d i e c i n u e v e

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Jess PoV


Como ya había supuesto las semanas siguientes no fueron a mejor. Mi madre había intentado sacarme algo en claro sobre lo ocurrido con mi padre, pero yo todavía no me sentía lo suficiente preparada como para contarle nada. Sabía que ella no me entendería, que lo intentaría, pero a pesar de todo no lo conseguiría.

Mi madre, de alguna forma, seguía esperando que todo fuera mentira, porque seguía cegada por el amorque sentía por mi padre, y quería creer que todavía seguía casada con el hombre del que se enamoró hace veinte años. Pero lo cierto era que ese hombre ya no existía, se había ido esfumando con el paso de los años. Y mi madre no sabía, o no quería, aceptar eso.No quería posicionarse en ningún bando, y si estaba pensando en hacerlo, yo no se lo ponía nada fácil, al no contarle nada.

Así que, había optado por ir a un psicólogo, tanto ella como yo. Y aquí estaba, esperando en la sala de espera del doctor Warren.


No era la primera vez que estaba sentada en una de estas sillas. La última vez, había sido a principios de octubre, cuando el doctor decidió que ya había superado el incidente de septiembre. Me alivió mucho que hubiera dado el alta, ya que así, al menos, no me sentía tan ridícula. El hecho de asistir a terapia me hacía pensar que estaba loca, pero en realidad no lo estaba. Hice lo que hice porque sentía que debía hacerlo; ni siquiera había pensamientos en mi cabeza en el momento de saltar del puente, solo una sensación en el pecho que me decía que tenía que hacerlo. Por aquel entonces, era una incomprendida y me sentía completamente sola. Pero después de aquello, me había hecho más fuerte y volver a la consulta del doctor Warren ya no me intimidaba, de hecho, ya no me importaba que los demás supieran que iba al psicólogo.


Después de unos veinte minutos de espera, la secretaria apareció en la sala y me indicó que ya podía pasar. Me levanté de la silla y abandoné la sala de espera. Llamé a la puerta del doctor y esperé a escuchar el "Adelante"que siempre decía al cabo de unos segundos.

Abrí la puerta y entré en la habitación. El doctor Warren estaba sentado en la butaca de cuero de siempre, anotando algo en un papel. Como de costumbre, me dirigí directamente a la silla que estaba situada frente a su escritorio, y me senté, esperando a que acabase de escribir.


-Buenas tardes, Jess – saludó levantando la cabeza de los papeles que tenía sobre la mesa –¿Cómo estás hoy? – su voz era calmada y lenta, como siempre.Hecho que me molestaba, no podía entender cómo era capaz de permanecer tranquilo después de un día escuchando los problemas delas demás personas.


-Bien, supongo – contesté bajando la mirada


Hubo un breve silencio, donde él me miraba fijamente, con el ceño fruncido. Y yo le devolvía la mirada con el mismo gesto dibujado en la cara.

El doctor Warren era un hombre que, aveces, lograba intimidarme. No sabía muy bien por qué. Seguramente sería su mirada, siempre tan calmada, sin mostrar ninguna emoción.Y después estaba su tono de voz, que nunca parecía afectado por ninguna emoción. Daba la sensación de ser un hombre vacío. Y el hecho de que apuntaba todo lo que yo decía – que no era demasiado– también me incomodaba. ¿Qué se suponía que hacía con eso después?


-Jess, llevamos casi dos semanas de terapia, y todavía no me has contado qué pasó aquel día –arqueó las cejas, y yo fruncí más el ceño – Entiendo que sea difícil para ti, pero tienes que sacarlo para así poder continuar –ahora su mirada se había aclarado un poco

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