El Reino de los Ángeles

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-Y bien, ¿cuál es nuestro próximo destino?

-Paolo, no te apresures. Antes dime, es decir, dinos que ha pasado ahí dentro-le pidió Smiley de mala gana.

-Tranquila. Tan solo hablé con ella calmadamente porque estaba muy nerviosa-dijo acariciando suavemente su cara.

-Entiendo...-contestó ella babeando.

-Bien, ya que tenemos agua del Lago Victoria y la pócima de Loira y Sena solo nos falta un ingrediente-intervino el libro mágico.

-¿Y cuál es?-pregunté impacientemente.

-Son las lágrimas del ángel más puro.

-¿¡Cómo!?-exclamé más que sorprendida.

-Me explico mejor. La guardiana de la Gema del Poder de Europa, la Gema de la Tormenta, pertenece a un clan de hadas con aspecto de ángeles. Le tendremos que pedir algunas de sus lágrimas y de paso la Gema. Así matamos dos pájaros de un tiro.

-¿Y dónde está ese clan?-preguntó Paolo.

-En la zona central de la Gran Llanura Europea, debemos ir cuanto antes-respondió.

"Esto me suena a teletransporte" pensé. Cuando acabe aquella frase mental ya nos habíamos trasladado.

La sensación era mucho más cálida y agradable que en aquel frío pasillo de la casa de Orleans. Nos rodeaba un verde campo, se escuchaba el sonido de los pájaros cantando tímidamente ante nuestra llegada y se veían varias liebres correr por el fresco prado. Qué sensanción de libertad.

-¿Y dónde está la guardiana de Europa?-me apresuré a decir-. ¿Encima de las nubes o algo así?

-Al contrario-respondió el libro mágico-. Está bajo tierra.

-¿Y cómo se supone que llegaremos hasta allí?-preguntó Smiley.

-Eso es muy fácil. ¡Ábrete, sésamo!

Después de un pequeño temblor se abrió una fisura cerca de nosotros.

-¿T-tenemos que saltar por ahí?-balbuceó Paolo, tan sorprendido como nosotras.

-Claro, pero no temáis, no hay peligro. ¡Rápido, saltad ya que se cierra en treinta segundos!

Sin tiempo para pensárnoslo saltamos al vacío.

~*~
Me desperté con cierto dolor y sensación de cansancio. Me llevé una mano a la cabeza y observé que Smiley y Paolo hacían el mismo gesto que yo.

-¡Bienvenidos al Reino de los Ángeles!-exclamó el libro.

Alcé la mirada y me quedé gratamente asombrada con la vista.

Había un gran río de aguas cristalinas en el que se veían peces grandes y anaranjados. Se dividía en dos partes: una en la que había un prado y otra en la que habían picudas montañas. Los árboles que estaban repartidos por toda la zona se semejaban a los cerezos en flor y las casas tenían un cierto aire a las del Japón feudal.

-Es increíble-fue lo único que pude decir.

-Más que eso-dijo Smiley-. ¿Pero dónde está esa guardiana?

-¿Estáis seguros de querer verla?-preguntó una voz femenina tras nosotros.

Era una chica aparentemente de nuestra edad. Tenía los ojos verdes, y una media melena rubia rosada con flequillo. Llevaba un vestido corto en tonos amarillos, rosas y azules pastel con una falda con volantes y unas mangas abombadas. Tenía una rosa roja en la cabeza y unas pequeñas alas doradas en su espalda.

-¿Quién eres tú?-preguntó Paolo.

-Mi nombre es Juliette, pero todos me llaman Julie. Soy la encargada de recibir a los visitantes del reino-se presentó.

-¿Y por qué antes dijiste eso?-pregunté curiosa.

-Cristinne, nuestra guardiana, es demasiado... ¡Ey, no, no, no! No puedo decir nada. Pero tengo un plan mejor.

-¿De que se trata?-dije arrugando la nariz.

-Es un secreto-dijo Juliette con voz arrogante.

-Vámonos, anda-nos indicó el libro.

En un abrir y cerrar de ojos se puso delante de nosotros, impidiendo que nos moviésemos
y dijo:

-Vale, vale, si tanto insistís os lo contaré. ¡Ey, no, no, no! Haré algo mucho mejor. Será una sorpresa-nos sonrió con entusiasmo-. ¡Seguidme, seguidme todos!

Decidimos hacerle caso. Total, teníamos algo de prisa pero por su actitud parecía que lo que nos iba a enseñar era algo maravilloso. Si como decía era la persona que recibía a los visitantes del Reino de los Ángeles debía conocer bien los territorios de aquel lugar bajo tierra. Otra cosa es que fuese una enviada del enemigo y nos fuera a tender una trampa, como con Isolte. Es cierto que las apariencias engañan pero me gustaría confiar en ella, no parece mala chica. Se la ve algo infantil y eso la hace adorable. Espero no equivocarme. "Aria, recuerda las palabras de Dorada: no seas tan desconfiada, todos los seres vivos tienen cosas buenas de las que aprender" me repito siempre que puedo.

Cruzamos un profundo bosque de extensa vegetación que obstaculizaba el paso y que a medida que avanzábamos se iba haciendo más abundante.

Tras atravesar el bosque tuvimos que cruzar un río con rápida corriente a través de unas piedras que conectaban ambos lados. Tuvimos que mantener el equilibrio sin poder agarrarnos entre nosotros, más que nada porque si se caían dos personas iba a ser mucho mas difícil rescatarlas en caso en el que la corriente no los arrastrara río abajo.

Después de eso nos metimos en una oscura, estrecha y fría cueva en la que costaba ver, caminar y respirar.

-¿Por qué hay que pasar por tanto para llegar? ¿Y porque está tan escondido?-preguntó Smiley.

-Pues porque está... ¡Ey, no, no, no! Es un secreto. Ya lo veréis.

Caminamos un rato más sobre un túnel metalizado hasta llegar a la salida.

-¡Ya casi estamos!-exclamó Juliette felizmente-. ¡Tapáos los ojos, que así es más divertido!

Ella intentó taparnos los ojos a todos a la vez, pero al darse cuenta de que era imposible hizo un gesto que quería decir que nos los tapásemos nosotros.

Anduvimos unos segundos más y Julie gritó con todas sus fuerzas:

-¡Ya podéis abrirlos!

Aquello era asombroso. Era un gran parque de atracciones multicolor.

-Aquí es el lugar en el que podemos divertirnos-explicó Juliette-. ¿A que es mucho mejor de lo que imaginabáis?

-¡Claro que sí!-exclamó Smiley-. ¡Vamos a montarnos en alguna atracción!

A Smiley le encantan las cosas así. Ama los parques de atracciones y subirse mil veces en cada cosa. ¿A quién no le gusta?

La mágica aventura de AriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora