Dos meses.
Han pasado dos meses desde que escapamos. Ya estoy cansada de huir. De no poder vivir tranquila. De pensar ¿Por qué no me rindo? Si tengo la respuesta justo frente a mis ojos. De cargar con el peso de algo que no es mí culpa.
En el día quince una niña se nos acercó. Tenía alrededor de diez años, el cabello corto y negro y los ojos del mismo color, solo que un poco más claros. Es bajita y delgada, más de lo que me gustaría para alguien de su edad. Tiene un conejo sucio de felpa con ella y siempre lo acurruca en su bata azul, escribió en la tierra que era para que no pasara frío.
Ah, por cierto, desde que la encontramos no ha pronunciado ninguna palabra, se comunica con nosotros por medio de la escritura, colocando su pequeño dedo sobre la arena o tierra y nos dice lo que quiera, le respondemos con palabras porque sí nos entiende. Solo creo que tiene miedo.
Julian lloró mucho cuando la vio, la abrazó demasiado fuerte. Como si fuera parte de él mismo.
La niña dijo que se llama Jess, un nombre muy bonito a juego con su angelical personalidad, la persiguieron los guardias porque parte de su rostro es casi trasparente, desde el inicio de su ceja derecha hasta la oreja, recorriendo su párpado. No voy a juego, se le ven un poco los vasos sanguíneos, da algo de miedo pero tiene su encanto, la hace especial.
Al igual que yo.
Julian se ha vuelto más fuerte y protector, yo también. La verdad es que no tenemos opción. Tenemos que cuidarla de la realidad que nos rodea.
Hay que admitir que sí he cambiado. Mi cabello creció hasta mi cintura y en tres días cumplo dieciséis. Estoy algo asustada, cada año más es un año menos, menos tiempo para ser alguien normal.
Porque tenemos que reconocerlo, Jess y yo, ambas somos fenómenos transformadas en experimentos para el uso humano. La razón por la que nos buscan es por pura avaricia, creen que somos una plaga que hay que exterminar. Pero claro, no sin antes sacar provecho de nosotras.
-Cristal, ayúdame con esto- oí decir a Julian al otro lado de la tienda, si es que cuatro sábanas colgadas sobre una roca a modo se sombrilla se podía llamar tienda.
-De acuerdo- le dediqué una sonrisa a Jess antes de cruzar el lugar hasta donde estaba él. Fruncí en ceño, parecía ocupado intentando desenredar un montón de cuerdas delgadas y grises atadas a un tronco de bambú.
-¡Santa virgen!- exclamó y se llevó el dedo índice a la boca con cara de dolor. No pude contener una carcajada -¿De qué te ríes?- dijo con cara de cachorro molesto. Lo que solo provocó otra risa de mi parte.
-¿A eso llamas pescar? Dame acá- le quité de las manos la "caña" y tomé el anzuelo, (que consistía en un clic para papeles doblado en muchas formas) que era donde se había cortado- Oh, vamos. Esto ni siquiera tiene filo y ya estás lloriqueando.-
-Pero si me duele...- ya, eso se merecía un golpe en la cabeza. Mi mano estaba a centímetros de su nuca, cuando escuché un sordo llanto.
-¿Jess?- dije.
-Jess- confirmó.
Ambos nos levantamos de inmediato y dirigimos la vista hacia la niña, tenía los ojos llorosos y las mejillas se le marcaban con sus lágrimas. Se sostenía la pantorrilla de donde se veía que salía sangre.
Julian se me adelantó y corrió hasta Jess para cargarla en brazos. Yo los seguí.
-¿Qué pasó?- le pregunté a ella, Julian estaba muy ocupado examinando la herida sin hacerle daño. Jess extendió su labio inferior aunque no dijo nada, solo llevó dos de sus dedos al frente de mi cara y los movió de derecha a izquierda hacia arriba... Como una...
-Julian-
-¿Si?- murmuró distraído.
-Una serpiente- solo bastó eso para que él se alarmara, por alguna razón le había tomado demasiado cariño a Jess. Y se hacía notar.
-No. No no no NO. No le puede pasar esto de nuevo, ¿Qué tienen las serpientes contra ella? ¡No lo entiendo!...-
-Julian- intenté calmarlo colocando una mano en su hombro. –Es la primera vez que la muerden, y no tiene veneno. Seguro fue una falsa coral o cazadora, no demasiado grande por el tamaño de la mordida. Y antes de que preguntes como sé que no era venenosa, su pierna solo está inflamada, nada más colócale un torniquete y cuídala de cualquier infección, será mejor que nos turnemos para cargarla.- terminé de decir y me encontré con los ojos de Julian, que me observaban anonadados.
-¿Cómo sabes todo eso?-
- ¿Qué crees que hice en todas mis vacaciones? ¿Tejer?- bufé.
-Uy. Lo lamento, parece que alguien está en sus días- dijo riendo. Si pudiera matarlo con la mirada, ya estaría tres metros bajo tierra.
-No estoy en mis "días" nunca lo estuve y nunca lo estaré, la enfermedad no lo permite- aparté la vista, no sabía cómo se sentía y estaba mejor así.
-Lo que tú digas- suspiró y subió a Jess a su espalda – Creo que es hora de irnos-
Asentí y recogí una bolsa de plástico con la ropa de los tres, restos de prendas conseguidas en las calles o algún basurero no tan asqueroso, que lavamos en el río después. Gracias al cielo conseguí pantalones y camisetas. En cuanto a los zapatos, no se podía hacer mucho, ya estaban casi destrozados... Pero algo es algo ¿No?
-Cristal... Tengo que decirte algo- dijo Julian con el semblante serio, Jess se había apoyado en su cuello y ya se estaba quedado dormida.
-Wow, señor misterio. ¿Qué tiene para decirme?- ignoró mi comentario sarcástico y prosiguió.
-Jess es mi hermana-
Lo siento por tardar tanto. Si no entienden algo comenten. Y si quieren una explicación de por qué demoré en actualizar, decirme por mensaje privado.
(Drew Grimes y Brooke Jackson no puedes pedir explicación xD)
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Síndrome de Alexandría
AcciónImagina esto: Tienes una extraña enfermedad que se supone que es un mito. Al gobierno y a los científicos les interesa saber sobre esa enfermedad. Tu familia desapareció cuando tenías nueve años. Tienes que escapar. Básicamente esa es mi vida y esto...