Airisu, recolectora de estrellas

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-¿Q-qué ha pasado? ¿P-por qué me abrazáis todos?-preguntó Felicidad con un hilo de voz, confundida-. Lo último que recuerdo es unos brillantes ojos rojizos...

-Medusa te petrificó. Pero entre todos conseguimos romper el hechizo-le susurré mientras la abrazaba de nuevo.

Le contamos todo lo que pasó desde que conseguimos la Gema de las Arenas. Pero no parecía en absoluto sorprendida, es más, lo veía algo normal. Pobrecita. Me hubiese gustado que hubiera estado presente durante nuestro viaje hasta el Reino de los Ángeles pasando por las Cataratas Victoria y Orleans.

-Cuánto me hubiera gustado visitar todos esos lugares...-dijo con voz soñadora-. Y bien, libro mágico, ¿cuál es nuestro próximo destino?

-Nuestro último destino es ni más ni menos que el Everest, en Asia-anunció con gran emoción.

¿Pero de verdad alguien vivía allí? Cuando terminé de formurlarme aquella pregunta empecé a sentir frío. Miré a mi alrededor y todo había cambiado. No había signo de vida y el paisaje se había vuelto más rocoso.

-¿Dónde se supone que está la guardiana de Asia?-preguntó Paolo mirando de un lado para otro.

-En la cima. Parece que calculé mal las coordenadas pero no estamos muy lejos del lugar, seguidme.

Comenzamos a caminar hacia arriba y diez minutos después escuché un fuerte rugido.

-¿Q-qué ha sido eso?-balbuceé atemorizada.

-Oh, no te preocupes. Creo que olvidé deciros que los que protegen a la guardiana asiática son dragones-dijo el libro con despreocupación.

“Eso significa que estamos cerca pero, un momento... ¿¡Ha dicho dragones!?” pensé

-¡Es increíble! ¡Podré ver con mis propios ojos a dragones!-exclamó Smiley, emocionada.

-Pero no nos harán daño, ¿verdad?

-Tranquila, Felicidad. Nosotros aprendimos mucho sobre lucha-le dijo Paolo.

-Pero eso no quiere decir que podamos hacer frente a dragones...-suspiré.

-Ya verás que sí-contestó él.

-Bueno, no creo que nos ataquen, si nosotros no queremos hacerles nada-comenté.

Minutos después vimos a lo lejos un pequeño castillo en tonos azulados. El rugido de los dragones se hacía cada más intenso a medida que nos acercábamos. Justo antes de que entrarámos en el castillo una risa dulce nos sorprendió por detrás.

Aquella chica aparentaba la edad de Felicidad. Tenía el cabello corto y morado con las puntas doradas; también llevaba flequillo. Sus ojos eran del mismo color que su pelo, y estaban llenos de profundidad. Llevaba puesto una especie de camisón en tonos lilas y azules, con algo de brillo. También llevaba unos pequeños lazos violetas en cada lado de la cabeza. Sujetaba con el brazo derecho una cesta con... ¿estrellas?

-Bienvenidos seáis todos-nos saludó con una expresión solar-. Soy Airisu, guardiana de la Gema del Universo de Asia.

Todos nos presentamos, y ella siempre respondía con una sonrisa. Qué chica más alegre.

-Oye, ¿qué llevas ahí?-pregunté curiosa señalando su cesta.

-Son estrellas. Los habitantes de este pequeño pueblo en lo más alto del Everest tenemos la costumbre de recolectar estrellas-explicó ella.

-¿Pero son estrellas de verdad?-dijo Paolo.

-Claro, las estrellas tienen un don muy especial. Coges una, pides un deseo, pero no puede oirlo nadie. Después la sueltas y ese deseo se cumplirá-volvió a explicar Airisu.

-¡Impresionante! ¿Puedes darnos una a nosotros?-pidió Smiley.

-Sí, claro. Aquí tenéis una-dijo dándonos una estrella a cada uno.

Aquella estrella tenía un tacto cálido y suave.

“¿Qué puedo pedir? Esta es una oportunidad única... ¡Ya sé! Deseo que todos volvamos a casa sanos y salvos” pensé y tiré la estrella hacia arriba. La salud era lo más importante cuando nuestra vida estaba en peligro.

Segundos después Paolo y Smiley hicieron el mismo gesto.

-¿Y en cuánto tiempo se cumplen los deseos?-preguntó Smiley.

-Nunca se sabe. Puede ser mañana o dentro de unos años. Veniros conmigo, os voy a enseñar mi pueblo.

Era pequeño, pero muy acogedor. La gente era muy hospitalaria, seguramente porque recibían pocas visitas.

Pero seguía haciendo mucho frío. Nevaba constantemente y nuestra ropa no era precisamente súper cálida. Nos quedamos a dormir aquella noche en un hostal junto a Airisu, que no se separaba de nosotros ni un momento, muy cariñosa la verdad.

Me desperté a mitad de la noche. Miré por la ventana y seguía nevando intensamente. Suspiré y salí a dar un paseo, porque no podía dormirme.

Me senté al borde de un pequeño precipicio. Desde allí la Luna se veía grande y bella, tan blanca que su resplandor cegada por completo mi mirada.

-No deberías salir con esa ropa a la calle. Hace mucho frío-me advirtió Airisu.

-¿Qué haces aquí?-le pregunté. Si cuando salí la vi profundamente dormida.

-Noté que faltabas tú. Es que yo tengo un sexto sentido-rió-. Toma, te traje un abrigo.

Me puse aquel abrigo que la guardiana me dio. Qué sensación de calor y suavidad.

-Muchas gracias-le agradecí-. Desde aquí la Luna se ve muy bonita, ¿verdad?

-Es increíble, se ven hasta los cráteres. Está más hermosa que nunca. El cielo se ha despejado más de lo normal cuando habéis llegado-me sonrió-. ¿Sabes? Es bonito pensar que el destino os ha traído hasta aquí para que todo se vuelva más bello y maravilloso.

-Es muy bonito eso que dices. Pero no recibís muchos visitantes, ¿no?

-Desde hace unos años no. Por eso teneros aquí es una bendición del cielo. Mañana os llevaré a un lugar muy especial para mí. Pero tenemos que irnos a dormir ya, que a partid de media noche hace un frío insoportable.

Se levantó y yo lo hice tras ella. Volvimos a casa y me dormí instantáneamente. Menuda capacidad tiene Airisu para relajarte.

La mágica aventura de AriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora