Ayuda.

22 1 0
                                    


(Sam)

La pelota sale de mis manos, golpea la pared y vuelve a mis manos con algo de torpeza. Y la operación se repite, y repite, sin cesar. ¿Por qué? Estoy aburrida. ¿Qué hago perdiendo el tiempo? Pues... mi cerebro no quiere funcionar. E igual no tengo idea alguna de que hacer con lo que encontré en casa de Ren, o bueno la de su padre, en casa de su madre no podré entrar, de eso estoy segura.

— ¿Puedes dejar de hacer eso?

—No.

Siento cómo me arrebatan la pelota de mis manos y exclamo en respuesta un '¡hey!', no obstante la fulminante mirada de Ivonne me hace callar. Avergonzada desvió la mirada al suelo y gruño. Por el rabillo del ojo noto como Ivonne le da la pelota a Kat y ella comienza a hacer malabares con esa y otras dos.

—Eso no es justo —reclamo, mientras que Ivonne ríe divertida.

—Te dije que dejaras de hacer eso —dice encogiéndose de hombros. Intento hacer de cuenta que estoy enojada, pero eso solo le saca otra carcajada a Ivonne.

Frunzo el ceño. Desvío la mirada hacia Kat. Las pelotas pasan por sus manos y van de arriba abajo, con rapidez y fluidamente. Bastante cómodo es donde estoy, pero igual me remuevo. Escucho como cae algo al suelo, llamando mi atención, y ahí está el gato de Ren, tenso y alerta, y abajo un estuche.

— ¡Maldito gato! —se queja Ivonne, acercándose a él y agarrarlo con brusquedad—. No debiste de haberlo traído.

— ¡Él me siguió! —me defiendo, pero el ceño fruncido de Ivonne me hace suspirar en derrota—. Bien, dámelo.

En lugar de dármelo, me lo lanza la muy salvaje. Grito, pero el gato cae de pie (natural), y se va a esconder debajo del sofá. Ivonne masculla algo como: ¡estúpido felino! Escuché como Kat reía y dejaba las pelotas a un lado, yo solo me encogí de hombros. Me agacho y doy una ojeada debajo del sofá, y veo como los ojos del gato están atentos a mí, sonrío a medias.

— ¡Piss, piss! —exclamo, intentando atraer su atención—, ven aquí gatito.

El gato comienza a moverse después de un rato, y orgullosa pronto lo tengo entre mis manos, y lo saco de aquel hoyo, para sentarme y comenzar a acariciarlo.

—Oye —me llama Kat, y yo levanto la mirada para encontrarme con sus ojos atentos al minino —, ¿de dónde lo sacaste?

Me encojo de hombros y digo sin pensar.

—De la casa de Ren.

— ¿De la casa de Ren? ¿Por qué fuiste a su casa?

Y ahí me doy cuenta de mi error. Me muerdo un poco del labio inferior pero en el interior de mi boca, y dejo de acariciar al gato, lo hago a un lado. La he cagado pienso, para luego suspirar. No puedes echarte atrás.

—Eh, es que... yo...

De ahí ya no sé qué decir.

—Es que ya no la he visto, ni ha dado señales de vida.

—En eso tienes razón, Kat —Un bowl lleno de palomitas con mantequilla se pone entre nosotras e Ivonne se sienta a un lado, y se fija en mí.

Con ahora dos miradas clavadas en mí (la de Kat, con algo de curiosidad y la de Ivonne con un brillo un tanto extraño, tan vez solo es perspicaz) me pongo un poco nerviosa, el gato de acerca y se pone en mis piernas, para enroscares en sí mismo y esconder la cabeza en sus patas. Medio sonrío. Diles, Sam, tú puedes, me intento convencer.

Historia de Winwilds.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora