Revuelto.

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(Gab)

Los gritos que provienen del piso de abajo me despierta y me pone, de primer momento, de mal humor. Por ese tipo de cosas me alegro vivir solo con mi padre (y ocasionalmente con mis hermanas), porque las peleas son las más mínimas y bastante silenciosas o hasta divertidas. Pero aquella que me ha despertado no es una normal en aquella casa. No. es una antigua. Bastante. Como unos seis años.

Bajo los escalones, con brusquedad, pisando la madera y haciendo rechinarla, dando el aviso que he despertado. Me dirijo a la cocina de donde provienen los gritos y me encuentro con Julián y Elizabeth, como esperaba, gritándose el uno al otro.

—Es que eres un idiota. Has convencido a Gabriel a hacer una tontería, lo peor de ido es que no solo a él, si no que también a las amigas de Renée. ¿Pero que se te ha cruzado en la cabeza? ¡¿Los cables?!

Julián se pone rojo, dudó un momento si es por ira o por vergüenza, sin embargo cuando habla no me puede quedar más claro.

—Pero, por lo menos, intento hacer que Ren vuelva más rápido. Porque ella no tuvo tanta suerte como tú, que ha despertado para molestar desde hace días —exclamó.

Elizabeth, al terminar de escuchar cada palabra, achicó los ojos y lo miró con molestia. Si fueran dagas sus ojos Julián estaría muerto más de hace diez años atrás, a decir verdad. Mi hermana, en sus prendas mañanera y con el cabello revuelto, parece que quiere tomar uno de los cuchillos que tanto adora de su lugar y clavárselo en el pecho a nuestro hermano. Para distraerla toso exageradamente.

— ¡Cállense, que no es momento para pelear! Luego discuten, tenemos que ver ahora que vamos a hacer con Renée...

—Y con Alice, que no he podido regresarla a su casa ayer en la noche —agrega Elizabeth, intentando sonar más tranquila.

Julián, aún molesto, rueda los ojos y asiente. Toma las llaves qué hay encima de la mesa y se dirige a la puerta de la cocina.

—Los espero en el hospital entonces. A ver si te apuras sobre tu escoba, bruja.

La última oración la dice con tal cinismo que hace poner aún más roja a Elizabeth. Julián logra cerrar la puerta antes de que un florero se estrelle en su cabeza.

—Me gustaría que siguiera pudriéndose en la carcel —escupe las palabras tan molesta que hasta me da miedo de contradecirla, dando a notar que esa no es la realidad.

Me siento y la mañana, con algo de lentitud, parece recobrar la normalidad y tranquilidad. Alice baja de su habitación algo después de la ida de Julián y nos disponemos a comer, y arreglarnos.

Como unas dos horas después ya estábamos listos para irnos al hospital. Decidimos que Alice iría con nosotros para que viera una última vez a Renée y así salir disparados a dejarla en su casa. Lo que no esperábamos era que el tráfico nos encerrara en varias calles tardásemos más tiempo en llegar. Y, cuando al fin nos estacionamos, nos encontramos con la pandilla de mi hermana.

— ¿Qué hacen todas ustedes aquí? —les pregunta Elizabeth alterada. Asumo que tiene miedo que haya sido idea de Julián, de nuevo.

—Lo mismo que ustedes —contesta alguna de ellas. No logró identificar quién porque me he quedado dentro del coche y sin ver bien la escena, tampoco es como si fuese muy bueno en distinguir las voces.

Historia de Winwilds.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora