Capítulo 10: Juramento de sangre

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Un fuerte dolor en mi cintura me detuvo, miré abajo. Maldición. La herida.

-Veo que no se ha curado- dijo el hombre riendo, lo fulminé con la mirada pero todo el enojo desapareció cuando la escuché.

-Cristal- un susurro, un simple susurro fue suficiente para bajar todas mis defensas. Corrí hacia mi hermana aunque no llegué muy lejos, aquel hombre me golpeó con una porra en la rodilla, caí.

-Defiéndete, Cristal Broukskeys- dijo él al tiempo que se acercaba a lo que me queda de familia.

Intenté levantarme pero simplemente no pude. Una apuñalada en el abdomen, cientos de golpes y contusiones, y un disparo. Estaba destrozada. Observé inmóvil desde el suelo como le apuntaban a mi padre, Adam, su cabello castaño estaba pulcramente limpio y peinado hacia atrás con gel, tenía los ojos oscuros en un punto fijo más allá de mis hombros aunque habían perdido su típico brillo paternal.

-¡NO!- grité logrando captar la atención del hombre- Haré el trato, solo... déjalos ir- él rio secamente y guardó el arma en la cinturilla de su pantalón.

-Justo como suponía. Pero no te creo- ¿¡Qué!? Pensé.

-¿¡Qué!?- dije.

-Tendrás que hacer un juramento de sangre- apreté los dientes, sabía a la perfección lo que era, uno se cortaba la palma de la mano bajo cielo y dejaba caer tres gotas de su sangre en la tierra mientras se rezaba el juramento.

-Acepto-.

-Ven conmigo- dijo Marta, se me había olvidado que ella estaba ahí, su voz era monótona y pesada, lo que se espera de una mujer que seguramente estaba trabajando para un asesino.

Se acercó a mí para ayudarme a parar, yo titubeé un poco pero al final tomé su mano, me guio a través de la gran sala hasta llegar al balcón, separado por una simple puerta de vidrio; era simplemente hermoso. Tenía plantas de rosas amarillas rodeando todo el espacio, había un jacuzzi sin agua en el centro y varias sillas y descansaderos transparentes rodeándolo, a la derecha se ubicaba una réplica en miniatura de una playa con varias sombrillas de colores.

-Toma, ya sabes lo que tienes que hacer- dijo el hombre detrás nuestro, me tendió una pequeña navaja y yo la tomé, sí, si sabía lo que tenía que hacer ¿Pero a qué precio?

Me coloqué debajo de una sombrilla y apreté fuertemente contra la palma de mi mano la hojilla, abriendo así las heridas que me había hecho antes con las uñas. No me dolió, pero con cada gota de sangre que caía al suelo sentía que me quedaba cada vez más vacía de dignidad y orgullo, solo intentaba mantener una postura honorable para proteger a mi familia, la única razón por la que sigo luchando, por eso no me importa en lo absoluto morir, no si los salvo a ellos.

-Di: Juro solemnemente que dejaré con voluntad que experimenten conmigo, por el bien de los ciudadanos presentes y futuros, a cambio de que liberen al hombre y a la chica que están en la sala y se aseguren de que salgan ilesos- dijo él, parecía un buen trato, así que volví a repetir el juramento, ya se había formado un pequeño charco de mi sangre en el suelo de cemento, sonreí.

-Ahora te toca- observé al hombre que parecía no tener intención alguna de moverse.

-Marta, déjanos solos- dijo, la mujer se fue por el mismo camino hasta que desapareció por completo de mi vista, miré con el rabillo del ojo a la derecha, al lado de afuera del balcón, me pareció ver un brillo dorado aunque le quité importancia. Él se acercó a paso decidido hacia mí.

-Me llamo Roger Levener, soy uno de los principales administradores del laboratorio al que te llevaron, prefiero no inmiscuirme entre las unidades de los científicos, ya sabes, solo llevar esas cosas del papeleo y los expedientes. Pero hace cuatro años me dieron el caso de la señora Clare, que en esos dos años nadie pudo saber quién era el asesino, ni siquiera sabían con exactitud la causa del deceso, debo decirte que soy muy vanidoso y en ese momento creí que lograría resolverlo, pero no fue así. Ya pasados tres años me di cuenta de que sería imposible encontrar al asesino si empezamos por la víctima, como en los crímenes forenses. Decidí comenzar con sus familiares, más precisamente con su esposo, buscando la información reparé en que una de sus hijas tenía una enfermedad nunca antes vista, y llegué a la conclusión de que si algún día podía poner mis manos en ti, haciéndote experimentos, al fin tomarían en serio mi trabajo. ¿Y qué mejor forma de atraerte con los que creías que era tu familia?- su tono había adquirido un aire levemente psicótico, pero no pude prestarle mucha atención, me quedé en una palabra en específico.

-¿Creía?- dije. Roger, que tenía la mirada perdida en algún punto de su imaginación, volvió en sí cuando hablé, dio una risita sofisticada y se acomodó su boina, ladeándola hacia la izquierda.

-¿No te lo he dicho? Pero que estúpido soy, jejeje... Sígueme- se volteó y caminó en dirección a la sala, sabía que no debía, pero obedecí. La puerta estaba cerrada, desde ese punto se lograba ver a América y Adam, dándonos la espalda –Esta es mi parte favorita- chilló Roger, yo lo observé extraño pero no dije nada, solo volví la vista a mi familia, sabiendo que no podía entrar y sintiendo la impotencia recorrer cada parte de mí –MARTA- gritó, me sobresalté por dentro aunque intenté quedarme firme.

Marta apareció en la sala con su misma expresión indiferente, y se colocó al lado derecho de América, apreté los puños, si le hacía algo...

La imagen de mi hermana parpadeó hasta desaparecer por completo, lo mismo pasó con la de mi padre. Vi a Marta sonreír por primera vez, y qué decir de Roger, él estaba dando saltitos en un mismo lugar mientras aplaudía. Y en ese momento lo supe: Eran solo hologramas.

Roger se calmó y me observó sonriente.

-Esta es una de mis más grandes obras, pueden imitar perfectamente la voz de las personas- dijo, yo me limité a quedarme callada, en estos momentos, el silencio era mi mejor arma –Ahora que ya hiciste el juramento ¿Tienes alguna pregunta antes de que te lleve a la camilla y posiblemente no vuelvas a despertar?-

- ¿Qué fue lo que pasó en el avión? ¿Por qué Julian trató de asesinarme?- me miró confundido por lo que dije, seguro se esperaba algo sobre él.

-Como sea, enviamos a un grupo joven de futuros terroristas, todo estaba planeado, sabíamos que Keled tiene una vida demasiado predecible así que por eso la conociste a ella, te disparó en el brazo por lo cual no fue letal pero si lo suficiente para dormirte. Los que estaban ahí no murieron, solo los convencí de descender y dejar que te llevara. Y sobre el chico, no tengo ni idea de quien es ¿Es tu novio? ¿Eh?- me codeó suavemente las costillas, yo puse mi mejor cara de poker.

-Pero si él... - en ese momento, Roger cayó de rodillas frente a mí, se sostenía la parte de atrás de la cabeza con una mano mientras se quejaba. Subí mi mirada.

Ahí estaba.

Julian.









Síndrome de AlexandríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora