El ataque del enemigo

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-¿Qué le ha pasado?-gritó Paolo acercándose junto a Smiley.

-¿Y qué se supone que hacíais ahí?-dijo Smiley con desconfianza.

-Pasábamos por aquí y de repente de desmayó-mentí angustiada, intentando reanimar a Felicidad.

-¡Tenemos que llevarla a la enfermería!-exclamó Airisu.

Paolo la cogió en brazos y seguimos a la guardiana por todo el pueblo hasta llegar a una pequeña casa con el tejado de paja. La tumbaron en una camilla y el médico empezó a hacerle algunas pruebas.

-¿Le pasa algo grave?-pregunté preocupada.

-Bueno, estos síntomas no son propios de su corta edad, su cuerpo no ha podido soportar tantos mareos y se ha desmayado. Lo único que necesita es reposar y descansar.

Suspiré aliviada. Pero mi tranquilidad se vio interrumpida por un fuerte rugido. Paolo, Smiley, Airisu y yo salimos a la calle y en el tejado de la enfermería vimos a un flamante dragón morado de ojos rojos parecidos a dos rubís.

-¿Qué ocurre?-le preguntó Airisu asustada.

El dragón soltó dos pequeños rugidos y después uno con todas sus fuerzas, como si quisiera decirnos algo.

-Peligro...-tradució Airisu, desolada.

-¿Cómo que peligro?-exclamó Smiley asustada.

La guardiana frunció el ceño, intentando comprender los gestos del dragón.

-Dice que vieron a seres que no parecían ser de por aquí mientras rastreaban la zona. Tenemos que activar el protocolo de amenaza-dijo Airisu con decisión.

Comenzaron a sonar las alarmas y la gente empezó a salir rápidamente de sus casas, con algunas maletas. Airisu y los dragones guiaron a los habitantes del pueblo a lo que parecía ser una especie de refugio subterráneo.

-¿Y tú no vas con ellos?-le preguntó Paolo a Airisu, preocupado.

-Según el protocolo la guardiana debería ser la primera en salvarse. Pero quiero estar aquí para defender a mi pueblo.

-Pero tendrías que ir con ellos, no eres tan mayor como para defenderte por ti misma-le advirtió Smiley.

-Soy más fuerte de lo que creéis. Además, están los dragones para defendernos en caso de no podamos con ellos-sonrió algo intranquila.

-¿Y dónde está Felicidad?-pregunté.

-Le dije al médico que se la llevara con él, está a salvo-me contestó la guardiana.

Tras esas palabras comenzaron a llegar más dragones. El cielo de oscureció de repente, y empezó a soplar un fuerte viento. Cogí el arcó que me regaló Alyre y asentí convencida. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera.

Vi a lo lejos un montón de sombras que se acercaban rápidamente. Pero entre todas esas sombras distinguí una silueta. ¿Aquella no era... Medusa? Cuando me quise dar cuenta estaba prácticamente a nuestro lado. Pero antes de pudiera petrificarnos habíamos tomado medidas al respecto: unas lentillas que nos dio Airisu. Decía que protegían de cualquier hechizo por contacto visual.

Los dragones estaban dispuestos a atacar, pero las sombras los rodearon y los dejaron... ¿dormidos? No se movían, pero podía notar su respiración.

Lancé una flecha con precisión contra ella, pero antes de que pudiera darle la cogió con una mano, la convirtió en cenizas y empezó a reirse a carcajadas.

-¿Qué estás haciendo aquí?-le dije amenazante, apretando los dientes.

-No sé que me parece más gracioso: que intentes detenerme con una simple flecha o que te creas superior a mí-se burló ella.

-¡He dicho que me contestes!-le grité.

-Qué descortesía. Tú y tus amiguitos me adelantásteis con las otras Gemas del Poder de la Tierra, pero la Gema del Universo será mía. Si una de las gemas no está a salvo, nadie en la Tierra lo estará.

-¿Y qué te hace pensar que te la daremos?-le dijo Paolo.

-No me hagas más reír. Soy superior a vosotros-dijo ella con su odioso tono de superioridad.

-Tendrás que pasar por encima de mí cadáver para conseguirla-siguió diciendo él.

-Pues será un sacrifico en vano-se burló Medusa-. Con los dragones profundamente dormidos bajo mi hechizo somnífero no me será muy difícil llegar hasta el lugar en el que se esconde la gema.

-Te detendré aunque sea con mi vida-seguía insistiendo él.

Mientras Paolo entrerenía a Medusa le pedí a Smiley que fuera a por un espejo. En el fondo me costaba reconocer la verdad: que Medusa tenía razón y que tarde o temprano acabaría por arrebatarnos la Gema del Poder de Asia. Por eso el truco del espejo era lo único que nos quedaba, ya que nuestros ataqued no ayudarían mucho. Aunque en su día Felicidad dijo que no serviría yo confiaba en que todo saliese bien.

-¡Cállate de una vez!-gritó Medusa más que harta-. O me la dais por las buenas o por las malas.

-No te la daremos-dijimos Paolo y yo al unísono.

Medusa nos fulminó con la mirada y se acercó a nosotros. Agarró a Airisu con la mano y la alzó.

-¡Suéltame!-exclamó ella sin parar de moverse.

Medusa anduvo un poco y se llevó a Airisu a un gran precipicio.

-O me dais la gema o la tiro-amenazó.

En ese momento llegó Smiley y me dio disimuladamente el espejo.

-¡Medusa, déjala en paz!-exclamé y me quité las lentillas-. ¡S-si lo haces te dejaré que me petrifiques.

-Ilusa...-masculló.

Sin soltar a la guardiana miró fijamente mis ojos, pero antes de que pudiera petrificarme puse el espejo delante de mis ojos. Cuando asomé tímidamente un ojo me di cuenta de que Medusa había sido petrificada, pero al estar convertida en piedra no soporto el peso de Airisu y la guardiana cayó por el precipicio.

La mágica aventura de AriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora