Capítulo 18: Tal vez haya perdido la cordura también.

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Exponer un feo corazón es lo peor que puedes hacer. Aunque pienses que lo ideal para alguien es expresar sus sentimientos, hay personas que simplemente son más abiertas siendo cerradas. No sé si me explico, estoy en medio de un silencio humano muy molesto y trato de pensar, pero el trino de los pájaros no cesa, cómo quisiera que un petardo les cayera encima, a todos ellos, a todo el mundo. Aunque debo esforzarme. Como decía, no puedes obligar  a nadie a decir lo que siente, es posible que termines por destrozarlo internamente, pero como con todo, hay excepciones.

Eso fue lo que me pasó a mí.

Julian y yo bajamos de la roca después de un tiempo, convencidos de que saldríamos de ahí de un modo u otro, aunque yo estaba segura de que no era mala idea quedarse en ese lindo lugar.

Avanzamos por el camino de tierra, en varias horas no hubo nada interesante que ver, ningún doble, ninguna estatua parlante, nada. Ni siquiera hablamos.

Yo seguía pensando en si lo que me había dicho era verdad, sentía que no debía confiar en él pero por mucho que lo intentara ese sentimiento de protección no se iba, y caí en la cuenta de que tal vez, probablemente, me estaba empezando a gustar. Pero nada que preocuparse, nunca me había enamorado así que supuse que no podría ser tan difícil de controlar.

Seguimos nuestro recorrido hasta parar frente a un arroyo y por alguna razón se me hizo agua la boca, pensé en cuanto tiempo llevaba sin bañarme así que sin más meditación corrí hacia él y me remojé.

-Me gusta el agua –dije esbozando una leve sonrisa, que estaba segura de que se vería como una mueca.

-Ah, es bueno saberlo –escuché a Julian detrás de mí y, antes de que pudiera darme cuenta, ya tenía el rostro empapado -¡Sorpresa!

Puse mi mejor cara de póker y salí del arroyo dándole la espalda al rubio. Me percaté de que él también se levantó.

-Oye, era sólo una broma,  no tienes que...

Me di la vuelta rápidamente y lo empujé cayendo de cara al agua.

-¡Sorpresa! –imité riéndome un poco. Él se quedó observándome a los ojos, levantó las comisuras de sus labios -¿Qué pasa?

-Creo que nunca te había visto reír cuerda –lo miré mal.

-Ja ja, muy gracioso.

-A menos que... –sonrió más.

-¿A menos que qué?

-A menos que estés tan cuerda como yo –me sorprendí.

-¿Ah, sí? ¿Y qué tan cuerdo estás? –dije cruzándome de brazos e inclinándome frente a él.

-No mucho –y en un instante, estaba sobre su cuerpo golpeándolo por halarme y hacer que cayera.

-Estás demente –dije en un intento por borrar esa sonrisa petulante de su rostro. Me levanté.

-Tú estás peor, no te quejes.

Como no supe qué hacer, se me ocurrió lo mejor: Le saqué la lengua. Lo sé, deberían darme un Oscar por eso.

Él simplemente dio unas carcajadas y salió del arroyo, sentí sus brazos rodear mi cintura desde atrás y rozar mis dedos. Me quedé estática hasta que sentí un tirón en mi mano.

-Sanguijuela –dijo apartándose y dándome la cara.

-¿Eh?

Levantó frente a mis ojos un animal baboso y negro.

-Sanguijuela –repitió –No deberías regalarle tu sangre así como así, tanto que yo deseo probarla.

Di un paso atrás, él rió.

-Es juego. No te preocupes, Cristal.

No le creí; sin embargo tampoco pensaba entrarle mucho al asunto así que sólo sacudí mi cabello, golpeando con él la cara de Julian.

-Más diva y me muero –exclamó.

-No eres quien para hablar, teñido –Já, te superé.

-Ni tú, señora "No me viene la menstruación y no quiero que pase" –ok, tal vez él me superó. Di media vuelta y asenté un golpe en su mandíbula. Sentí la adrenalina recorrer mi cuerpo cuando lo vi caer de la impresión, luego el arrepentimiento de haber golpeado un amigo. Esperen... ¿Consideraba a Julian mi amigo?

El chico se puso de pie sobándose la cara, pero con una sonrisa impregnada en ella.

-Bueno, supongo que estamos a mano. Ya sabes, por intentar matarte.

No dije nada.

-Oye, no te enojes, ya te expliqué... –se silenció al ver mi sonrisa -¿Pasa algo?

-Nada, mejor vámonos, así no conseguiremos la salida –seguí sonriendo a duras penas, él se limitó a verme con una cara de póker y siguió conmigo.

No tardamos más de un par de horas para llegar a un punto sin retorno. Un acantilado.

Estábamos de pie en un prado con flores amarillas y blancas, no me gusta mucho el amarillo pero hay que admitir que era una hermosa vista; es algo que simplemente no podía negar. Hasta la caída cuesta abajo y las rocas puntiagudas encajadas en la pared interna eran hermosas. Casi artístico, diría yo.

-Lo que nos faltaba ¿Ahora qué?  -le escuché decir detrás mío. Entonces me percaté de que esto era un juego y que si podía estar completamente feliz una noche, era posible que también pudiera vivir si...

-Saltar –dije y antes de que pudiera detenerme, ya me encontraba en una caída libre sin cuerdas ni paracaídas, a un destino desconocido. Lo oí gritar mi nombre con desesperación, luego no pude oírlo.

No pude oír nada más.

Quizás el simple hecho de que esté con ese chico significa que haya perdido la cordura también. Creo que esa sería la respuesta más adecuada a lo que está pasando.

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No me tiren piedras ;-; las actualizaciones son lentas, pero son (? así que yo pase lo que pase voy a terminar mis historias, no se preocupen.

Síndrome de AlexandríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora