Capítulo 19: Producto de la desesperación en expansión.

44 4 1
                                    

Nuestras voluntades han sido pintadas con sangre. Fue algo de lo que no me di cuenta a tiempo.

Quien asesinó a mi madre logró que mi manera de pensar cambiara radicalmente, lo que yo creí que estaba bien o mal ya no era lo mismo de antes y eso me hizo dañar a muchas personas que no lo merecían.

Aunque, la verdad, no me arrepiento demasiado.

Cuando desperté estaba sentada frente a un escritorio. Extrañamente me sentía sana, no tenía ni hambre, ni sed, ni cansancio... Ni siquiera confusión.

Levanté la vista y me vi reflejada en un espejo, en ese momento no me asusté. Tenía el cabello por encima de los omoplatos y tiraba más a blanco que a rubio, mis ojos eran de un color vivo, no tenía ojeras, mi piel estaba uniforme y mis labios humectados; alcé las manos logrando ver mis uñas perfectamente limadas. Vestía una caperuza de gamuza roja encima de un ligero vestido blanco, estaba descalza. Lo único que noté mal fue mi cuerpo en general, parecía haber perdido muchos kilos.

Volví la vista al escritorio, era simple: El espejo al frente, la mesa, y tres cajones abajo del lado derecho. Marrón y decorado con volutas. En la mesa lo único que había era un pergamino y una tijera.

Sin decir nada, abrí el pergamino. No entendía, no sabía de quién hablaba. Enrollé nuevamente el papel y lo puse sobre mi regazo. Luego intenté recordar.

Tengo Síndrome de Alexandría.
Conocí a una chica emo, una vintage y una tierna. Nos volvimos amigas.
Vivo con mis padres y mi hermana, es un fastidio.
Los viernes por la tarde cuido a la hermana de mi novio, él tiene que estudiar.
¿Qué estudio yo? ¿Cómo se llaman esas personas?

Eché la cabeza hacia atrás cerrando fuertemente los ojos, me punzaban las sienes, era demasiado doloroso para intentar recordar de nuevo.

Luego de pocos minutos me levanté con dificultad de la silla, miré alrededor con la vista borrosa. No tardé en ubicarme, la habitación se conformaba por el escritorio, un armario y una cama individual a juego, también parecía haber una ventana pero estaba muy oscuro por ese lado siendo que la única luz venía de encima del espejo. Me arrastré sin ganas a la cama y me tiré en ella, luego abracé la almohada.

Dios, qué cansancio.

***

Volví a despertar.

De alguna forma, me sentí orgullosa por eso.

Salí de la cama y la observé; sábanas, almohadas y colchón blanco. Estaba ordenada, parecía que nadie hubiese dormido ahí en absoluto.

Medio troté, medio brinqué hacia el escritorio, buscando no tropezarme demasiado. Mi cabeza no había dejado de doler, y cuando tomé asiento, se intensificó ligeramente.

Repetí el proceso de la primera vez.

Misma ropa, mismo peso, misma piel, mismo... ¿Eh?. Hice unos movimientos frente al espejo para verificar si era yo.

No, es imposible. El cabello no puede crecer tan rápido en una noche.

Me quedé quieta por unos minutos, mirando al espejo. Al parecer no iba a cambiar. Suspiré sin ganas y seguí el procedimiento; cajones, una tijera, un pergamino, una llave.

Oh, eso es nuevo.

Me dieron ganas de reír, qué divertidos, entonces esto será un juego.

Tomé la llave con un tanto de cuidado, parecía frágil, entre gris y rojiza por el óxido.

Estaba esperanzada, no puedo negarlo. Cuando probé en el tercer cajón y no dio resultado, esa esperanza bajó un poco; pero no dio paso a otra emoción.

Me estiré en la silla y tiré la llave detrás de mí, luego me recosté sobre la mesa y cerré los ojos. Detrás de mis párpados pasaron unas imágenes que no reconocí. Agité la mano como si de un bicho se tratara. Fuera, fuera. No perturbes mi sueño.

Quizás, la próxima vez que despierte, pueda abrir esos cajones.

***

Me costó un poco ponerme de pie; sin embargo, no fue el mayor esfuerzo que hice en mi vida. Eso sí, tuve que echarle empeño a mantenerme parada.

Vi de vuelta el escritorio, seguía soportado el pergamino, la tijera y la llave. Obvié mi reflejo y me incliné, sin sentarme, sobre la mesa. Tomé el papel y lo desenrollé para darle un segundo vistazo.

Las imágenes y letras no habían cambiado desde la primera vez, mi percepción sobre ellas tampoco. Seguía sin saber con certeza lo que querían decir, aunque me estaba empezando a preocupar.

Quiero tomar un baño.

Ese pensamiento pasó sin que yo le diera permiso, fruncí el ceño.

¡PAF!

Mi cabeza golpeó el escritorio. Un segundo después, un par de gotas de sangre mancharon mi frente y cabello.

Mente ¿cómo te atreves a imaginar por ti misma?
No puedes simplemente ir y dejarme en ridículo frente a mí.
¿Qué hubiese pasado si Julian estuviese aquí?
¿Julian...?

Otro golpe.

Otro más.

Ya no puedo permitirme pensar.

Mientras libraba mi batalla contra la auténtica yo, la yo corpórea volvía a caer en un profundo y podrido sueño.









Agh, perdí mi toque.

Voy a editar los capítulos anteriores, que si corregir las faltas de ortografía y eso, así que no se preocupen si les sale algún otro aviso.

Debo admitir que extrañaba esta historia y disfruté haciendo el capítulo, pero seguramente cambiará un poco mi forma de escribir. Espero que a quienes todavía sigan esta historia no les moleste.

Como siempre, ¡gracias por el apoyo! El siguiente capítulo ya tiene un tercio escrito, juro que no pasará un año para la próxima actualización.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 02, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Síndrome de AlexandríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora