería estar muy lejos-contestó Felicidad.

Caminamos un poco más y vimos a lo lejos algo flotando en el aire. Nos acercamos corriendo y ahí la vimos. Era una mujer de largos cabellos, cuyo color era una mezcla entre el agua marina y el gris. Sus ojos eran del mismo color que su pelo. Llevaba puesto un vestido a la altura de las rodillas, blanco y vaporoso, e iba descalza. Tenía un collar de oro en el cuello. Estaba sentada sobre un cojín blanco, encerrada en una jaula dorada.

Felicidad y Paolo la abrazaron como pudieron.

-Mis niños...-les murmuró. Cuando se separaron la Reina Giselle se dio cuenta del vientre de su hija y abrió mucho los ojos-. F-Felicidad...

-Lo siento... Sé que debería habértelo dicho antes, pero...

La Reina rió y jugó con los cabellos de su hija.

-¿Cuándo nacerá Kinako?-le preguntó su madre, entre risas.

-¿C-cómo lo sabes?-preguntó Felicidad perpleja.

-Desde el primer momento lo supe, recuerda que mi magia está conectada a tu corazón-le susurró.

-¿Y no estás enfadada?-le preguntó tímidamente.

-Claro que no, mi niña. Siempre te apoyaré en todo-nos lanzó una mirada a Smiley y a mí-. ¿Quiénes sois vosotras?

-Yo soy Aria, y esta es Smiley-le presenté-. Pero antes de seguir hablando sería mejor sacarla de ahí, ¿verdad?

-Sí, la verdad es que estaría mucho más cómoda-me sonrió.

Íbamos a buscar el modo de liberarla, pero una voz masculina nos interrumpió.

-Cuánto tiempo, mi amada Felicidad.

-Xavier...-masculló ella.

-¿Acaso no te alegras de verme?-dijo dejándose ver.

Era un chico bastante alto y de brillantes ojos grises. Tenía el cabello castaño oscuro, con flequillo y tenía un montón de pecas sobre sus mejillas. Llevaba puesto una sudadera azul y unos pantalones deportivos del mismo color pero en un tono más oscuro.

-¿Tengo que responderte a eso?-le dijo Felicidad con desprecio.

-No te pongas así de desagradable, recuerda que tú siempre fuiste una persona muy tranquila-contestó con descaro.

-¡No le hables así a tu futura Reina!-le gritó la Reina Giselle.

-Y tú no me hables así o acabarás muerta-la amenazó.

-Deja de tratarlas de esa manera-le dijo Paolo alzando la voz.

-Vamos, si ellas desaparecieran tú te convertirías en el próximo Rey, ¿no es eso lo que querías?

-No digas eso si el que quieres desaparecer eres tú-amenazó él.

-Qué pena me dais los dos. Dentro de cinco años Felicidad se convertirá en Reina. Lo único que le tenéis es pura envidia-se atrevió a insinuar.

Paolo estaba a punto de pegar a Xavier pero Felicidad lo detuvo.

-Este problema es mío-le susurró-. Estoy segura de que no me tienen ningún tipo de envidia, ellos me quieren. Yo sí tengo a gente que me quiere, a diferencia de ti. Porque sin mí no eres nada.

-No tendré en cuenta tus palabras-se encogió de hombros.

-Pues deberías de tenerlas. Eres un ser horrible que quiso matar a su propia hija-le dijo Felicidad con odio, acariciando su vientre.

-Si te dije eso fue por nosotros, ¿de verdad no te gustaría reinar más tiempo?

-¡Eso es lo único que te importa! ¡Reinar! Eres un ser insensible, no puedo entender por qué te volviste así, jamás imaginé que pudieses llegar a esto...

-Yo nunca cambié. Solo miraba por el bien de los dos-suspiró Xavier-. Sé perfectamente que no estás psicológicamente capacitada para ser madre.

-No te excuses de esa manera-le gritó enfadada-. ¿Por qué cambiaste tanto? ¿Por qué? ¿No te das cuenta de que has hecho perder tantos años de su vida a la persona a la que supuestamente amabas?

-¿Crees que te mentía cuando te decía que te amaba?-le preguntó Xavier.

-No...-susurró.

-¿Entonces a qué viene ese rencor?

-¿¡Cómo que a qué viene!? ¿¡Es que no me escuchas!?-le gritó desesperada-. ¡Pero ya da igual, libera a mi madre y desaparece de mi vida!

-No podrás librarte de mí tan fácilmente, tengo el mismo derecho que tú a ver a mi hija.

-Jamás dejaré que la veas-le dijo firmemente Felicidad.

-Pues te llevaré a los tribunales si hace falta-contraatacó Xavier.

-Nadie dejaría que estuviese con mi hija a un irresponsable que quiso matarla.

-¿Sabes lo que es más gracioso?-río él-. Que en el fondo sigues enamorada de mí.

-¿Y sabes que es más gracioso? Que por culpa de tu egoísmo hemos llegado a esto.

-Tal vez-dijo mientras le cogía la mano y la abrazaba-. Todavía podemos ser felices, princesa. Yo estoy dispuesto a aceptar a esa niña y reinar el tiempo que sea.

“¿Qué se ha creído? ¿Después de todo lo que le ha dicho le pide que vuelva con ella?” pensé. Pero mi corazón se heló cuando vi que Felicidad destruía las Gemas del Poder de la Tierra apretando la mano.

-Lo siento, Xavier...-le susurró pegándole una palmadita en la espalda, y se convirtió instantáneamente en cenizas.

La jaula en la que estaba la Reina Giselle también se desvaneció y cayó al suelo.

La mágica aventura de AriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora