Confesiones y almas saturadas.

332 41 5
                                    

 El pelirrojo movía nerviosamente sus pies y no paraba de retorcer sus manos mientras intentaba evitar la mirada de su hermana mayor, los nervios lo carcomían por dentro y parecía que su corazón latía tan fuerte que quebraría su caja torácica. Elizabeth estaba sentada junto a su hermano esperando a que comenzará a contarle que era lo que estaba sucediendo. 

-Dylan... -le llamó, pero él solo la ignoró respirando con fuerza- ¿Qué pasa?

-Effy, siempre has dicho que me vas a querer sobre todas las cosas a pesar de todo, ¿no? Sin importar que pase ni... -su voz se quebró y sus hermosos ojos se llenaron de lágrimas.

-Dy, siempre te voy a amar, ¿qué es lo que pasa? Me estás asustando -le sonrió y acarició su espalda con cariño tratando de reconfortarlo.

-Es que... creo que... Elizabeth... -suspiró escondiendo su rostro entre sus manos y soltó un sollozo- Creo que me gustan... -miró a su hermana a los ojos- los chicos.

Ella sonrió y lo rodeó con sus brazos acercándolo a ella, su hermano recostó su cabeza en su pecho y siguió llorando mientras ella acariciaba su cabello. Dylan era lo suficientemente maduro para algunas cosas a su edad, pero para otras seguía en la ignorancia e inocencia de los 10 años, su mente aún se encontraba en una constante interrogante de por qué mientras su mejor amigo le hablaba sobre chicas, él sólo quería decirle lo lindos que eran sus ojos o cuánto le gustaba que tomara su mano mientras se adentraban en el bosque. 

-¿Crees que eso es malo? -se separó un poco de él para poder mirarlo.

-No, pero creo que mis compañeros sí -sorbió su nariz.

-¿Por qué lo dices? ¿Alguna vez te han dicho o hecho algo?

-Una vez... tome la mano de Zack en receso, ellos se burlaron de nosotros y eso hizo que Zack se molestara conmigo durante todo el día, me pareció tan estúpido, pero dolió... no quiero que él se aparte de mí -de sus ojos habían parado de brotar las lágrimas y las palabras que salían de sus labios se escuchaban neutras y frías.

-Sí se se aparta sería un idiota.

-¿Lo sería, Eff? Tener un amigo gay es algo totalmente diferente a tener un amigo gay que está enamorado de ti. Además, él ha sido educado de una manera totalmente diferente a cómo lo han hecho conmigo, yo he tenido que madurar mucho más rápido que los niños de mi edad, ¿crees que yo debería pensar como lo hago? Tan sólo tengo 10 años y parece que tengo 14 por mi manera de actuar y pensar, ahora debería interesarme sólo el maldito helicóptero a control remoto que me mando la tía Ella por mi cumpleaños, el cual aun no saco de la caja, no el qué podría pensar mi mejor amigo si se entera de lo que siento por él.

La pelilila se sorprendió de la manera en la que hablaba su hermano, no por su edad, sino porque Dylan siempre había sido alguien de pocas palabras y aunque ella fuera su hermana, el menor siempre había preferido hablar con Neith. Bien sabía que era imposible que Dylan fuera como el resto de los chicos de su edad puesto a que estos jamás en sus cortas vidas debieron haber pasado por algo similar a lo que había sufrido el pelirrojo. La locura y muerte de su padre, el intento de suicidio de su hermana mayor y el desapego de su madre, eran demasiadas cosas para un niño.

-Lo entiendo y desearía que al menos hubieras tenido la infancia de todo niño, ¿sabes? Pero las circunstancias nos han negado todo, Dylan. Como a ti te han negado la niñez a mi me han negado la adolescencia, no me queda nada más que tratar de que los próximos años sean los mejores para ti, lejos del dolor, del rechazo, del odio -acunó su rostro entre sus manos- Quiero que seas feliz.

-Y sólo voy a serlo a tu lado -volvió a abrazarla- Nunca me apartes de tu lado, ni del de Neith. Ustedes son todo lo que tengo, Eff. No me dejes sin nada.

-Jamás lo haré. Lo prometo -dejó un beso sobre su frente.

-Ya no hay té en el refrigerador. Effy, hay que ir por más -el rubio abrió la puerta y los detalló a ambos- ¿Han estado llorando?

Elizabeth se puso de pie y tomó una chaqueta que estaba colgada junto a su cama, tomó un sombrero del perchero y lo acomodó sobre su cabeza mientras se sacaba los lentes de sol del bolsillo.

-Hay que ir por más té -le sonrió a su mejor amigo y le tomó de la mano dispuesta a salir de la casa. 

Al salir avanzaron por la acera hasta la parada del autobús, Neith miró fijamente a Elizabeth con la intención de ponerla nerviosa y lo logró. Su mejor amiga se giró hacia él alzando sus cejas en una pregunta muda de "¿Necesitas algo?".

-Ya te lo dijo, ¿no? 

-Sí, es sorprendente cómo lo afronta, a su edad si me hubiera dado cuenta de algo así hubiera salido corriendo a esconderme bajo mi cama al igual que Golden, pero él se hizo frente a eso de una manera tan madura -miró a Neith y suspiró- Estoy orgullosa de él.

-Dylan va a ser alguien asombroso, pero este pueblo lo va a destruir justo como está haciendo con nosotros.

-Él es fuerte, podrá con eso -mordió su labio inferior- Vayamos a la plaza, quiero ver a Jack.

-¿Vas a terminar con él? -subió al autobús después que la pelilila.

-No, no nos hemos visto y lo extraño.

-Tuve que aguantar las ganas de vomitar -tragó en seco y Elizabeth golpeó su brazo mientras reía.

Tomaron asiento en un lugar cerca de la puerta trasera, el de ojos verdes junto a la ventana, como siempre y la de ojos morados a su lado, como siempre. Ella colocó su cabeza en su hombro y delineó con la punta de sus dedos figuras sobre el muslo de Neith.

Unas chicas subieron al autobús y los miraron raro, ambas eran amigas de la chica con la que salía Mattew, el nombre de una era Vanessa, de eso estaba segura Elizabeth. Pasaron junto a ellos para sentarse en los asientos del fondo, pero antes de eso soltaron algo que la de ojos morados decidió ignorar. "Se dice que si te acercas mucho a ellos pierdes a alguien querido o al menos eso le sucedió a Annabeth Lee".

-¿Por qué las personas son tan desagradables, Neith?

-Yo soy desagradable -destacó sin mirarla.

-Vale sí, pero de una manera agradable -rió al notar lo que había dicho- Pero ellos... me refiero a nuestros compañeros, ¿qué les hicimos?

-Nada, sólo nos encontramos lo suficientemente vulnerables como para ser el blanco de sus burlas. No tenemos la culpa de que la suerte no este siempre de nuestro lado -separó la vista de la ventanilla y miró a Elizabeth.

-¿Cómo puede ser divertido el dolor de los demás?

-No lo es, Elizabeth, pero eso no es lo que justamente ellos encuentran divertido -volvió su vista a la ventana mientras entrelazaba sus dedos con los de su mejor amiga.











Purple EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora