Julian salió corriendo luego de decirme lo de Jess.
Pff, cobarde.
Dejé caer las manos en mis muslos y me crucé de brazos, viendo como sus siluetas se iban encogiendo a contra luz. ¿Qué pensaba que le diría? ¿Mentiroso? ¿Hipócrita? ¿Falso? No. Cobarde, señores, cobarde.
Observé que se detuvo a unos metros delante de mí y reí, era obvio que no llegaría demasiado lejos con una niña herida en brazos. Él me fulminó con la mirada y yo solo me encogí de hombros, tomé la ropa y caminé hacia donde estaba.
-¿Sabes que eso fue muy tonto?- dije ya a su lado.
-¿Y qué otra cosa podía hacer?- alcé una ceja y lo miré con una cara de "¿Hablas en serio?" épica. Julian solo suspiró y siguió caminando, seguido de mí.
El lugar estaba desierto, y era comprensible. Parecía que cambiaba entre selva y llano pero sin ninguna urbanización. Comenzábamos a creer que era tierra de nadie.
Jess murmuró algo inaudible y se me prendió el chick. Paré en seco haciendo que Julian también se detuviera, mirándome extrañado.
-¿Qué pasa...?
-¿Cuál es el nombre completo de Jess?- interrumpí hablando rápido y sin darle a él mucho tiempo para pensar.
-Ehh... Jessica ¿Por?- mis ojos y boca se abrieron ante el nuevo descubrimiento. Jess, Jessie, Jessica ¿Cómo no se me había ocurrido?
-Cuando conocí a April me llevó a un bar para buscarte a ti. Le dije que yo no podría entrar y ella me dijo que había ido ahí cuando Jessica murió- entrecerré los ojos- ¿A qué se refería con eso?-
Mi comentario pareció incomodarlo, apartaba la vista como si fuese a bajar un ángel para ayudarlo, tenía un incontrolable tic nervioso en la pierna derecha, tamborileaba con sus dedos en la pequeña mano de Jess, y su frente ya se empezaba a perlar de sudor frío, pegándole el cabello rubio a las sienes. Levanté las comisuras de mis labios ante eso y un pensamiento se cruzó por mi mente.
Arrebaté a Jess de sus hombros y, aun dormida, la apoyé en los míos. Sí que tenía el sueño pesado. Solté las bolsas formando una nube de tierra a nuestro alrededor. Luego tomé la pequeña daga de bolsillo.
Julian me miraba entre confundido y asustado.
-¿Qué pretendes hacer?- preguntó. Yo solo sonreí inmensamente y acerqué la daga al cuello de Jess, que no se daba cuenta de nada, ahora entiendo por qué decían que los niños tienen la cabeza en Disney.
-Si no me vas a responder, haré que la frase "Cuando Jess murió" cobre sentido. ¿Entiendes? Que ya no sea mentira- sonreí más. Julian abrió los labios con miedo y levantó ambas manos en un gesto de paz.
-Cristal, tranquila...-
-DIME- exigí. Aunque se me parta el alma, tenía que hacer esto. Debía saber hasta qué punto llegaría él para defender a su hermana. Presioné la cuchilla contra su blanca piel, dando la ilusión de hacerle daño aunque no fuera cierto.
Los ojos de Julian de cristalizaron, seguía con la boca abierta y expresión triste y desesperada. Casi pude ver su cerebro funcionar, él no sabía si era un chiste o no, no sabía si la mataría o no le haría nada, no sabía lo que se cruzaba por mi mente y eso lo confundía. Quería atacarme, tirarme al suelo y salvar a Jess de mí, pero no estaba seguro de que acometía yo, quería pensar que era su amiga y solo le estaba gastando una broma pesada, pero no podía confirmarlo. Sentí su mente romperse en dos opciones, en dos caminos, solo en dos.
Matarme o no.
-Cristal... te diré, solo déjala en el suelo...- bien, estaba tranquilo, había elegido asentarse en un lugar neutro... por ahora.
-NO, DÍMELO AHORA- bajó ambas manos y frunció los labios.
-Jess nació con una anomalía al igual que tú, después de tenerla nuestra madre falleció por el esfuerzo. Mi media hermana, April, y yo nos encargamos de cuidarla en la casa de la mamá de April, funcionó hasta que cumplió ocho años, los investigadores la encontraron y lucharon para llevársela. April tomó el teléfono fijo y se lo lanzó a un hombre –Tenía la mirada ausente pero aun así hizo una representación del movimiento –El hombre esquivó el aparato, agarró una estatua en miniatura de la diosa Atenea y atrajo a April a sí, luego extrajo la flecha de la estatua y la clavó en la cintura de ella, no sé si te la haya mostrado pero tiene una cicatriz desde su última costilla derecha hasta la cadera. Ella tenía doce años, yo catorce, tan jóvenes y tuvimos que sufrir eso. Y nuestro padre nunca estuvo para ayudarnos –apretó los puños –Yo fui a ayudarla y cuando por fin nos levantamos, no había rastro de nadie, solo dejaron un pedazo de tela del vestido de Jess. Después... simplemente... simplemente la dimos por muerta.
Me quedé estática procesando semejante información. Había hecho todo esto... para nada.
Antes de poder detenerle, Julian se abalanzó sobre mí y, en un rápido movimiento, tomó a Jess en sus brazos y la dejó a un lado. Agarró con fuerza mis muñecas presionándolas sobre el piso, haciendo que la daga cayera algo lejos.
-¿Pero qué...?
-No te atrevas a tocar a mi hermana de nuevo- se echó para adelante tomando mi daga y la posicionó debajo de mi barbilla –Te daré una oportunidad. Dime, ¿Por qué hiciste esto?
-Yo... -tragué saliva y fruncí los labios –Quería obtener información, sobre ti y sobre Jess.
Apretó la hojilla, sentí un líquido caliente hacerse camino hasta mi clavícula.
-No me es suficiente-
-BIEN- grité alterada- ¡Necesitaba saber hasta dónde llegarías para ayudarla. Qué es lo que se te pasa por la cabeza para entrar en mi vida, saludarme como si me conocieras, desaparecer, casi matarme y luego volver y salvarme! ¿YA TE ES SUFICIENTE?- Él se quedó callado unos segundos y se dejó caer a mi lado, mirando el cielo.
-Es que... -Su voz se vio interrumpida por un sollozo –No... No hay forma de que vuelva a confiar en alguien. Después de tantas traiciones y esperanzas destruidas no lograré hacerlo. Los demás chicos, los que creía mis amigos, me llenaban de palabras vacías que no decían nada. Mi madrastra solo nos ignoró. Y nuestro padre se fue del país. Y lo que pasa es que ya... yo no quiero vivir así, simplemente quiero ser feliz, ser como cualquier otra persona de 16 años, pero es imposible, te juro que lo intento pero es imposible -tomó mi mano con delicadeza y la llevó a su rostro, donde se podían sentir las lágrimas –Lo siento, pero me estoy empezando a poner mal de nuevo, desde lo de Jess no he vuelto a ser el mismo. ¿Sabes? Lo llaman trauma severo. Y es que a veces hago cosas sin estar en mí mismo. Lo siento, Cristal, lo siento. Te mereces mucho más.
Sin proponérmelo yo también lloré, no soportaría mirarlo así que fijé mi vista en las blancas nubes. Dejé que él jugueteara con mis dedos hasta que nuestras manos se entrelazaron.
¿Por qué? ¿Por qué nos tenía que pasar esto? ¿Por qué a mí? ¿Por qué a él? De repente me di cuenta de que era una pregunta reacia, sin respuesta, solo dos simples palabras, quizá, las dos más usadas.
Nos hundimos en un cómodo silencio, todavía podía sentir la presencia de Jess al lado nuestro, no se había despertado. Escuchaba nuestra respiración volviéndose cada vez más lenta y el sol caer al compás de ella. Ya el cielo se había vuelto de un agradable anaranjado, faltaban una hora o dos para el anochecer y nosotros seguíamos ahí. Sin prisas de movernos, solo acostados en la tierra bajo la visión de la luna y el sol.
-Tal vez –hablé –La luna y el sol estén enamorados y se persiguen para encontrarse, en algún momento. Y en el eclipse, cuando por fin tienen la suerte de unirse, crean una oscuridad tan profunda que ni la misma humanidad pueda resistirse a admirarla. Tal vez así somos nosotros.
-Tal vez –le escuché decir antes de que cayera dormido, giré mi cabeza y le di una leve sonrisa.
-Tal vez- dije, cerrando mis párpados.
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Síndrome de Alexandría
AkcjaImagina esto: Tienes una extraña enfermedad que se supone que es un mito. Al gobierno y a los científicos les interesa saber sobre esa enfermedad. Tu familia desapareció cuando tenías nueve años. Tienes que escapar. Básicamente esa es mi vida y esto...