Búsqueda.

34 1 1
                                    


(Sam)

Llevaba recorriendo aquellas calles por largo rato. Bueno o más bien días. ¡Han pasado días y parece que no hay nadie! Ya no estoy segura de sí han sido dos o tres semanas desde que Gabriel apareció en la puerta de Kat con toda la intensión de darle las monedas. Pero el final de las vacaciones se acerca y esto nunca, siquiera, debió de haber pasado. He intentado investigar algo, de cualquier cosa, lo que le ha pasado a Ren o sobre Winwilds. Una duda me asaltó, había regresado a la biblioteca hacía unos días, pero no había nada de lo que habíamos conseguido, la dulce señora se había disculpado conmigo con algo de pena y yo había salido de ahí hecha una furia. ¡¿Cómo que no tenían nada de Winwilds desde nunca si yo lo había visto con mis propios ojos, si había tocado esa información?! Las cosas se estaban tergiversando demasiado.

Me detengo en la entrada de la casa de Ren, bueno de su padre, estoy enterada que la mayoría del tiempo se la pasa Gabriel ahí. Pero... parece que no hay nadie. Ni una luz encendida, ningún movimiento ruido procedente de ella. Nadie podría esconderse por tanto tiempo, ni porque sea tú propia casa, tu hogar. Cruzo la calle al otro lado con rapidez y apenas viendo los dos lados antes de hacerlo. Me acerco a la puerta toco el timbre. Espero...

Uno, dos, tres minutos. Nada. Toco la puerta con fuerza y vuelvo a esperar. Son apenas las 10:37 a.m., pero no escucho ruido, a pesar de ponerme atenta, no percibo movimiento. No hay nadie intento hacerme reaccionar. Nadie abriría la puerta. Mi frente termina por golpearse con la puerta haciendo más ruido. Pero igual, nadie abriría.

De repente recuerdo que hay una puerta 'trasera'. Salgo disparada hacía ella. Está del otro lado de la casa, o más bien calle. Las casas están pegadas unas con otras, entonces es casi imposible tener un patio trasero o por lo menos una puerta, pero una vez Ren comentó aquello. Y hasta nos llevó. ¡Y se me había olvidado por completo! Llego a la otra calle y busco con la mirada la ventana rectangular por el otro lado. La que pertenece al cuarto del padre de Ren y da vista a lo que continúa de su casa. Cuando la encuentro con la mirada salgo corriendo hacia ella. Abajo hay un edificio pequeño y chaparro, más buen largo, y parece de un solo piso. Pero a un lado hay una pequeña rendija, como el inicio de una callejuela o un callejón. Me adentro en la rendija. Y avanzo con rapidez. ¿Por qué no? Del otro lado del 'callejón' diviso lo que es una puerta blanca, y de inmediato me dirijo a ella aumentando la rapidez.

Esperanzada de que haya una posibilidad de que pueda entrar en la casa, y ver, por lo menos, a Gabriel tendido en el suelo triste y melancólico. Estoy segura que lo que sea que le haya pasado a Ren no ha sido algo 'leve' sino algo grave, en toda la extensión de la palabra. Cuando ya estoy frente a la puerta me detengo e intento recuperar mi respiración. Me he cansado y no he corrido nada, debería volver a hacer ejercicio pienso un momento admirando la puerta.

—Bien, ya estoy aquí, pero ahora, ¿qué hago? —me pregunto a mí misma.

Voy directo por la manija y la intento girar. Nop. No sirve. Está cerrada. Toco la puerta entonces. Se puede ignorar las ganas de salir, que igual pueden ser bastantes pocas, pero las necesidades básicas siempre ganan. Aunque igual se podrían ignorar, por lo menos un rato una vocecilla decide arruinar mis esperanzas a que alguien, no me importa quién, abra la bendita puerta.

—Carajo —murmuro por lo bajo, con la mandíbula tensa y los ojos fijos a la puerta.

Doy la espalda a la puerta, la golpeo con ella, y me dejo caer al suelo, que estoy segura está algo sucio y tal vez húmedo por la lluvia de hace unos días. Y... tengo razón, pero no me levanto. La luz apenas puede colarse y no llega hasta la puerta. Acerco mis rodillas, las abrazo y dejo esconder mi rostro en ellas. Quiero terminar con esto, pero, ¿cómo inició? Si tan solo supiera. Reviso los sucesos con mi mente. Y solo... encuentro actitud extraña de Ren. Desde la propuesta del juego, la intensión de meterse al maldito edificio de las plantas, luego su mala actitud, su repentina desaparición, su terquedad por descubrir que hay ahí, y luego algo misterioso para entorno a ella, haciendo que Gabriel le lleve las monedas a Kay. Pero ¿quién la culpa, quién se preocupa? Solo tú Sam. Siento el peso de las monedas en el bolsillo del pantalón. Son de Kat, no mías. Y literal son de Kat. Ella las dio para el juego y yo ahora me las quedo cuando se las tengo que regresar. Nada inició por las monedas, ¿o sí? Subo la cabeza y mis ojos ven los rayos que apenas logran colarse por entre los edificios cercanos. Solo es un juego, nos dejamos llevar por nuestras emociones, por nuestros pensamientos, no era real admito. Pero... las cosas que vimos después, ¿lo eran? Me siento inútil. 'Tú puedes debelar el misterio, Sam'.

Historia de Winwilds.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora